Si Aragonés y Junqueras fueran andaluces votarían al PSOE

Los presidentes del Gobierno y la Generalitat podrían escenificar una desclasificación de documentos para mantener viva una cierta tensión pero sin llegar a dejar que la sangre llegue al río

Pedro Sánchez comparecerá el día 25 en el Congreso para dar cuenta de su actuación en el caso Pegasus. En su comparecencia ERC seguirá pidiendo que rueden cabezas, los republicanos imbuidos de un lenguaje revolucionario son explícitos en sus reivindicaciones, pero el Presidente del Gobierno, a una semana de empezar la campaña electoral en Andalucía, donde los datos de las encuestas auguran un resultado brillante para Vox y la derrota de su candidato, desaconseja realizar en breve más concesiones a los de Junqueras.

Pedro Sánchez no tiene prisa por celebrar la reunión apalabrada con Pere Aragonés en su breve encuentro en el marco de las jornadas del Círculo de Economía en Barcelona. La estrategia de Félix Bolaños de anunciar que el teléfono presidencial también había sido infectado y así desviar la atención del Catalangate no ha cuajado entre la opinión pública y una nueva cesión podría mermar las escasas posibilidades de victoria del PSOE en Andalucía.

Sánchez duda sobre cuál debe ser su nivel de implicación en la campaña andaluza, no quiere convertirse en lo que en política norteamericana se llama un pato cojo o líder amortizado, cuando aún tiene por delante un año y medio de legislatura y una presidencia de turno de la Unión Europea. Una derrota en Andalucía, tradicional feudo socialista, le colocaría en tiempo de salida.

Sánchez experimentó en Barcelona, durante su visita al Círculo de Economía, una incómoda sensación de abandono por parte de aquellos que en el pasado reciente le habían ensalzado. Feijoó era la novedad y su discurso sonó bien en los oídos de los socios del Círculo, todos ellos nostálgicos de los tiempos de los Pactos del Majestic y anhelantes de que Duran i Lleida reviva.

ERC tiene prisa por celebrar la reunión y demostrar que influye, Sánchez en su intervención en la sesión de control del miércoles dejó entrever que podría proceder a desclasificar documentos con el objetivo de dar satisfacción a ERC y evitarse, por ahora, como mínimo hasta después del 19 de junio, la incómoda foto rindiéndose, una vez más, a los pies de Pere Aragonés pero Margarita Robles se entromete en su camino.

La Ministra de Defensa se encaró, de nuevo, al portavoz republicano en el Congreso, Gabriel Rufián, al que afeó que en la sesión de la comisión de secretos oficiales no consultara papel alguno y acudiera a la misma con el discurso predeterminado. Robles, por segunda vez, más que insinuar señaló que la lectura de los documentos no deja en buen lugar a ciertos dirigentes independentistas y recomendó prudencia al portavoz republicano.

En este estado de cosas Sánchez podría optar por pactar con Pere Aragonés una desclasificación selectiva de documentos y evitar dejar en mala posición a su socio estratégico, con ello además podría conseguir un doble objetivo: además de dar satisfacción a ERC y permitirles alimentar su relato falso y victimista podría señalar a la judicatura, uno de los resortes del Estado de Derecho que más se le resiste y al que quiere domar.

El PSOE y ERC tienen objetivos y adversarios comunes. Mantenerse en el poder, robarle votos a Podemos y a su versión catalana (En Comú Podem) y necesitan ayudarse mutuamente para mantener un nivel de aparente tensión y discrepancia que satisfaga a sus filas pero que evite que la sangre llegue al río.

Si Aragonés y Junqueras fueran andaluces votarían sin dudarlo al candidato socialista, Juan Espadas y a su vez Pedro Sánchez anhela la consolidación de ERC en Cataluña por delante, obviamente de Junts, pero también de sus candidatos catalanes.