Sánchez lo va a pasar mal … y España también

Tras conocer las exigencias de Puigdemont, a Sánchez la claudicación frente a Junts puede acabar no compensándole la investidura

Pedro Sánchez puede caer en el error de pensar que negociar con Junts es lo mismo que hacerlo con ERC… y se equivoca. ERC ha sido un socio facilón y barato para el PSOE. Pujol pedía muchas carreteras, policías… cosas que valían dinero. ERC se ha conformado con substituir durante cinco años a los postconvergentes de Junts como socio de referencia y ha pedido cosas que no valían dinero y a Sánchez le era fácil marear la perdiz con temas como la mesa de negociación.

Otras peticiones de ERC como la reforma de la sedición o la malversación son una clara debilitación del Estado, pero en la guerra entre la cúpula socialista y la magistratura a Sánchez este tipo de peticiones ya le iban bien porque le hacían el trabajo sucio. “Yo no quiero, pero no puedo hacer otra cosa”. Pero Junts es otra cosa.

Una negociación sin anestesia

A la tradición de negociación estilo dentista sin anestesia propia de los convergentes Junts añade la necesidad de que el acuerdo que se alcance no sea un pacto si no una victoria inapelable.

Sánchez tiene un problema: debe empezar a hacer concesiones y no sabe si las mismas le garantizaran la investidura

Puigdemont y los suyos necesitan que el público independentista, que comparten con ERC, llegue a la inequívoca conclusión de que como extractores de muelas ellos son más resolutivos que los republicanos.

Puigdemont no sucumbirá a una foto ni a tres caricias de Yolanda Díaz. El prófugo expresidente no quiere cobrar al contado, si no por adelantado. Sánchez tiene un problema, debe empezar a hacer concesiones y no sabe si las mismas le garantizaran la investidura.

El líder de Junts ha recibido poderes del resto de partidos del Frankenstein para negociar. La amnistía no es la investidura, para Puigdemont es solo un preámbulo, la muestra de que existe verdadera voluntad negociadora, que desde Junts solo se concibe como una claudicación.

Tras las primeras cesiones vendrá, en todo caso, la negociación. Una vez Sánchez haya sido humillado y se haya entregado por primera vez luego las demás concesiones serán menos dolorosas para él.

La simbología de Puigdemonts y Junts

En definitiva, si CiU era el partido del “peix al cove” (pescado en el cesto o todo bien amarrado) y ERC era el partido de la simbología, Junts y Puigdemont son la síntesis de ambas cosas. Simbología, mucha simbología: solo reuniones de alto nivel en lugares escogidos por Puigdemont. Cesiones constitucionales que desarmen el Estado y condena a costas con una alta factura económica en forma de condonación de deuda a la Generalitat y competencias con todo pagado.

ERC y el PNV siempre exigieron bilateralidad entre el gobierno de España y sus gobiernos regionales. Lo de Puigdemont es algo más sofisticado, la bilateralidad es entre él y Sánchez e implica considerar interlocutores de segunda no solo a las demás comunidades autónomas sino también a los partidos de sus propias comunidades que no sean el suyo. Puigdemont quiere la carambola, humillar a España y a ERC, todo a la vez. 

Históricamente el PNV era aliado de CiU y Bildu de ERC. El proces, la corrupción y la extrema radicalidad de Junts alejó a les jertzales de Junts hasta el punto de que Junts fue expulsado del grupo europeo liberal donde compartía espacio con el PNV. Ahora el PNV, siempre atento al sentido del viento, vuelve a acercarse a Junts, todo un síntoma de quien tiene el control de la situación.

El lugar que ocupará Sánchez

A Feijóo este mes se le está haciendo eterno con constantes cambios de criterio y un mensaje poco claro, pero a Sánchez la claudicación frente a Junts puede acabar no compensándole la investidura.

Los catalanes están acostumbrados al lenguaje extravagante y las peticiones fuera de lugar del separatismo, el resto de España está teniendo la oportunidad de saber hasta que punto la política catalana es surrealismo friky.

A manos de Puigdemont y sus exigencias Sánchez puede quedar a ojos de muchos españoles como un pelele indigno del cargo que ocupará gracias a un presunto delincuente con fama de cobardón e iracundo.