¿Se sabe lo que los europeos hemos elegido?

Mucha gente se plantea unas preguntas muy sencillas. ¿A qué se debe esta obsesión del Pacto de Estabilidad de la UE, que, es evidente, hasta ahora no ha dado resultados, al tiempo que castiga con el paro y la exclusión social a millones de ciudadanos, en especial a los del sur? ¿Cómo es posible que unos políticos se pongan de acuerdo en «castigar» a sus conciudadanos europeos de manera repetida?

Intentemos contestar a las preguntas.

La primera respuesta que encontramos es negar la mayor. Argumentan que la política de austeridad, a pesar de que está provocando mucho daño, está consiguiendo que casi todas las economías europeas estén creciendo y reduciendo los desequilibrios –por ejemplo, en España–. Dicen que se va en el buen camino. Eso sí, con sacrificios. Y, algunos añaden: «debido a su política anterior». Pero al final se superaran todos los obstáculos y los mercados volverán –como ya está sucediendo– a confiar en Europa. Por tanto no es cierto que el Pacto haya sido un fracaso.

La segunda respuesta tiene un carácter más práctico. El endeudamiento había llegado a unos extremos que los mercados se negaron a financiar. Que tarde o temprano se tenía que dar una devaluación interna, con desendeudamiento de administraciones y empresas.

Hasta aquí, la síntesis de las respuestas más esgrimidas. Imaginemos por un momento, haciendo un acto de fe, que no había otra alternativa a la «austeridad», aunque siempre existen otras soluciones. Europa, la del euro o la ampliada, ¿tiene que continuar aplicando el «catecismo» al pie de la letra? O, por el contrario, ¿se trata de una opción ideológica?

Las últimas elecciones europeas han sido un shock. Los partidos de la austeridad, los de la coalición alemana a escala europea, han comprobado cómo, de derecha a izquierda, el bloque hegemónico perdía aceptación al tiempo que en cada país surgían movimientos anti-algo, antieuropeos.

Pero algún incumbent como Renzi, presidente del Consejo de Ministros italiano, ha ganado con autoridad y con un mensaje de «nueva política» para Europa. Y se da el caso, si atendemos a las crónicas de los corresponsales en Bruselas, que Renzi tiene la llave de la gobernabilidad de la Comisión.

Como mínimo, está proponiendo algo más que flexibilizar el Pacto de Estabilidad. Por un lado, sugiere contabilizar el déficit público de otra manera a como se hace hasta ahora, por ejemplo, que ciertas inversiones en infraestructuras no cuenten como déficit público. Y segundo, que se dé un tiempo a los países que como Italia y España tienen demasiada deuda y desequilibrios presupuestarios para cumplir con el Pacto. A cambio debería profundizarse en las Reformas.

El BCE se ha dado cuenta que la actual política económica de Bruselas no podía seguir. Que nos conducía a la deflación de la que es muy difícil salir. Pero el BCE sólo puede hacer política monetaria. Y los problemas de Europa, de todo el continente, no de un país u otro, necesitan de una política más equilibrada y menos dogmática. Es, como mínimo, chocante que los banqueros centrales le enseñen a los políticos elegidos qué camino hay que seguir.

Europa deberá cambiar. No podrá hacer otra cosa después de los resultados electorales. Pero no va a ser fácil ni rápido. Alemania todavía cuenta demasiado y Francia cada vez menos. Y mientras tanto, España apoya la política alemana, insensible a los seis millones de parados, al tiempo que anuncia que va a bajar los impuestos a pesar del déficit monumental que arrastra.

Esperemos que las recientes elecciones europeas hayan servido para despertar las consciencias y hacer ver la realidad del panorama social y económico en que se encuentra la UE.

Deseamos que vaya acompañado de nuevas políticas y nuevos políticos.