El secesionismo y los comunes se aplauden a sí mismos

En el discurso del secesionismo catalán –vale igualmente para los comunes– se percibe el narcisismo propio de quien manifiesta el apasionamiento hacia la propio

Sentado ante el televisor, escucho la declaración institucional (?) que Roger Torrent, presidente de parte del Parlament de Catalunya, lee en el auditorio de la cámara catalana. La declaración –“en defensa de los principios democráticos y de los derechos civiles y políticos”, según se lee en el título de la misma– acaba con los aplausos y las consignas de la concurrencia. Los comunes estaban ahí. En el estrado. Aplaudiendo. Coreando las consignas. 

Y yo qué me pregunto: ¿qué aplaude el secesionismo? Me resulta difícil saberlo. Repaso el texto. ¿Quizá aplaudan la denuncia de “la gravedad de la situación política y democrática que vive nuestro país”? ¿Quizá la denuncia del “contexto de involución democrática sin precedentes”?

¿Quizá la denuncia de quienes se dedican a “criminalizar ideas políticas legítimas”? ¿Quizá la denuncia del “ataque al corazón de la democracia”? ¿Quizá la denuncia de tener “representantes políticos en prisión o en el exilio, el gobierno de la Generalitat intervenido y un Parlamento asediado por los tribunales”?

¿Qué aplaude el secesionismo del discurso de Roger Torrent? ¿Se denuncia a sí mismo?

Sospecho que no puede ser eso, porque ello implicaría que el secesionismo se denuncia a sí mismo. ¿Acaso el secesionismo no “ataca el corazón de la democracia” cuando, con regodeo incluido, incumple sistemáticamente las resoluciones de los Altos Tribunales? ¿No es eso una “involución democrática sin precedentes” que “agrava la situación política y democrática de Cataluña”? ¿Quién “asedia” a quién?

Al respecto, no descarto que pueda tratarse de un discurso que delata la incapacidad de un secesionismo obtuso que no entiende que, en democracia, el instalarse en la ilegalidad permanente y pertinaz –por lo demás, planificada– tiene sus consecuencias.

Roger Torrent pronuncia su discurso institucional este sábado. EFE/Alberto Estévez 

Respuesta a los aplausos independentistas

Prosigo leyendo la declaración del presidente de parte y encuentro una respuesta a los aplausos y consignas.   

Dice: “Les insto a formar, desde ahora mismo, un frente unitario en defensa de la democracia y los derechos fundamentales”. Prosigue: “Este no es un embate de banderas, sino de valores universales”. Añade: “Por eso emplazo a los demócratas de España, de Europa, de todo el mundo, a apoyarnos. Que sean solidarios con nosotros, como nosotros lo hemos sido tantas veces en la defensa de la paz y la libertad”.

Concluye: “Mantengamos firmes las banderas de la dignidad y la democracia. Conjurémonos para defender los derechos civiles y políticos de este pueblo. Construyamos conjuntamente un futuro de esperanza y libertad para todas y todos”. Aplausos y consignas. 

El secesionismo se aplaude a sí mismo; y los comunes, ¿qué hacen ahí?

Admito el error. La pregunta no es –como planteaba al inici–, ¿qué aplauden? La pregunta es otra: ¿a quién aplauden? A tenor de lo leído, la respuesta se impone con una claridad meridiana: el secesionismo catalán se aplaude a sí mismo. Y los comunes –¿qué hacen ahí? –, también. ¿Por qué?

Porque ELLOS defienden la democracia, los derechos fundamentales, los valores universales, la paz, la solidaridad, la dignidad, los derechos políticos y civiles, y el futuro de esperanza y libertad. Soberbia: satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás.

En el discurso soberanista, y vale también para los comunes, se percibe sobre todo narcisismo

En el discurso del secesionismo catalán –lo que sigue vale igualmente para los comunes– se percibe el narcisismo propio de quien manifiesta “el apasionamiento hacia la propia persona” (Sigmund Freud).

El sujeto secesionista se erige a sí mismo como objeto de adoración. Una suerte de narcisismo primario semejante al del niño que carga toda la libido sobre su excelsa persona. El secesionismo catalán, como el niño, es un narcisista que se toma como modelo y objeto de amor de los demás al estar convencido de la bondad y omnisciencia de sus pensamientos y acciones.

Pero, hay algo más. El “frente unitario” propuesto por el presidente de parte es un síntoma más –una escenificación más– de la larga agonía del “proceso”. Y los comunes están ahí. En el estrado. Aplaudiendo. Coreando las consignas. ¿Qué buscarán?

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