Sin legitimidad para la proclamación unilateral de la independencia

Las fuerzas soberanistas han ganado las elecciones catalanas. En aritmética parlamentaria, la suma de Junts pel sí y las CUP han alcanzado la mayoría absoluta de la Cámara autonómica al obtener 72 escaños (a la hora de cierre de este artículo), cuatro más de los 68 que marcan esa cifra mágica.

Pero es una victoria pírrica, aunque la habilidad en la mercadotecnia de los Mas, Romeva y Junqueras les permita presentarse ante los ciudadanos de Catalunya como los claros vencedores del reto que ellos mismos se habían fijado.

Es una victoria pobre porque si el partido de Mas compara los escaños obtenidos en estos comicios con los anteriores de 2012 es difícil ver motivos para la alegría. Junts pel sí ha conseguido 62 diputados, pero CiU ERC tenían 71 en el parlamento ahora disuelto. La pérdida de 9 escaños en una situación normal, en un país normal, hubiera sido una tragedia. No lo parecía así. 

Peor aún, no sólo Junts ha perdido 9 escaños respecto a los anteriores comicios. Con una participación histórica, muy superior a la de las elecciones del 2012, Junts ha sacado menos votos que CiU y ERC obtuvieron entonces. Alguien debería explicarbos el por qué de su alborozo en la noche electoral.

Éstas son las segundas elecciones que convoca Mas desde su investidura por primera vez en 2010 como presidente de la Generalitat y cada vez que lo ha hecho los resultados obtenidos han sido peores y se ha dejado un buen número de diputados por el camino.

Es una exigua victoria porque Mas pretendía convertirlas en un plebiscito sobre voluntad de los catalanes de avanzar hacia la independencia y la suma de sus votos y los de las CUP en el 47,6%, por debajo de la mitad mínima en que debe considerarse que los ciudadanos respaldan una propuesta. Ha perdido escaños y junto a las CUP no ha conseguido el 50,01% de los votos. Como venían advirtiendo todas las encuestas anteriores, los partidarios de la independencia no llegan ni de lejos a los porcentajes mínimos para poder liderar un proceso de esa envergadura. El tema está demasiado verde para DUIs o aventuras semejantes. Cuesta ver las razones de la satisfacción mostrada por Mas y sus compañeros de viaje.

Es una victoria lamentable porque de estas elecciones Catalunya no sale más fortalecida, sino más dividida; porque en el camino Mas ha perdido como aliados a los democristianos de Unió, de Duran i Lleida, a favor de las organizaciones anticapitalistas de las CUP, y ,en definitiva, porque probablemente Mas conseguirá ser de nuevo investido presidente de la Generalitat catalana pero con el apoyo de un grupo parlamentario muy heterogéneo y a 6 escaños de la mayoría absoluta.

Que la oposición que va a tener enfrente sea a su vez una amalgama de fuerzas de intereses contrapuestos no le legitima para presentarse ante el conjunto de los catalanes como el vencedor indiscutible de unos comicios y líder de un proyecto que hoy por hoy tendría la animadversión de al menos (y según como se realice) la mitad del pueblo al que dice representar.

Ahora bien, tan irresponsable sería que Mas se creyera lo que no ha sido y apretara el acelerador en ese viaje hacia tan incierto destino como que los grandes partidos españoles no valoraran correctamente la dimensión del soberanismo que se dado en los últimos años en Catalunya y la fuerza con que se ha manifestado en estas elecciones. Sólo un ciego, o un empecinado, o ambas cosas a la vez, no entendería la necesidad de unas profundas reformas políticas que recuperen para amplios sectores de la población un relato mucho más positivo de España como proyecto de futuro.