Síndrome postraumático

El "otoño caliente" que se nos avecina será desagradable, pero no tan "dramático" como el de hace un año

Este artículo no va sobre nuestro estado de ánimo tras las vacaciones; sobre este tema no tengo duda que podrá usted encontrar decenas de noticias a lo largo de estos días.

Este artículo versa sobre el ánimo del separatismo un año después de hundimiento y de haber provocado la crisis más grave que vivimos los catalanes en décadas.

Todos los indicadores económicos publicados en fechas recientes señalan un enfriamiento de la economía española. Según el Banco de España, 2,4% para el 2019 y 2,1% para 2020 frente al 2,7% de este año.

Eso traducido a usted y a mí significa esforzarnos bastante más para ganar menos… Lo siento. Pero estas previsiones no inquietan mucho ni poco al Gobierno de la Generalitat.

Prefiero a Torra sin hacer nada a que se esfuerce en amargarnos la vida

No hay previsión de celebración de pleno alguno en septiembre, aunque visto lo que hicieron en septiembre del año pasado, que no fue otra cosa que liquidar en un pleno de forma ilegal el Estado de Derecho, es muy de agradecer esta inacción parlamentaria fruto del desacuerdo entre partidos separatistas.

Prefiero pagar un sueldo a Quim Torra para que no haga nada que no pagar y que se esfuerce en amargarnos la vida.

El mundo político separatista, a las puertas de llegar al año de su momento más oscuro, sigue lamiéndose las heridas de lo que pudo haber sido y no fue. Un año más tarde la leve autocritica, que tímidamente afloró pocas semanas antes de las elecciones del 21 de diciembre, ha sido orillada.

Toda la acción política del separatismo se centra en reescribir la historia, justificar culpando a otros su fracaso, luchar entre ellos y amenazar a todos: Gobierno de España, población catalana desafecta a su causa, etc…

De Torra sabemos que tiene una capacidad de desprecio a todos los que no somos como él y una dosis de sectarismo infinita pero hasta ahora solo da señales de querer pasar el Rubicon desde una perspectiva dialéctica pero no práctica.

Ahí reside la gran diferencia entre este otoño que se nos avecina y el anterior. Si bien este otoño conseguirán que sea verdaderamente desagradable no será “dramático” como el que nos regalaron hace 12 meses.

Sánchez ya recordó a Torra que la aplicación del 155 depende de Torra

De convocar un pleno para derogar el Estatut y la Constitución a convocar una charla para el día 4 donde nos tachará a todos los discrepantes de fascistas y afirmará que va a desacatar la ley hay más que un paso. Es cansino, es aburrido, es incluso estresante, pero no es igual de grave.

Pedro Sánchez llego al Gobierno de España y ofreció diálogo y afirmó que era el momento de la política. 

Ha pasado muy poco tiempo, ni tres meses, y una vez comprobado en primera persona cómo se las gastan los amigos de Carles Puigdemont, ya Sánchez se ha visto en la obligación de recordar a Torra que la aplicación del 155 en realidad depende de lo que haga el mismo Torra. A las 24 horas se automatizó pero ya lo había soltado.

Seguramente el presidente del Gobierno llegará pronto a la conclusión de lo obvio, que no es otra cosa que el estado ideal del separatismo no es el diálogo, ni la política, sino el agravio y la confrontación.

Por eso el separatismo provocará, provocará y provocará para tensionar la situación al máximo, cosa que les conviene para que sus perfomances de las próximas semanas tengan el éxito deseado.

Sánchez cometerá un error si confía en que el Pdecat o ERC paren los pies a Torramont. Ahora ya sabemos que siempre consiguen imponer sus tesis, así que el presidente del Gobierno debe prepararse para lo peor.

Lo que nos espera

Vamos a la huelga general el 1 de octubre, lo propone la ANC que es lo mismo que decir que lo propone Torramont, y con la huelga vendrán disturbios y lio como antesala a lo que Torra llama «momentum» que es otra cosa que los días del juicio a los políticos procesados.

Ni tan siquiera es descartable que antes de que estos se celebren desde la Generalitat les liberen buscando la confrontación total.

Todo ello tendrá por objetivo, no la consecución de la independencia sino el mantenimiento en el poder del separatismo y la consecución del indulto para sus líderes políticos tras los juicios.

No se puede poner en el mismo saco a los que ponen lazos y los quitan

Ya dijo Elsa Artadi que aprovecharían cualquier resquicio de debilidad del Estado. Además, así lo apunto Íñigo Urkullu, que nunca da puntada sin hilo, hace unos días: ¿Por qué no liberar a Oriol Junqueras para acabar con Puigdemont?

En este estado de cosas el resumen de las próximas semanas es el siguiente: el separatismo ha pasado de tener por objetivo la separación a tener por objetivo la confrontación. El lio por el lio a cualquier precio sin importar las consecuencias económicas ni sociales.

Discrepo, pues, de todos aquellos que ponen en el mismo saco a los que ponen lazos y los quitan y llaman a la tranquilidad de “ambos bandos” de forma equidistante.

No hay bandos. No tienen la misma responsabilidad el que tiene el poder, incluido la fuerza policial –Mossos– y los medios de comunicación –TV3 y demás–, y lo usa para imponer, usando la coacción, un relato que incluye un paisaje uniformizador, tal como era Cataluña antes de la manifestación del 8 de octubre de 2017, que la parte de la sociedad que se resiste y protesta ante este atropello antidemocrático que convierte a las víctimas y los agraviados en agresores.

La no respuesta, la no resistencia daría alas al separatismo, de raíz xenófoba –solo hay que leer a Torra–, y las consecuencias serían aún peores. ¿Cuánto tardarían en empezar con las detenciones arbitrarias –tras la legislación arbitraria todo es esperable– en caso de no tener en frente a valientes que resisten a su embestida totalitaria?

Pero no sufra, amable lector, en exceso. Este otoño no va de independencia, va de la supervivencia del independentismo.

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