Nepotismo en el Tribunal de Cuentas: una corrupción como cualquier otra

El presidente del Tribunal de Cuentas, Álvarez de Miranda, negaba en su reciente comparecencia ante la Comisión Mixta Congreso-Senado que se hubiera producido irregularidad alguna en el organismo, ni en la contratación de obras de conservación ni en la selección de su personal.

Desmentía así la denuncia hecha pública recientemente por un medio de comunicación con todo tipo de datos y detalles, que señalaba que el Tribunal de Cuentas acogía en su plantilla cerca de un centenar de familiares de altos y ex altos cargos de la institución y de sus principales representantes sindicales. Esto viene a suponer que casi el 14% de la plantilla tiene vínculos familiares dentro de la institución. Diputados y senadores le compraron su versión y Alvarez de Miranda se fue por donde vino.

Pese a las explicaciones del presidente del Tribunal de Cuentas, el hecho negado, tiene nombre –nepotismo– y, en lo que se refiere al sector público, está terminantemente prohibido por Ley, al establecer ésta la imposibilidad de ejercer la facultad de nombramiento y contratación de personal en casos de parentesco, hasta por un cuarto grado de consanguinidad, segundo de afinidad y por razón de matrimonio. Se entiende que la práctica inadecuada del nepotismo propicia el conflicto de intereses entre lo público y lo privado.

Aunque el hecho está más que probado y nadie pone en duda la ilegalidad de tales actuaciones, pocos confían en que dicha práctica irregular será sancionada debidamente de acuerdo con el ordenamiento jurídico. Es un ejemplo más de que las supuestas malas prácticas –y ésta lo es– están ancladas en España y otros países latinos en lo más profundo de sus comportamientos sociales.

De ello da buena cuenta la historia. Abundan las referencias como es el caso del ateniense Pisístrato; el más reciente de Napoleón, cuyo gobierno ejerció el nepotismo al otorgar varios cargos públicos a sus familiares, entre ellos su hermano José Bonaparte (apodado Pepe Botella). También está el caso de algunos papas de Roma, especialistas en proteger y prodigar favores, dignidades, cargos y procurar altas posiciones a los suyos, especialmente a sus “sobrinos”.

Como declaración de principios es señalar que el nepotismo es una forma de corrupción, y así está reconocido en las legislaciones de todo país democrático que se precie. Aunque su existencia es una constante, como persistente y extendida es la corrupción y sus diferentes formas en todos los estamentos sociales. Tan es así, que pueden considerarse residuales los individuos que, en algún momento de su existencia, no hayan recurrido a algún tipo de corrupción, aunque éstas puedan ser de carácter menor, en el caso de que haya corrupción menor, ya que la corrupción no solo se circunscribe a meter la mano en la caja pública y llevárselo a Suiza.

Como país mediterráneo, la familia en España es una institución notable y no hay familia que se precie de no tener interiorizado la práctica del nepotismo, el enchufismo o el claneo como algo consustancial a la misma. Hasta el extremo de que ese tipo de comportamientos forman parte del ADN latino. ¡De Italia y la famiglia, ni hablamos!

La sociedad española, predispuesta a rasgarse las vestiduras por casi todo, practica el nepotismo en todas sus formas cuando puede. E incluso alguna de sus variantes se han incorporado al convenio colectivo de alguna empresa pública como es el caso del Metro de Madrid, en donde queda escrito que los familiares de los empleados tendrán prioridad a la hora de acceder a la empresa y formar parte de su plantilla.

La práctica del nepotismo, lejos de ser inane, resulta dañina para la estructura socioeconómica de un país ya que niega la formación, el esfuerzo o el mérito como elementos de selección que deberían ser consustanciales a cualquier estructura económica.

Un caso especialmente relevante y que viene a demostrar cómo la práctica del nepotismo es negativa desde el punto de vista empresarial, lo podemos encontrar en algunas empresas concesionarias de los servicios públicos, terreno abonado donde los haya a este tipo de comportamientos.

Es el caso, por ejemplo, de FCC, cuya plantilla de limpiezas se nutre en un porcentaje significativo de personal recomendado por los funcionarios de los ayuntamientos. Se podrá argüir que tratándose de una actividad como la recogida de basuras puede ser indiferente la composición de la plantilla y, sin embargo, no lo es.

En 2013, Madrid sufrió una dura huelga incontrolada de los servicios de recogida de basura que se saldó con la retirada, por parte de la empresa, del expediente de regulación de empleo (ERE) de cerca del 10% de los 1.500 empleados del grupo que se dedicaban a estas labores en la capital. No hubo manera de aguantar el pulso sindical, cuando en la plantilla predomina el trabajador con ligazones familiares o de amistad con los funcionarios municipales.

Hoy, como ayer, el nepotismo es un vicio nacional y pocos son los mundos, esferas o sectores en donde no se practica. Para los estudiosos, un reto: revisar el Fichero de Altos Cargos de la administración española, si es que sigue existiendo, y que elaboren la lista de apellidos ilustres que siguen ocupando puestos relevantes desde tiempo inmemorial.