Rivera, de la escalera al tobogán

El agosto de Albert Rivera es una pataleta, más propio de un adolescente que de un político

Albert Rivera quedó descolocado tras el brusco despertar de sus dulces sueños monclovitas.

Jacob, patriarca de la Biblia, nieto del gran padre Abraham, tuvo la visión de una escalera por la que los ángeles ascendían hasta el cielo. Jacob tuvo un dulce despertar, en contraste con el batacazo de Rivera al precipitarse des de lo alto de su escalera vertical.

La moción de censura parecía la mejor de las noticias para Ciudadanos

Tal como se enfocó la moción de censura tras la sentencia condenatoria al PP, debía de ser instrumental, un trámite para disolver las cámaras en las mejores circunstancias para Ciudadanos.

Imagínense a un recién llegado a Madrid relamiéndose como ocupante virtual de La Moncloa. Imagínense la frustración al ver que el paraíso se esfumaba, tal vez para siempre.

Por si fuera poco, el sondeo del CIS de primeros de agosto situaba a C’s, tras años de imparable ascenso, en el tobogán. A mayor abundamiento, el PP eligió a Pablo Casado, libre de responsabilidades de corrupción así como de los errores de Rajoy i Soraya.

El otoño del que nunca fue patriarca está a la vuelta de la esquina

De la escalera de Jacob al jarro de la lechera roto en pedazos. Una cosa es hacerse ilusiones y otra creérselas como si fueran profecías. El agosto de C’s no deja de ser una pataleta, más propia de un adolescente político que de un líder. El otoño del que nunca fue patriarca está a la vuelta de la esquina.

Rivera sólo quiere ir por delante, sin pensar en el cómo ni en las consecuencias. Esta obsesión le ha llevado a trasplantar de manera inconsciente la estrategia de CDC frente a ERC, que consiste en hacer pasar la copia por el original y hacer pasar, el original como mala copia.

Albert Rivera vota 'No' en el Congreso / EFE

Albert Rivera, un niño grande

Rivera sólo quiere ir por delante, sin pensar en el cómo ni en las consecuencias

Resulta que, según proclaman los herederos del que fuera español del año –Jordi fue Pujol así premiado por ABC en 1984— los campeones de décadas de autonomismo son ahora los auténticos independentistas, mientras que los de toda la vida, los republicanos de Esquerra, no hacen más que traicionar la causa común con sus transacciones y claudicaciones.

Los ex convergentes lo hacen para sobrevivir. Rivera muestra bisoñez irreflexiva al pretender representar el tarro de las esencias de la España carpetovetónica frente a un PP que, según su mensaje, las rebaja indignamente cuando no las abandona.

Una cosa es ser un catalán leal y otra muy distinta llegar desde la periferia para dar lecciones de españolidad. Ni Felipe González ni Mariano Rajoy, los dos últimos gobernantes no castellanos, se atrevieron a tanto. Dar lecciones, y encima dárselas al PP. Habrase visto.

El acercamiento a los ultras

De momento, lo que está consiguiendo Ciudadanos es abrir el camino a los ultras. En vez de lanzar una opa al PP parece que Rivera esté opando a VOX, como si VOX tuviera escondido un gran alijo de votos en vez de ser una opción residual.

Como si los ultras, que siempre los ha habido y los habrá, no fueran una rémora a controlar sino una avanzadilla que alentar y seguir.

En términos políticos, los ultras son como las garrapatas, que necesitan hincar el diente a un cuerpo mayor para hincharse. Es algo elemental, de máster de derechas.

Los ultras una vez te agarran ya no te sueltan

Lo sabía Adolfo Suárez, lo sabía Fraga, lo sabía Aznar, lo saben los galgos y lo saben los podencos, pero no Rivera, porque su master fue de centroderecha y allí no se dice nada sobre el máximo inconveniente de acostarse con los ultras: una vez se te agarran ya no te sueltan.

El problema no es lo sucedido en Barcelona con el cámara de Telemadrid, es que C’s no podrá montar un acto sin la presencia de ultras violentos en ningún rincón de la geografía española.

Si no le detienen sus financiadores, C’s está a un paso de montar un retén en el Valle de los Caídos contra la exhumación de los restos del dictador. O de que los ultras lo monten en su nombre.

Mientras, el PP expía como buen penitente sus pecados en la oposición. Algunos politólogos y comentaristas tienden a olvidar que el paso por la oposición lava más blanco, pero es así. Los grandes partidos son como los caracoles, que se purgan poniéndose a dieta de poder, pero en vez de pasar luego a la cazuela, quedan depurados y hambrientos para volver a las andadas.

Con su alocada carrera hacia la derecha, Rivera les está haciendo un gran favor a su querida España. Pronto Pablo Casado podrá dejar de competir con él y volver a combinar los mensajes derechistas con los centristas, que es lo propio del PP.

A principios de verano, el PP temía a C’s. Ahora es Rivera quien debe temer al PP. De la escalera al tobogán. Esperen a los próximos sondeos y lo verán.