Tocata y fuga de la Constitución

Nuestra democracia tiene fiebre. Varios ministros y socios de Pedro Sánchez atacan al Rey, el inquilino de la Moncloa se inhibe.

La gente sigue contagiándose y enfermando. Muchas empresas y comercios, cerrando. Preocupados por la segunda ola de la pandemia peor gestionada de toda Europa. Pero nuestros gobernantes, incapaces de gestionar esta crisis, van creando nuevos problemas. Persistiendo en el error. El de politizar el desastre del coronavirus haciendo cálculos partidarios y llevando al país a un estado crítico mientras a nuestro alrededor los gobernantes de Portugal, Alemania o Italia pasan los deberes a limpio plantando cara al virus con criterios técnicos y científicos. Como debe ser.

Aquí, no. En julio nos dijo Pedro Sánchez que ya habíamos vencido al virus y que teníamos que salir a ganar la calle y los comercios. Y nos encontramos en esta segunda oleada metidos hasta el cuello en el barrizal del enfrentamiento político. Por voluntad del gobierno. Que, mientras siembra el caos en la resolución sanitaria, desempolva disputas que dormían el sueño de los justos desde la Transición. Los herederos de Zapatero, el sanchismo (quedan pocos rescoldos de la hoguera del PSOE) y el populismo comunista, transitan acomodados en la confrontación.

Pedro Sánchez​ dijo en julio que ya habíamos vencido al virus

Enredados en promover bandos, humillando al Rey, cambiando de nombre a estaciones y calles, blanqueando la historia de los miserables de la Guerra Civil, que los hubo en los dos bandos. Están dando una imagen lamentable. Como si les importara poco la salud de los ciudadanos.

Están jugando en otra liga. Van a por todas con la polarización. Hemos retrocedido unos lustros en nuestra democracia. Creíamos que la Constitución había sellado el espíritu del consenso con la superación del odio. Y de hecho así fue durante un largo paréntesis de juego (más o menos) limpio.

Pero poco queda ya de los cimientos del entendimiento. Zapatero dejó el pabellón bien alto en esta cruzada. Pero la llegada de Podemos a la política, y su entrada hasta la cocina de la Moncloa, ha traído la división entre ciudadanos con un plan de desmantelamiento institucional, con la intención indisimulada de cambiar de régimen llevándose por delante a la monarquía parlamentaria.

Aunque legalmente esa hoja de ruta sea inviable — se necesitan mayorías cualificadas para cambiar la Constitución—  la mitad del gobierno trabaja en esa dirección, prácticamente la otra mitad permanece silente y el presidente se dedica a culpar a la oposición de inventarse ataques prácticamente inexistentes. Porque el poder de Pedro Sánchez se alimenta del pasto que le proporcionan populistas y nacionalistas.

La batalla de Madrid, amén del espectáculo bochornoso que está ofreciendo, nada se parece a una pugna sanitaria. Por mucho que se haya empeñado el ministro sin competencias, Salvador Illa, en dar a este pulso de la peor calaña, un barniz sanitario.

Desde que contraprogramó la rueda de prensa del consejero de Madrid, su empeño en exagerar, hasta el teatro, el estado sanitario de la comunidad ha quedado en evidencia. Para fijar la idea de la insolvencia de su presidenta contra la que los socialistas están maquinando una moción de censura. En cuanto flojee un poco más Ciudadanos y Gabilondo supere sus prejuicios democráticos, el sueño de Sánchez de hacerse con el poder en Madrid que no le dieron las urnas a su partido, estará cada vez más cerca.

Salvador Illa se ha empeñado en exagerar el estado sanitario de la CAM

Pero la bronca del Congreso disparó el termómetro. Nuestra democracia tiene fiebre. Varios ministros y socios de Pedro Sánchez atacan al Rey, el inquilino de la Moncloa se inhibe. Pero si la oposición defiende a La Corona, les acusa de querer patrimonializar la imagen del monarca. ¿No se puede defender al Rey?¿No se puede llevar la contraria al independentismo? En eso está el gobierno.

El PNV echando fuego a la hoguera. Criticando al monarca por su silencio sabiendo que el rey no puede defenderse. La Constitución frenó el golpe secesionista de 2017. Con el discurso del Rey, que propició la aplicación del artículo 155, y la actuación de la Justicia. Pero ahora Pedro Sánchez gobierna con quienes quieren laminar la Carta Magna. Si la Moncloa considera ( a excepción de la ministra Margarita Robles) que el Rey está “maniobrando contra el gobierno”, habrá que concluir que al Rey no hay que defenderlo por cuestiones de seguridad en Cataluña.

Al Rey hay que defenderlo de un gobierno que le está haciendo ‘luz de gas’. Hemos llegado a un extremo en el que corear un viva el Rey en un acto judicial escandaliza a un ministro. Y en el que a Bildu (ya blanqueado de su historia de complicidad con ETA de la que no reniega) se le aplaude en el Congreso desde la bancada socialista. El andamiaje constitucional cruje. Desde el gobierno le están rompiendo los puentes.