Presionado por el Gobierno o por decisión propia, el gobernador del Banco de España ha protagonizado una sonada espantada al abandonar el cargo un mes antes de que terminara su mandato. Ha creado un alarmismo en los foros financieros internacionales muy superior a la “responsabilidad” a que la se ha acogido Fernández Ordoñez para explicar su marcha. El precedente que se crea es de imposible comparación en un organismo que goza de un estatus regulado por una Ley de Autonomía desde 1994 que ha saltado hecha añicos y a la que a partir de ahora va a ser difícil acogerse.
En el Banco Central Europeo (BCE), la conmoción ha sido grande y nadie esperaba una decisión de esta magnitud, dado el daño que podría crear en la imagen de España. Hasta el punto de que el fuerte alegato del presidente del BCE, Mario Draghi, contra como se ha llevado el asunto Bankia es interpretado como una despedida solidaria del organismo para quien ha sido el representante de España en los últimos años.
El gobernador del Banco de España se va incumpliendo su mandato y su marcha encaja con el significado argentino de la obra más conocida del para muchos eximio e inigualable rey de la música de todos los tiempos, Johann Sebatian Bach, Tocata y Fuga: sinfonía inconclusa.
Solo así puede calificarse la espantada del gobernador por mucho que esgrima como excusa que «ha habido una campaña de desprestigio enorme” o que “es capital respetar que el Gobierno quiera que permanezca en silencio en esta complicadísima situación». Campañas contra una institución autónoma como el Banco de España, siempre las ha habido y las seguirá habiendo. Para muchos, la defensa de esa autonomía es lo que el gobernador ha echado por tierra con su marcha y el daño causado, tanto a nivel nacional como internacional, se verá en el futuro.
Muchos analistas consideran que la marcha de Fernández Ordoñez no deja de ser el reconocimiento de un fracaso en su estrategia de hacer frente a la más grande crisis financiera con la que se ha tenido que enfrentar España y cuya labor ha quedado inconclusa.
A estas alturas, el gobernador puede esgrimir todo tipo de argumentos, pero la realidad indica que la realidad le ha pasado por encima y que el adversario le ha superado con holgura.
La crisis del sistema financiero, fundamentalmente protagonizada por las cajas de ahorro, ha ganado el pulso, aunque a la postre aquí haya perdido todo el mundo: la imagen de España, la confianza de los mercados en nuestro país, el sistema financiero español, el Gobierno y, en última instancia, el prestigio del Banco de España.
Hoy, una tropa de eruditos de pasillos acusa al Banco de España de no haberse enterado de la génesis y desarrollo de la crisis, aunque quizá lo que ha ocurrido es que o se ha mirado para otro lado o no se ha tenido el suficiente apoyo para hacer frente a la magnitud del problema, cuyo origen es claramente de carácter político.
Hace once años, el 18 de Abril de 2001, al poco tiempo de llegar al Banco de España el antecesor de Fernández Ordoñez en el cargo, el entonces gobernador se fue a la Asamblea de la Confederación Española De Cajas De Ahorros (CECA) a leer la cartilla a las centenarias instituciones financiera, en la creencia de que la auctoritas del Banco de España sería suficiente para detener la que se venía encima.
Caruana les conminó a reafirmar su carácter de entidades de crédito por encima de otras consideraciones; a desarrollar un grado de auto moderación en aquellas actividades y riesgos más alejados de su propia naturaleza; a ser entidades solventes y gestionadas con criterios económicos y financieros correctos; a desarrollar un estricto sentido de la prudencia; a no tener un crecimiento del crédito por encima de determinados niveles, al ser un importante factor de riesgo; a ser conscientes de que las inmovilizaciones permanentes en inversiones en empresas industriales con vocación de control o de influencia notable en la gestión, representan compromisos a largo plazo con responsabilidades adicionales, si sobrepasan determinados límites; a la una gran transparencia y amplia participación en la definición de su estrategia; a recortar sus gastos de estructura; a dotarse de un código de buen gobierno en línea con principios de los códigos existentes en aquel momento; a dedicar importantes esfuerzos a la gestión de riesgos; o a no usar las preferentes para financiar políticas de expansión en nuevas actividades o mercados o a que se comercializaran a través de las redes de las entidades, ya que ello plantea riesgos para el tomador, implica cierta opacidad en los precios y supone la asunción de riesgos adicionales a las entidades, entre ellos el reputacional.
El resultado estuvo entre el corte de mangas y la declaración de enemigo público número uno por parte de una cajas plagadas de representantes del sistema que no estaban dispuestas a que nadie les dijera como se tenía que gestionar el negocio, pero en ningún caso la reacción fue suficiente como para que la máxima autoridad hiciera mutis por el foro.
No está en los libros que ser gobernador del banco central de un país sea una tarea fácil. Ahora, Fernández Ordoñez y su maestro Solbes, tendrán más tiempo para analizar su papel en la política económica de los últimos años.
**Carlos Díaz Güell es editor de ‘Tendencias del Dinero’, publicación ‘on line’ económico-financiera de circulación restringida