Santa inocencia

En los últimos días da la sensación de que el velo de la inocencia ha caído de los ojos de personas del entorno ICV-EUiA y, de repente, ¡oh, sorpresa!, descubren que todo esto del proceso tiene mucho de camelo.

Y mira que había pistas: llamar “derecho a decidir” al “derecho de autodeterminación”; “consulta” al “referéndum”, inventarse y difundir el falso tope del 4% alemán (EUiA lo lleva en su conferencia política de octubre de 2013) o un falso dictamen de La Haya… ¿De verdad que tantos eufemismos y tantas mentiras no les habían hecho sospechar ni un poquito? Porque mira que se veía claro…

Las cosas empezaron a cambiar en Cataluña en 2012. CiU estaba gobernando en plena crisis una Generalitat que los dos tripartitos habían dejado endeudada y, además, el PP tenía mayoría absoluta por lo que parecía difícil que se aviniera a negociar un pacto fiscal, que era el punto estrella del programa con el que CiU habían ganado las elecciones.

Les interesaba lograr más tiempo para salir de la crisis y, de paso, intentar una mayoría absoluta que no tenían. De esta manera, se apuntaron a la manifestación de la Diada, pusieron todos los medios propagandísticos a su servicio y tras una breve reunión con Mariano Rajoy, en la que, obviamente, no se consiguió el pacto fiscal, de repente, Cataluña no podía soportar más humillaciones y había que consultar a ese pueblo que quería decidir su futuro.

Curiosamente, en 2009, Ramon Tremosa, eurodiputado de CiU, aseguraba que el Pacto del Majectic entre su partido y el PP era el mejor avance en autogobierno, pero en cuatro años pasamos de esa maravilla de pacto a unos insoportables tres siglos de sumisión sin despeinarnos. Y, como quien no quiere la cosa, adelanto electoral para que el pueblo se pudiera expresar.

Para CiU resultó un desastre, pero parecía que pocos estaban dispuestos a no salir en la foto, por lo que la manifestación de la Diada estuvo llena de políticos de diferentes partidos. Recuerdo al articulista Jordi Baeza comentando divertido como ICV, al sumarse a esa manifestación, estaba participando en el primer acto de pre-campaña de CiU.

Los nacionalistas catalanes son unos auténticos maestros en la manipulación del lenguaje y le sacaron gran partido al slogan “derecho a decidir”, que resultó un gran éxito de marketing político, porque a ver quién era el guapo que se atrevía a decir que estaba en contra, con lo bonito que es tener derechos y lo bien que nos sienta que nos hagan creer que podemos decidir.

Esto se contradice, claro está, con que después hablen de “consulta no vinculante para saber la opinión del pueblo”, porque entonces se tendría que llamar “derecho a opinar”, pero en el proceso no están para esas sutilezas.

Así las cosas, todo estaba bastante claro: CiU se había metido en un embrollo por un error de cálculo electoral y las personas que siempre han deseado la secesión de Cataluña no estaban dispuestas a dejar pasar esa oportunidad, por lo que no dudaron en usar todas las triquiñuelas posibles para vender mejor su producto. En todo caso, era eso de miente, pero no engañan. Excepto a los de ICV-EUiA.

Hace unos días, Jordi San José Buenaventura, alcalde de Sant Feliu de Llobregat (ICV), afirmó haberse sentido utilizado por el independentismo en el acto al que acudieron los alcaldes partidarios de celebrar la consulta. Manifestó, además que ha habido una confusión interesada entre el derecho a decidir y la independencia que se ha mantenido hasta el final. ¿Hasta el final? Hombre de Dios, que hay personas que llevamos mucho tiempo diciéndolo. Si lo llego a saber, le hubiera mandado mis artículos y así el pobre se habría ahorrado el disgusto.

Hace un año, Agustí Colomines reconoció en el programa La Rambla de BTV que el derecho a decidir era una chorrada que se habían inventado y sus contertulios aplaudieron. Entre ellos estaba Carme Forcadell que había sido, nada más y nada menos, que vicepresidenta de la Plataforma por el Derecho a Decidir. Nunca he logrado entender cómo, a partir de ese momento, hubieran personas que lo siguieran defendiendo. Es algo así como Bernarda Alba gritando “mi hija ha muerto virgen” al final de la obra de Lorca pese a que todas las presentes saben que ha yacido tan ricamente con Pepe el Romano.

Pues ahí seguimos. Joaquim Brugué dimitió de su puesto en la Comisión de Control (un nuevo eufemismo, en este caso de Junta Electoral) tras denunciar la falta de garantías democráticas del proceso, pero se sigue manifestando como firme partidario de ese inexistente derecho a decidir.

Tras eso, le cayeron una lluvia de improperio en Twitter y en los comentarios en los diarios digitales, por lo que decidió desaparecer de la escena pública. Por supuesto, tiene toda mi solidaridad, aunque nunca he visto solidarizarse a nadie de ICV-EUiA con los constantes ataques a C’s PP y PSC.

Tampoco les he visto condenar que Albert Rivera tuviera que salir escoltado de Plaza Cataluña el pasado 11 de septiembre por los intentos de agresión. O los “escarnios” que CUP ha realizado a dicho presidente o su compañero de partido, Jordi Cañas, ni el reciente contra Alicia Sánchez Camacho. De hecho, en la foto de la reunión del viernes de la semana pasada, David Fernández le pasa el brazo por el hombro a Joan Mena.

Creo que a los de ICV-EUiA les hubiera ido la mar de bien estar más atentos a todas las señales –que no han sido pocas– que había de que este proceso era de todo menos pacífico, familiar y democrático. Aunque solo sea por eso de cuando las barbas de tu vecino veas cortar