Protocolos como alarma

Ningún protocolo puede garantizar detener la propagación, a la espera de poder disponer de la vacuna contra la Covid-19

El final del estado de alarma va a dar paso a la publicación de innumerables protocolos que alarman a una buena parte de los ciudadanos y las empresas. Son protocolos estatales o autonómicos que pretenden controlar de tal forma la realidad que se corre el riesgo de sepultarla bajo la redacción de normas y más normas.

La difusión de los protocolos está produciendo el mismo efecto de desconcierto en la población que debieron vivir los ciudadanos en la Atenas en 621 a.C. al tener que cumplir con las severas leyes que impuso el legislador Draco. Eran tan severas y estrictas como incumplibles por parte de la ciudadanía.

Los protocolos draconianos persiguen contemplar todos los supuestos para evitar futuros contagios, pero ningún protocolo puede garantizar detener la propagación, a la espera de poder disponer de la vacuna contra la Covid-19.

Los protocolos deben también ser contemplados como una forma de defensa de las instituciones para reducir su responsabilidad ante la inevitable perspectiva de futuros brotes de la enfermedad.

Protocolos como los elaborados para el sector de la educación desvelan un afán de control que será desbordado por la inquietud de los padres.

Se hace difícil que no se alteren al ver cómo serán distribuidos sus hijos en las clases; una distribución que, como hemos visto en alguna televisión, recuerda al mundo distópico y aséptico de la novela El cuento de la criada de Margaret Atwood.

La realidad se impondrá a las ordenanzas, códigos y protocolos

La perspectiva de avanzar hacia una realidad híper regulada implica deslizar la responsabilidad individual hacia una responsabilidad pública que desorienta a una gran parte de la sociedad.

La lógica de los protocolos también va a favorecer una lucha por el relato entre el Gobierno español y las comunidades autónomas para hacer prevaler una orientación más restrictiva o abierta de la vuelta a la normalidad.

Los protocolos recuerdan a los prospectos de los medicamentos; si los leemos atentamente, nadie se atrevería a ingerir ningún fármaco.

Como siempre ha ocurrido, la realidad se impondrá a las ordenanzas, códigos y protocolos.

La aterradora idea de que en octubre puede producirse un rebrote de la enfermedad lleva a las instituciones a pedir a los ciudadanos que conduzcan sus vidas con un airbag/protocolos desplegados para así evitar todo accidente.

La estrategia puede llevar a muchos ciudadanos a no poder retomar sus vidas, no por los efectos de la Covid-19 sino por un exceso de protocolos cuyo cumplimiento les impide volver a la normalidad.