Quedan tres pasos hasta la independencia

La diferencia entre los independentistas y Sánchez es que los primeros tienen un plan bien trazado, mientras que el presidente del Gobierno improvisa

La diferencia fundamental entre los independentistas y Pedro Sánchez es que los primeros tienen un plan bien trazado para conseguir su objetivo, que no es otro que la independencia y, en cambio, el presidente del Gobierno improvisa y solo piensa en como cada nueva concesión, fruto de una nueva exigencia, no tenga para él mayor consecuencia demoscópica.

Hace pocos días El Periódico de Cataluña publicaba una encuesta en la que se concluía que la opinión pública tenía un elevado grado de desinterés tanto por el tema de la reforma del delito de sedición, así como por la renovación de los órganos de dirección del poder judicial. Sánchez es consciente de este dato y, por lo tanto, sabe que aunque el mismísimo Felipe González, tal como ha sucedido, le afee la conducta, las concesiones tienen para él un muy bajo impacto electoral.

El plan independentista

El plan independentista está claro: la separación. ERC y Bildu han olido sangre y han percibido la debilidad de Sánchez y su temor a perder el poder. Saben que nunca más tendrán una oportunidad mejor que la que se les presenta para llegar a un punto que les permita alcanzar su anhelada independencia.

El plan independentista una vez se han conseguido los indultos, se ha reescrito la historia y se ha derogado el delito de sedición tiene tres pasos más. El primero de ellos es la reforma del delito de malversación. El guion será el mismo que se ha seguido con la reforma del delito de sedición, el PSOE primero dirá que no hay una mayoría clara para llevar a cabo dicha reforma y a los pocos días cederá. Para el independentismo este primer paso es fundamental y va estrechamente ligado a la derogación del delito de sedición y a la reinterpretación y rescritura de lo que sucedió en Cataluña en 2017. Una vez el delito de malversación ya esté rebajado, no habrá consecuencia penal alguna a los llamados a repetir el golpe de Estado en un futuro próximo.

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. EFE/Andreu Dalmau.

El segundo paso es la convocatoria de un referéndum no vinculante en Cataluña. No es una idea nueva, es de Miquel Iceta, ministro de Cultura. El por entonces primer secretario del PSC propuso celebrar un referéndum no vinculante para saber cuál era el modelo de relación que los catalanes querían con el resto de España. Este tipo de referéndum, por muy no vinculante que fuera, reafirmaría de nuevo el presunto derecho de los catalanes independentistas de separarse de España.

Referéndum independentista

Este referéndum se negará y negará, por parte de Moncloa y el PSOE, una y otra vez y se cederá a cambio de la investidura de Sánchez tras las elecciones generales de diciembre de 2023, en el caso, nada hipotético, de que Sánchez esté en condiciones de seguir morando en la Moncloa. La pregunta será algo así: ¿Está satisfecho con la relación actual entre Cataluña y España? La respuesta permitirá el Sí y el No. En el caso del No habrá varias opciones: ¿Prefiere que Cataluña sea parte de un Estado Federal? ¿Dejar las cosas es un modo actual? ¿Prefiera la independencia?

¿Tienen que participar los catalanes no independentistas en una consulta de estas características? La repuesta es rotundamente: No. En Cataluña no hay un clima de libertad, ni de igualdad de condiciones entre los poderosos, ricos e influyentes separatistas y el resto de la población catalana. Por lo cual, no hay opción alguna de ganar esa consulta no vinculante. El aparato propagandístico del poder catalán junto, al silencio y abandono del Estado, de los catalanes leales a la constitución y a su país, hace inviable cualquier competición electoral en un mínimo clima de igualdad. Participar en esa consulta sería tanto como validar la posición independentista.

Una vez la misma se haya llevado a cabo quedará el último paso: La separación definitiva. El independentismo sabe que el modelo por el que lo intentaron en 2017, basado en una falsa transición de la ley a la ley, es imposible, así que hay que buscar un acuerdo con Sánchez que permita la separación con la participación cómplice del propio Gobierno de España. Sánchez, si puede pactar que dicha separación se haga en diferido, poniendo una fecha que a él ya no le afecte porque no este en el poder, cederá, como lo ha hecho y seguirá haciendo con todo lo demás.