La acometida de Pedro Sánchez es una muestra de su debilidad   

Es un vivo ejemplo de la irresistible ascensión de las democracias iliberales en que el poder ejecutivo coloniza a los otros dos poderes al tiempo que menosprecia a la oposición y sus ideas. Una anomalía democrática

Se equivocan quienes tildan a Pedro Sánchez de ser el perfecto cínico. Se impone el matiz.  

Cierto es que el DRAE define el adjetivo cínico en los siguientes términos: “dicho de una persona: que actúa con falsedad o desvergüenza descaradas”. Cierto es también que el DRAE añade los siguientes sinónimos de dicho término: “descarado, desvergonzado, insolente, caradura, fresco, impúdico, inverecundo, curtido”.

Finalmente, la Real Academia Española asocia lo cínico a una escuela filosófica nacida en Grecia, a los partidarios o seguidores de dicha escuela y a todo lo perteneciente o relativo a la misma.   

La definición de la Real Academia Española, certera y precisa, invita a encasillar a Pedro Sánchez en dicho cinismo. Esto es, en    el pensamiento nacido –hablamos de la escuela filosófica fundada por Antístenes de Atenas popularmente conocida como la escuela cínica o de los cínicos- en la Grecia del siglo V a.C. Propiamente hablando, Pedro Sánchez no encaja en dicha corriente. Veamos.  

Pedro Sánchez no es Antístenes ni Diógenes   

Los cínicos –que podríamos llamar de primera generación- enseñaban que el hombre debía buscar la verdadera felicidad en una vida recta, inteligente y virtuosa que consistía en observar una conducta que fuera lo más independiente posible de todos los acontecimientos y factores externos al hombre. Independencia que podía conseguirse mediante el dominio de los propios deseos y necesidades.  

Por lo demás, los cínicos querían liberar al hombre de la sumisión a las costumbres, convenciones e instituciones humanas, reduciendo sus deseos y apetitos a los que fueran indispensables para la vida y renunciando a los que eran impuestos por la civilización o pensamiento dominante. 

Pedro Sánchez –contrariamente a la filosofía cínica clásica- no predica una vida recta y virtuosa habida cuenta que la moral y la ética, o los valores y la reflexión sobre los actos y el comportamiento, no entran en su programa y su proyecto. Lo propio de Pedro Sánchez –estamos ante un político y no un filósofo- es el compromiso político, la militancia sin tregua y la lucha a campo abierto por una causa concreta. En el caso que nos ocupa, la causa no es otra que el poder a cualquier precio.  

A lo que habría que añadir que Pedro Sánchez es la otra cara de un Antístenes –el patriarca del cinismo clásico- cuya idea fundamental era la siguiente: el hombre sabio no es el que posee, sino el que no necesita poder, ni comodidades, ni convenciones, ni fama, ni ser bien visto, ni nada que  pueda serle quitado. Un Antístenes –siguen las diferencias con Pedro Sánchez- que cultivaba la lógica y era un ferviente partidario del principio de no-contradicción.  

A todo ello, cabe añadir otro rasgo definitorio del cinismo griego: el sentido del humor. Al respecto, Pedro Sánchez –la mandíbula tensa ante cualquier contratiempo y la sonrisa como máscara cuando lo marca el guion- tampoco tiene nada que ver con Antístenes o Diógenes.   

Quinismo y cinismo     

A este cinismo griego clásico, el filósofo alemán Peter Sloterdijk, en un muy celebrado ensayo, lo denomina quinismo (Crítica de la razón cínica, 1983). El objetivo: distinguir el quinismo –Antístenes o Diógenes-, que denuncia los falsos argumentos y a quienes los implementan y propagan, del cinismo –Pedro Sánchez- que construye, impulsa, publicita y protege los falsos argumentos y razonamientos. Peter Sloterdijk: “el señor cínico alza ligeramente la máscara, sonríe a su débil contrincante y le oprime. C’est la vie.”  

Al respecto, el filósofo alemán señala que el quinismo –crítico con el poder- tiene un carácter plebeyo, amable y socarrón como podría ser el caso del ya citado Diógenes. Por su parte, el carácter del cinismo imperfecto se manifestaría de una manera un tanto lacerante y a veces cruel como podría el caso de Mefistófeles o del Gran Inquisidor de Dostoyevsky.  

Así se degrada la democracia  

El cinismo imperfecto de Pedro Sánchez –imperfecto, porque carece de elaboración teórica y va sobrado de intereses y escenificaciones a la carta para convertir la mentira en verdad y al adversario en enemigo: una definición próxima a la del DRAE- es un vivo ejemplo de la irresistible ascensión de las democracias iliberales en que el poder ejecutivo coloniza a los otros dos poderes al tiempo que menosprecia a la oposición y sus ideas. Una anomalía democrática.  

Un cinismo imperfecto que se reduce a un modo y manera de transmitir mensajes convenientemente empaquetados a través de los medios de comunicación afines. Un cinismo imperfecto que ha contaminado y polarizado la política. Así se degrada la democracia.  

Pedro Sánchez y Cristina Fernández de Kirchner 

Ya se dijo antes, ni Antístenes ni Diógenes. Pero, sí Cristina Fernández de Kirchner. Esto es el cinismo de quien, en nombre de la democracia, elabora una Ley de Medios –con su correspondiente Autoridad Federal de los Servicios de Comunicación Audiovisual- que amedrenta a la prensa crítica aumentando las licencias públicas y reduciendo las licencias y publicidad de las emisoras y digitales privadas críticas con el Régimen.   

A ello, hay que añadir el cambio en la elección de los miembros del Consejo de la Magistratura que serían elegidos por el pueblo. Es decir, por la mayoría parlamentaria kirchneriana. ¿Por qué? Porque, doña Cristina sostiene que los jueces –los jueces independientes- se valen del lawfaire para imputar y condenar a los políticos de su partido.  

Un cinismo imperfecto que ha contaminado y polarizado la política. Así se degrada la democracia.  

Una Ley de Medios, un lawfaire y un cambio en la elección de los magistrados que se acompasa con la victimización del Gobierno, la movilización callejera y una campaña que afirma que la democracia está en peligro y es Cristina Kirchner quien puede salvarla.         

Una Ley de Medios, un lawfaire y un cambio en la elección de los magistrados; un kirchnerismo -una manera de corrupción, diría Peter Sloterdijk- que, hoy por hoy, según parece, podría estar en la mente de algún político español.    

La cortina de humo de Pedro Sánchez   

En una democracia consolidada como la española –en una Unión Europa con un estándar democrático robusto-, el kirchnerismo no tiene futuro. La acometida de Pedro Sánchez no deja de ser una cortina de humo que pretende ocultar la irrealidad de un gobierno inexistente. A lo que hay que añadir que la máquina de fango de la Moncloa ha entrado ya en la etapa de reflujo y el sanchismo –de bulo en bulo con un desparpajo de libro– se está enfangando a sí mismo.  

La acometida de Pedro Sánchez es una muestra de debilidad con fecha de caducidad. Un globo que se deshincha.