Qué malo es acostumbrarse a no ser nadie

Los acuerdos sobre el Sahara Occidental y las derrotas por subsedes europeas ponen de manifiesto la irrelevancia española en la política europea

La semana terminó para España mejor de lo que se podía prever, pero no por nuestra acción sino porque Merkel se dejó doblar el brazo por húngaros y polacos a cambio de que antes de que terminara su semestre al frente de la Unión Europea se desbloqueara el tema de los fondos de reconstrucción. El portavoz del Parlamento Europeo afirmó recientemente que “la UE es algo más que un cajero automático (ATM)” a lo que podríamos añadir que en España nuestro gobierno solo la ve como tal.

España ha salido bien parada y los fondos llegarán con el buen tiempo en 2021, pero sin mérito alguno por nuestra parte. Esta semana León fue derrotada para ser sede de una agencia europea de ciberseguridad y Barcelona para acoger una de meteorología. Hubo un tiempo en el que ciudades españolas como Alicante o San Sebastián ganaban sedes como la de la oficina europea de patentes o de EIT Manufacturing.

Lo peor de la derrota de León es que quedamos últimos. Sobre la de Barcelona, que la candidatura ya no generó una gran expectativa, como si se supiera que íbamos a perder, que la derrota no causo gran sorpresa y sobre todo… que nos ganó Bonn, una encantadora ciudad de provincias alemana que tuvo sus momentos de gloria con el nacimiento de Beethoven y por ser la capital provisional de la RFA entre 1945 y 1989, cuando llego la feliz reunificación.

El valor de Bonn era que estaba alejadísima de la frontera de la RDA y, por lo tanto, lejos del alcance de los tanques soviéticos. En un pasado no muy lejano, Bonn no era rival ni competiendo contra un distrito de Barcelona como Horta o Sants.

En un pasado no muy lejano, Bonn no era rival ni competiendo contra un distrito de Barcelona como Horta o Sants.

La irrelevancia española en Europa y en el mundo esta semana fue aún más palpable por la coincidencia de la visita de la Ministra de Exteriores a Israel con el anuncio de EEUU y Marruecos sobre el Sahara e Israel. Arantxa Gonzalez Laya se entrevistó con las principales autoridades tanto israelíes como palestinas, pero del acuerdo a tres bandas entre Washington, Rabat y Tel Aviv se enteró por un teletipo de EFE.

La humillación es especialmente hiriente porque estábamos a las puertas de una cumbre hispano-marroquí que había tenido polémica previa por la posición del vicepresidente del Pablo Iglesias, –favorable al Frente Polisario– que terminó con la exclusión del moñudo para no provocar al Rey Mohamed, y porque España es la expotencia colonial del Sahara Occidental.

Encima, para remachar el ridículo, González Laya se había referido desde Ramala (territorio de la ANP) explícitamente al apoyo español a la posición de la ONU sobre el Sahara, posición que unas horas más tarde salto por los aires tras el anuncio de Trump vía tuit.

La relación de España con Marruecos es fundamental para nosotros, por razones económicas y sociales. En manos de los marroquíes está frenar las oleadas de pateras que llegan a Canarias o la Península. Pablo Iglesias, que se siente martillo de herejes, ahora machaca a Felipe VI, ahora a Mohamed VI, hasta que llega Trump y le pone en su sitio y nos saca los colores a todos. No pintamos nada, la opinión de Iglesias es irrelevante.

La historia se repite, la Marcha Verde se hizo con el apoyo de EEUU frente a la España que asistía a la agonía de Franco y no hizo nada, excepto entregar el Sahara sin más a Marruecos. Medio siglo después EEUU y Marruecos nos señalan nuestro papel de segundones, cierran un acuerdo y la cumbre de la discordia entre Sánchez e Iglesias se suspende y se pone de manifiesto lo superficial de dicha disputa. Sus diferencias no importan a nadie.

El acuerdo entre Marruecos, Estados Unidos e Israel se cobra dos víctimas (el Polisario y España), y tiene ganadores (Marruecos e Israel). Y, en especial, dentro de Israel los millones de sefardíes que tras la expulsión de España encontraron refugio en Marruecos. Las relaciones comerciales, económicas y culturales entre Marruecos y el mundo sefardí, que habla ladino, una variable de español, que en Israel cuenta con emisoras de radio y literatura propia, nos abre una oportunidad, otra cosa es que no la dejemos pasar como siempre.