Regeneración democrática, ahora es el momento
Una regeneración democrática que los ciudadanos ya no sólo pedimos, sino exigimos, se tiene que dar absolutamente en todos los órganos públicos de nuestra sociedad. Para ello, los primeros que deben dar ejemplo son los partidos políticos, que deben someterse a primarias para elegir sus representantes con limitación de mandato. Esta es una de las fórmulas para poder recuperar la credibilidad de la sociedad, ya que la política y los políticos son necesarios, pues si no, nos convertiríamos en una anarquía destructiva del estado del bienestar.
Precisamente por ello, los representantes de una formación política no deben ser elegidos por sus cúpulas, y sí por sus militantes, garantizando transparencia e igualdad en la búsqueda de los mejores de dicha formación, marcando las pautas necesarias para que el votante se sienta libre a la hora de elegir a aquella persona con la que más se identifica, lo cual no sucede ahora con listas cerradas derivadas de decisiones unipersonales. Estos representantes se deberían únicamente a sus votantes, erradicando así el servilismo y los compadreos que vician una buena parte del poder político actual creando monopolios de poder vitalicios.
Las listas abiertas en los partidos deben encauzarse con perfiles de personas con vocación de servicio y no de servirse, de lealtad y principios ideológicos sólidos y nítidos que no dejen lugar a dudas, así como capacidad de gestión y de solución en el día a día que se deba afrontar con garantías reales de éxito y no ficticias. Con ello acabaríamos de una vez con una buena parte de los males que aquejan a la totalidad de las formaciones políticas, como la de los estómagos agradecidos que sólo persiguen vivir de la política a costa de las cuotas de los militantes o, lo que es peor aún, a cuenta del dinero de los contribuyentes.
Cumplimiento de los programas electorales y transparencia total y absoluta podría ser bien otro apartado de obligado cumplimiento. Pero lo que se debe abordar de una forma inminente e inmediata es solucionar y legislar una financiación de partidos cristalina, que deba contribuir a paliar la desconfianza que ha llevado a los políticos a ser la segunda preocupación de los españoles.
Al igual que se está reformando el sistema financiero o las pensiones (algo impensable hasta hace bien poco) se debe reformar la regulación interna de los partidos. Todos ganaríamos y sólo perderían los corruptos y aquéllos que han construido al calor de la política su forma de vida, defendiendo su plato de lentejas por encima de cualquier principio, ideología, valor o pensamiento. No se puede obviar ni mirar hacia otro lado: las listas abiertas, más temprano que tarde, se impondrán en el funcionamiento orgánico de los partidos, y aquellos que intenten frenar la regeneración democrática, simplemente, serán engullidos por una tendencia que ya no tiene vuelta atrás. Este debe de ser la lucha de todos aquellos que tenemos un pensamiento idealista e inconformista en la búsqueda de la coherencia, el servicio a la sociedad y en un afán de mejora constante.