Pescanova: el gen cínico

En semanas próximas, podremos asistir boquiabiertos a los resultados de un comportamiento que Dawkins y Krebs bautizaron como teoría del gen cínico

En las próximas semanas se va a hablar, y mucho, de la antigua Pescanova, una de las joyas de la corona empresarial gallega. Después de una década de huida hacia delante, una prestigiosa cotizada con más de medio siglo de historia a sus espaldas y una reputación intachable, acaba teniendo que ser rescatada por la banca que la apoyó incondicional y ciegamente en el pasado para terminar abocada a refundarse con el sonoro nombre de Nueva Pescanova S.L.

En sus mejores tiempos, Pescanova llegó a emplear más de 12.500 trabajadores, facturaba por encima de los 1.500 millones de euros, era propietaria de más de cien barcos, con un grupo de 151 empresas relacionadas y presencia en 25 países de los cinco continentes. Vamos, una multinacional en toda regla, en este caso, de la pesca y el transformado de las capturas.

Gran parte de la responsabilidad de este fiasco empresarial que ha supuesto un agujero de 2.400 millones de euros se atribuye a su presidente, Manuel Fernández de Sousa, hijo del fundador de la empresa José Fernández López con el decidido apoyo de sus hermanos y la pericia del añorado Valentín Paz Andrade.

A juicio de colaboradores suyos muy cercanos, la mezcla de un obsesivo afán por un notorio y evidente deseo de superación de la figura paterna, combinado con una ambición desmedida por convertirse en la primera empresa de acuicultura del mundo y trufado todo ello con un escaso cuidado de los costes, estarían en la base de una sorpresiva y a la vez sorprendente debacle corporativa.

Pero, como en toda actividad humana colectiva, la responsabilidad raramente recae sobre una única espalda.

Pescanova: las investigaciones ponen de manifiesto que existió connivencia para el fraude de, al menos, una veintena de personas

De este modo, también en semanas próximas, podremos asistir boquiabiertos a los resultados de un comportamiento que ya fue enunciado en su momento por Richard Dawkins y John Krebs, reconocidos etólogos que bautizaron lo que vamos a describir a continuación con el nombre de “teoría de la información del gen cínico”.

En el año 1978 estos dos prestigiosos evolucionistas y etólogos suscitaron una encendida polémica cuando plantearon una visión diferente a la existente hasta ese momento sobre el controvertido tema de la función adaptativa de la mentira en los animales. En primer lugar, les llamó la atención el hecho de que en los libros aparecieran numerosos ejemplos de engaño entre especies diferentes, pero que apenas se hablara de los engaños dentro de una misma especie.

Pensaron que uno de los motivos del abandono de este fenómeno era que la etología clásica había partido de una concepción equivocada de la naturaleza, basada en la conservación de la especie. Pero, según Dawkins y Krebs, para sobrevivir y reproducirse el animal “manipulará los objetos de su entorno y los controlará para su propio provecho. Un animal influye en los órganos sensitivos de otro animal para que el comportamiento de éste sea ventajoso para él”.

Para ambos científicos, el manejo de la información y de la comunicación son los instrumentos que permiten a un animal aprovechar la fuerza muscular de otro. Dawkins y Krebs bautizaron este fenómeno con el nombre de “teoría de la información del gen cínico”. Según ellos, la selección natural no actúa sobre la especie, sino que favorece siempre a aquellos individuos que procuran reproducir su propia herencia genética, pero siempre a costa de miembros de su propia especie.

De este modo, el fin último de la comunicación no es únicamente transmitir información veraz; puede, también, servir para transmitir la mentira.

Un único sujeto, a pesar de su radical soledad, no llega a realizar acciones si no es gracias a la connivencia y maridaje con muchos otros

Las investigaciones preliminares antes del enjuiciamiento de la antigua cúpula directiva de Pescanova ponen de manifiesto que existió connivencia para el fraude de, al menos, una veintena de personas, la existencia de una cifra superior a la decena de empresas pantalla, la ceguera o al menos la distraída miopía de bancos y auditoras y, finalmente, un total de seis o siete años de engaños y delitos continuados.

Después de los resultados históricos producidos en el año 2010, comenzó una alocada carrera de irregularidades y falsedades, incluyendo la emisión de miles de facturas falsas, la generación de ventas ficticias y la no exigencia de comprobantes por parte de financiadores y entidades regulatorias que culminarían con la quiebra más rotunda.

El dramaturgo italiano y laureado Nobel Luigi Pirandelo titula la última de sus obras “Uno, nessuno e centomila” (“Uno, ninguno y cien mil”), considerado por el escritor como su propio “testamento vital”. En ella concibe la curiosa teoría de que cada persona alberga muchas otras en su interior, pero que en realidad, un único sujeto, a pesar de su radical soledad, no llega a realizar acciones si no es gracias a la connivencia y maridaje con muchos otros; hasta cien mil. El drama de la antigua Pescanova parece haber bajado el telón y Nueva Pescanova demuestra ser viable.

Como describe María Fernández en un magnífico artículo publicado recientemente en la sección Negocios del diario El País, titulado “Así se fraguó el hundimiento de Pescanova”: “La prueba de que la empresa era viable ha venido después del rescate por parte de los accionistas (…). En 2016 Nueva Pescanova, sociedad heredera de Pescanova en la que no trabaja ninguno de los imputados, facturó 1.060 millones, tiene 12.000 empleados (mil más que antes) y un programa de crecimiento para renovar parte de su flota de 72 barcos (…). Los accionistas antiguos se han diluido y solo tienen un 1,7%”.

La teoría evolucionista concibe el desarrollo de los seres vivos sin intencionalidad final, salvo la de adaptarse lo mejor posible a un entorno que permita garantizar la supervivencia de la especie. Pero los seres humanos hemos inventado a lo largo de nuestra historia algo tan consustancial a nosotros mismos como es la cultura siendo su brazo ejecutor la educación. Albergamos la esperanza de que experiencias como la anteriormente descrita nos puedan servir como aprendizaje, haciéndonos coincidir con José Antonio Marina en que, para bien y para mal, educar, lo que se dice educar, educa la tribu

Manuel Carneiro Caneda es director general de IFFE Business School