Normalidad

Mientras sopesa si se postula para un nuevo mandato, Núñez Feijóo afronta con tranquilidad su tercera legislatura al frente de la Xunta de Galicia

Lo confieso, yo también voté a Felipe González en el año 1982 al modo y manera como lo afirma el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo en el diario El Mundo el pasado domingo 23 de septiembre en su sección Crónica. Fue muy frecuente, casi, lo normal.

Dicha entrevista destila normalidad, algo no tan habitual en estos momentos de asombro por la radicalidad en las formas y un exceso de pretendida inventiva en las propuestas. Hijo de un obrero de la construcción y nieto de panadero y tendera, la vida le mostró una mueca a Feijóo en momentos muy importantes. Dejó de estudiar unas prometedoras judicaturas a temprana edad para ponerse al lado de su familia por unas desgraciadas circunstancias sobrevenidas.

Educado en la austeridad, lo enviaron con 10 años a un internado, estudió con beca e incluso preparó unas oposiciones que acabó resolviendo; en fin, como un otro cualquiera. Tanto es así, que la propia entrevistadora acaba espetándole Dígame, ¿el secreto de su popularidad está en parecer un hombre corriente o de verdad se siente usted un hombre corriente?». Hace apenas unos meses, su existencia se tornó otra vez sujeta a una decisión trascendental; eligió quedarse en Galicia haciendo gala de un envidiable sentido común. Vamos, lo normal.

El arte de amargarse la vida

Y ya en el colmo de lo común, va el presidente y se declara, en varias ocasiones, satisfecho, seguramente a pesar de tener que sobrellevar unas ojeras provocadas por un rejuvenecimiento adquirido gracias al llanto nocturno de su reciente paternidad.

Razones tendría para rebajar su contento, pero pareciera que Feijóo haya decidido hacer caso a Paul Warzlawick quien, en su obrita “El arte de amargarse la vida”, contempla en un capítulo de título “Cuidado con la llegada”, una referencia de R. L. Stevenson al sabio adagio japonés, “es mejor viajar lleno de esperanzas, que llegar”; es decir, que la satisfacción está en la salida y no en la meta. Aviso para prudentes: cuidado con la llegada. Y mientras haya esperanza, habrá vida.

Quedan dos años por delante (a ver, a ver…) de insufrible incógnita y, con seguridad, numerosos sobresaltos. Y entre los enigmas, se encuentra la propia figura del presidente de la Xunta de Galicia. Su posición se interpretó como una retirada, debida a diversas razones, unas confesables y otras no tanto. En estos casos, siempre se recurre a una frase habitualmente atribuida a Napoleón que reza “una retirada a tiempo es una victoria”. Pero nuestro refranero español tiene otra similar muy elocuente y, por qué no, mucho más certera.

Más vale una retirada a tiempo que una batalla perdida

Uno de los mayores genios militares resultó ser aquel pequeño corso metido a emperador. Francia se rindió a sus pies y toda Europa tembló durante más de una década por las embestidas de un ejército ingente que fue a estrellarse estrepitosamente en la inmensa Rusia. Admirador rendido de “le petit caporal” a la par que de sus críticos más avezados lo fue Carl von Clausewitz, autor de la magna “De la guerra”. Pues bien, en dicho plomo, perdón, tomo, se dedica un escueto apartado de apenas tres páginas a la huida, en concreto en el capítulo decimotercero que se encabeza con el certero enunciado de “Retirada después de una batalla perdida”. En dicho apartado nos ofrece el militar prusiano unas muy reveladoras enseñanzas: lo conveniente es un retroceso lento, sin precipitaciones, semejante a la muerte de un león herido, concentrándose en llevarlo a cabo con orden, mostrando valor y, sobre todo, demostrando confianza.

Recurramos no solo a la sabiduría popular de un refrán que amplía y ajusta el aserto de Napoleón, sino también a nuestro patrio Cervantes cuando, por boca de Sancho, razona que “el retirarse no es huir, ni el esperar es cordura, cuando el peligro sobrepasa a la esperanza, que de sabios es guardarse hoy para mañana y no aventurarse todo en un día”. De nuevo se nos revela el sentido común, el sentidiño, reflejado en aquel callado y atento muchacho de Os Peares cuando interrogado en el presente por la entrevistadora sobre su futuro suspira que “hacer planes a dos años vista, con la política líquida en la que estamos viviendo, es un ejercicio de melancolía estéril al que no dedico ni medio minuto”. “¡E logo din que é o menos común dos sentidos!”. Galicia, ¿o bo camiño?

 

Manuel Carneiro Caneda es director General de IFFE Business School