Simeone presidente

Caídos ya todos los trampantojos, se ha desvelado la situación política real: un gobierno en grave minoría que tiene que negociar hasta el aire que respira

Cuando se estaba fraguando la mayoría que a la postre dio la investidura a Pedro Sánchez, en medio de los ensordecedores aplausos y gritos de ánimo de una prensa súbitamente encantada ante un acuerdo tan bizarro, unos cuantos analistas advertimos de varias dificultades.

La primera, que una alianza que no era más que coyuntural fuese capaz de convertirse en una robusta mayoría para acometer los importantes retos de la España actual. La segunda, que dicha alianza confiase plenamente en un presidente del Gobierno con, digamos, escaso entrenamiento en cumplir lo pactado. Y, de postre, que el presidente actuase como tal en el Parlamento pudiendo plantearse retos más complejos que acordar el precio de los gin-tonics en la cafetería del Congreso.

Curiosamente, y en un ejercicio de prestidigitación tan voluntarista como estéril, casi todos los medios parecieron olvidar esta extrema debilidad fundacional de la criatura durante los primeros meses de gobierno marcados, primero, por las fanfarrias triunfales de su venida al mundo; después por el nombramiento de ministros al mejor estilo de la alfombra roja hollywoodiense; luego por el inesperado shock vírico y los consecutivos estados de alarma que han mantenido al país en una sorprendentemente apacible burbuja de excepcionalidad política; y, finalmente, por la depresión política y económica que ya tenemos encima.

Sánchez y la «baraka»

Antes de seguir con la narración, y aprovechando que el Pisuerga pasa por donde le da la gana, un apunte creo que necesario: me sorprende enormemente que el presidente Sánchez tenga fama de ser un tipo con “baraka”, de ser uno de esos políticos con suerte. Yo creo que no lo es, y estoy convencido de que él mismo es plenamente consciente de ello.

Ganó con gran esfuerzo, pétrea voluntad y acreditada fiereza la púrpura en su partido, fue destituido con deshonor por la nobleza del mismo y arrojado a las tinieblas exteriores.

Volvió a ganarse el derecho a encabezar la candidatura del PSOE a unas elecciones y, posteriormente y sin límite de causa, perdió escaños, los ganó, urdió una moción de censura, volvió a presentarse a otras elecciones que ganó sin mayoría suficiente para gobernar, fue de nuevo a elecciones, y cuando por fin pudo formar gobierno, va y le aparece el primer virus global en más de cien años dejando su programa de gobierno y al Gobierno mismo compuestos y sin novia. Yo no creo que esa sea la definición de la suerte en política, más bien todo lo contrario.

La corte milagrera de Sánchez

Pero volvamos a la actualidad más rabiosa. Nos guste más o menos, la moción de censura contra Rajoy y la posterior investidura de Sánchez, articularon esa extraña alianza entre PSOE y Podemos, a los que acompañaron en las votaciones importantes una corte milagrera compuesta por toda suerte de independentismos, nacionalismos e incluso algún exótico provincialismo ya sea por intereses, prebendas o incluso por convicciones (no sé, alguno habrá).

Una mayoría poco sólida, sí. Una mayoría extraña, sí. Una mayoría de corto recorrido, sí. Una mayoría interesada, sí. Pero una mayoría que, al fin y al cabo, comenzaba a funcionar con esos automatismos parlamentarios tan necesarios para dar contenido y recorrido político a una legislatura.

Las víctimas del coronavirus

Pues bien, a partir de ayer ya podemos anunciar que esa mayoría es otra de las víctimas de la pandemia y no la menor.

La fuga de ERC al voto contra Sánchez al descubrir de pronto, como el capitán Renaud de Casablanca, que (¡cielos!) el PSOE estaba negociando con otros partidos y su sustitución por una Inés Arrimadas tan necesitada de minutos televisivos que ni siquiera se ha dado cuenta de que tiene todas las papeletas para ser la próxima víctima de la acrisolada lealtad de Sánchez con quienes le sirven, son la primera manifestación del prematuro paso a mejor vida de la extraña alianza que llevó a Sánchez a la Moncloa.

Y así, de pronto, caídos ya todos los trampantojos, se ha desvelado la situación política real, tal y como salió de las urnas en las últimas elecciones, desprovista de fuegos de artificio. Con un gobierno en grave minoría que tiene que negociar hasta el aire que respira con socios cambiantes que además saben que deben exigir el pago de las prebendas pactadas por anticipado.

Partido a partido

Un gobierno que como el Cholo Simeone tendrá que ir partido a partido, alineación a alineación, penalty a penalty para sobrevivir.

Y todo esto además con un virus letal en nuestras calles.

Miren, si el Cholo se presenta a las próximas elecciones que cuente con mi voto. Al menos cumple con sus jugadores y sabe de qué va esto.