Política feroz

En esta era de política inocente, los arquetipos del lobo y el cordero adquieren una nueva potencia para desplegar sus estrategias de colisión o denuncia

La política feroz es antagonista a la política inocente. La primera designa a aquellos políticos o fuerzas políticas que, para hacer destacar sus convicciones, embisten con fuerza sus argumentos sobre todos aquellos que se oponen a ellos. La potencia con la que hacen colisionar su manera de ver el mundo sobre la realidad es desproporcionada y busca provocar la reacción de los bloques enfrentados.

Lo feroz entendido como la defensa, a ultranza y sin medida, de un proyecto o liderazgo político que se impone con una enorme capacidad de colisión contra los argumentos contrarios. Importa poco si lo que se defiende es sensato o está equivocado. Lo importante es la intensidad del aullido del lobo/político para paralizar a sus víctimas políticas y señalar su territorio.

Cada vez que hay elecciones, lo feroz se muestra como un interesante atributo que genera seguridad a un  buen número de sus electores. Los ejemplos, tanto en la política catalana como española, de convertir la política en un modo de dominación son constantes y muestran hasta qué punto es difícil poder dialogar entre aullidos amenazadores. Si la política feroz amedrenta, la política inocente confunde.

En el conflicto que tiene abierto el  independentismo con el Estado español, no hay día en que no surja la figura turbadora del inocente que parece no haber roto nunca un plato y que está destinado a recibir todos los golpes sin capacidad de responder. La imagen del inocente se victimiza públicamente ante los ataques de la derecha o la izquierda, entre el independentismo o el constitucionalismo.

En esta política inocente, muchos ciudadanos acaban descubriendo a determinados políticos que tiran la piedra y esconden la mano. Estos dos arquetipos cultivados con intereses políticos a lo largo de la Historia, el lobo y el cordero, ahora adquieren una nueva potencia para desplegar sus estrategias de colisión o de denuncia, magnificada gracias a la amplificación de los medios y a los dientes afilados de las redes sociales.

Nadie es capaz de pronunciarse con claridad sobre lo que está ocurriendo

En estas elecciones, muchos partidos aspiran a liderar el centro político y otros muchos a posicionar su radicalidad. La novedad es que, en estas elecciones, lo feroz y lo inocente se confunde. Los radicales se muestran como víctimas y los moderados se ven en la obligación de soltar algún rugido.

La confusión es de tal envergadura, debido a la elaboración de relatos y contra relatos, que ya nadie sabe con certeza la posición que defiende, por ejemplo, frente a los actos de violencia de algunos manifestantes independentistas que se movilizaron contra la sentencia del Tribunal Supremo o ante el segundo entierro del dictador Francisco Franco.

Son muchos los políticos que, tras una acción feroz, rápidamente se muestran como víctimas inocentes de cualquier culpa. El peligro que encierra esta estrategia es que nadie es capaz de pronunciarse con claridad sobre lo que está ocurriendo.

Todo resulta ambiguo. La consecuencia de esta forma de conducir el debate público es que exige a los ciudadanos que defiendan sus posiciones, no por lo que rige su propia opinión y criterio, sino por lo que dicta la propaganda política de los partidos.