Previsiones panfletarias del Gobierno

El gobierno o desgobierno en funciones anunció el pasado viernes su «Plan de Estabilidad 2016-2019», una serie de previsiones macroeconómicas claramente marcadas por el nuevo pistoletazo electoral y que ya en su anuncio han sido subrayadas como «aquello que nos perderíamos» si el electorado y los acuerdos de partidos no entregan el nuevo gobierno al Partido Popular.

Toda la previsión, -que en teoría se prepara para engañar (perdón, informar) a Bruselas-, rebosa un tono entre milagrero y frívolo.

Milagrero porque se basa en expectativas irreales, casi utópicas si se prosigue la senda inmovilista en reformas y puesta al día de la estructura económica a la que nos tiene acostumbrados este gobierno tras algunas tímidas decisiones al inicio de legislatura; y frívolo porque merecen este calificativo unas previsiones basadas en supuestos altamente improbables y que sólo un cúmulo de casualidades harían que todas, -como prevé el Gobierno-, siguieran de cara como hasta ahora para la economía española.

Se trata, en todo caso, de proseguir la farsa desarrollada por el ejecutivo, y por tantos agentes sociales y económicos que le ríen las gracias (por supuesto por interés propio), de que hemos conseguido tasas de crecimiento notables y mejoras en las aún horripilantes tasas de paro por méritos propios.

No ha sido así. La economía española ha disfrutado de tres elementos exógenos que le han permitido ir tirando sin acometer una gran parte de las transformaciones requeridas. Son, no necesariamente por este orden, la contención de los tipos y especialmente de la prima de riesgo del país por la acción del BCE; la infravaloración del euro que ha facilitado las exportaciones; y por fin, la caída del petróleo y de otras materias primas de las que somos obligados importadores.

Quizás podríamos atribuir a cada uno de estos factores –de los que tan poco responsable es el Gobierno- uno de los tres puntos porcentuales en los que se ha movido nuestro crecimiento en los últimos dieciocho meses. Barnizado todo por otros dos factores como son la mejora del sistema bancario y el meritorio desendeudamiento y reestructuración del sector privado.

Este ejecutivo en funciones, y candidato a seguir gobernando tras el próximo 26J, ha querido dar un paso más y endosar unas previsiones que, aunque más moderadas obviamente que las de hace unos meses, apuntan a una plena continuidad de esta «buena racha» hasta 2019.

Para que salga el truco, el prestidigitador necesariamente tiene que apostar para que las muy benévolas y excepcionales circunstancias de las que hemos dispuesto desde 2014, continúen.

Así, según los supuestos publicados para las previsiones, el BCE continuará forzando un Euribor negativo y un tipo de la deuda a 10 años en ligerísima alza en los próximos 4 años; el PIB mundial, –contra lo que se está consensuando estos días-, iría acelerando su crecimiento; el petróleo seguiría estancado a niveles muy bajos y el $/€ impertérrito en el favorable tipo de cambio actual para los europeos. Todo demasiado bonito.

Incluso de esta forma, «todo lo bueno seguirá y no se materializará ningún riesgo», el Gobierno ha tenido que frenar algo su reciente euforia pero sin avergonzarse de mejorar ampliamente las más recientes previsiones de organismos internacionales.

El FMI, hace tan sólo unas semanas, situaba el crecimiento del PIB español 2018 y 2019 en un 2,0% y 1,9%, respectivamente, mientras el Gobierno lo prevé en sendos 2,5%. El paro, que para el FMI se situará en el 2019 todavía en un 16,4%, según el Gobierno estará ya en el 13%.

Por lo tanto, no solamente tenemos paradas las imprescindibles iniciativas de reforma estructural e institucional, que tanto necesita la economía española para empezar a reducir sus desequilibrios y no sólo nos llevan a otras elecciones que van a alargar este ciclo electoral hasta llegar a un año, sino que tenemos que ver cómo, prescindiendo de cualquier prudente y digno manejo de los datos y de las evaluaciones de riesgos, nos plantan en la cara lo que ellos llaman previsiones y que son más bien simples panfletos electorales.