La pequeñez de sus excusas
La fallida opa de BBVA sobre el Sabadell revela algo más que una batalla bancaria: expone el peso de la política en los mercados y la fragilidad institucional del sistema financiero español
Las finanzas españolas, tan conectadas como las del resto del mundo a los vaivenes globales, arrastran desde hace meses una carga de volatilidad indecente.
Una vez asumida la prima de riesgo político instaurada por Pedro Sánchez como parte de su estrategia electoral —con leyes e impuestos sorpresa y retroactivos escritos con varias cotizadas en mente, resumidamente toda la banca y el sector energético—, así como los ataques personales a sus jefes —Ignacio Sánchez Galán y Amancio Ortega, a diario—, los inversores ya operaban en la bolsa española con la digestión hecha.
El Gobierno era el principal generador de incertidumbre en el IBEX 35… hasta que, una mañana loca de mayo de 2024 —hace 16 meses—, BBVA reaccionó a una filtración de prensa formalizando una opa —la segunda desde 2020— sobre el Sabadell.
Hay que reconocer la capacidad del Financial Times para alterar las hojas de ruta de las cotizadas. Y eso que habría bastado con una nota de prensa tipo: «No confirmamos nada, pero tampoco descartamos nada; analizamos todas las oportunidades de mercado». Fin del asunto.
Estoy seguro de que buena parte de la cúpula implicada sugirió esa salida a Carlos Torres en el minuto +1. Pero en la zona noble se impuso el «vamos p’alante».
Cada vez que he hablado con directivos de BBVA sobre las decisiones de aquella semana, me han explicado que ya existía una obligación legal por los pasos dados. Me cuesta, sin embargo, creer —probablemente dado mi analfabetismo en materia legal— que una empresa deba lanzar una opa si no quiere, por mucho que se quemen las cosas en cocina. ¿Para qué cobran, entonces, los gabinetes jurídicos?
Lo anterior se resume en que la opa empezó torcida. Torres ni siquiera calibró bien sus posibles alianzas. Enfrente, el Sabadell ha sabido aprovechar la debilidad de Sánchez en la Moncloa para tejer una red de presión política de amplio espectro ideológico —de Junts al PSC, con solo el PP en posición de perfil bajo—.
BBVA ni siquiera logró atar al PNV. Y en un país donde la política se infiltra hasta en los mercados, ese aspecto pesa casi tanto como la ecuación de canje.
Quizá el mayor error de BBVA, más allá de la propia génesis de la operación, haya sido comportarse como una cotizada con sede en un país políticamente aseado. Y mire que el banco tiene experiencia lidiando con autoridades como las turcas, por ejemplo.
La opa ha recordado —a desmemoriados como yo— que el barro político es cosa de Josep Oliu. Me atrevo a barruntar que, en unos meses, veremos las facturas al cobro giradas por patronales y sindicatos. Con todo el cariño, me cuesta creer hoy por hoy en adhesiones altruistas solo por el bien común.
Hay, no obstante, lecturas positivas del carpetazo a la opa.
Desde la óptica inversora, desaparece la incertidumbre sobre dos pesos pesados del IBEX 35; y desde la vertiente institucional, resulta meritorio el comportamiento de los reguladores implicados, esencialmente la CNMV y la CNMC.
No son pocos los que temían que estos organismos estuvieran colonizados por el sanchismo como el CIS, el Constitucional y otros entes clave para una democracia avanzada y de libre mercado como, sobre el papel, lo es España. Las decisiones de ambas instituciones han decepcionado y agradado a ratos y por igual en ambas orillas de la operación.
¿Y ahora qué? El Sabadell afronta la difícil tarea de premiar a los accionistas que le han otorgado un capital extra de confianza indiscutible. El problema es que se ha desarmado financieramente para resistir la opa.
Por ejemplo, ya no dispone de otro TSB que vender para nutrir su caja y sostener el ritmo de dividendos que ha reactivado. BBVA planteaba, con parte de razón, que había que pensar en el futuro y no solo en el canje. Las brutales caídas del viernes (−8 %) en bolsa del Sabadell van por ahí: la presión sobre su desempeño será enorme.
Así que César González-Bueno encara unos trimestres mucho más duros que los precedentes. ¿Cómo lo hará cuando las fortalezas del Sabadell pueden convertirse en su propio techo de crecimiento? No descarto que un banco que creció absorbiendo a otros termine volviendo a sus raíces.
En BBVA, que sale del embrollo con parámetros de negocio y solvencia envidiables, se abren otros frentes. Cuando Torres dijo el viernes en una entrevista con Bloomberg, recogida por la revista Inversión, que «por supuesto seguirá», y uno revisa el contexto de otros presidentes que antes afirmaron lo mismo, la conclusión deslumbra: le están moviendo la silla.
Esta última afirmación es mera intuición, fruto de un análisis contextual basado en paralelismos, pero la incorporo a mi plano de observación para los próximos meses.
Si elevamos el análisis cenitalmente, vemos con claridad que nos están quedando unos bancos con rentabilidad excesiva y sobrepasados de capital, pero parcos en tamaño. El Banco Central Europeo y la Autoridad Bancaria Europea llevan años advirtiendo de este riesgo concreto en España e Italia. En Roma están «trabajando en ello» (diría Aznar) con varias fusiones encaminadas al éxito. También Alemania está reordenando su mapa financiero apoyada en Commerzbank.
Aquí, sin embargo, los argumentos provincianos agrupados bajo el cantonal pretexto del imaginado «sistema financiero catalán», de gran calado entre minoristas del Sabadell, condenan por ahora al sector español a competir y afrontar futuras crisis desde la pequeñez de sus excusas.
Tips de supervivencia cultural
Y en una sociedad que obliga a sus partícipes a elegir, la opa BBVA-Sabadell no ha sido una excepción. Quienes cayeron en la trampa binaria de optar entre un banco «bueno» —y, por contraposición, uno «malo»— probablemente olvidaron que el capitalismo, ese ecosistema en el que todos estamos inmersos, no necesita héroes ni villanos, sino profesionales que hagan su trabajo. Si el resultado es lesivo o ilegítimo ya se verá.
Así, la mejor película para entender los engranajes ocultos de Wall Street es Margin Call, no El lobo de Wall Street. Con El dinero de otros (2025), dirigida por Dustin Loose —entre otros—, sucede lo mismo: quien quiera comprender cómo se construye una estafa financiera de verdad —sin adornos— tiene aquí su manual.
La miniserie, disponible en Filmin y basada en el escándalo Cum-Ex, reconstruye con precisión quirúrgica el mayor fraude fiscal de Europa (146.000 millones): una maquinaria diseñada para exprimir los pliegues de la ley. Aquí no hay genios del mal ni antihéroes carismáticos, sino gente fría que entiende el sistema mejor que el propio Estado.
El guion de Jan Schomburg evita los brillos del thriller financiero: no hay penthouses ni Lamborghinis, solo hojas de cálculo, chats corporativos y correos en copia oculta. La estética del crimen financiero es tan plomiza como Teams.