Trumpantojo

No importa ni la orientación política, ni el origen social ni las condiciones de acceso al rango de gobierno para que se produzcan actuaciones de corte nepótico

Trampantojo: dícese de la ilusión óptica o trampa con que se engaña a una persona haciéndole creer que ve algo distinto a lo que en realidad ve; especialmente, paisaje pintado en una superficie que simula una imagen real.

El término trampantojo es una apócope de “trampa ante ojo”, expresión que procede del francés “trompe-l´oeil” o “engaña el ojo”. Esta técnica pictórica e incluso arquitectónica muy usada desde la antigüedad, supone el engaño a través de la perspectiva o la escenografía; en la actualidad es muy utilizada en la fotografía, especialmente en la denominada como “perspectiva forzada”. Son esas fotografías que se realizan en numerosas ocasiones por parte de los turistas como resulta ser la tópica de parecer que se sostiene la torre inclinada de Pisa.

Tomamos esta fórmula como referencia para poner de manifiesto una situación que se produce cada vez más y con mayor referencia en estos oscuros momentos para la democracia en todo el mundo. Y afecta a la ficción que supone suplir la presencia del nominal por alguien cercano, en concreto por el engaño que implica trasladarle la representación a un familiar directo. Eso, en su momento, antes de la posverdad, se llamaba nepotismo. Si volvemos al mundo de las definiciones, el nepotismo consiste en el trato de favor hacia familiares o amigos, a los que se otorgan cargos públicos por el mero hecho de serlo, sin tener en cuenta otros méritos.

Radicalmente opuesto a la meritocracia, el neopotismo se estima claramente negativo y propio de comportamientos corruptos, incluso abiertamente contrario a una referencia de tal magnitud como es la Declaración Universal de los Derechos Humanos, donde, en su numeral 2 del artículo 21 establece que “toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país”.

Pongamos dos ejemplos como evidencias de comportamientos nepotistas que, como un trampantojo político, pudieran no parecerlo. Desde hace ya algún tiempo, estamos asistiendo a la revelación de Ivanka Trump, hija del presidente de EE UU Donald Trump, como una consumada vicepresidente en ausencia del presidente padre. Todo ello sin haber sido nombrada ni elegida de manera democrática resultando ser simplemente “consejera”. Parece como si, pero no lo es. Curiosa manera de introducir a alguien en funciones que no le corresponden. Nada de ello tendría importancia si esta situación se estuviese produciendo en las empresas de Trump, pero ocurre en las funciones del mandatario de la primera potencia mundial. Una más de las trapacerías de un bufo presidente que no tiene rubor alguno en hacer y deshacer a su antojo.

Otro ejemplo notable lo supone la posición que ocupa la mujer del actual presidente de Nicaragua, Rosario Murillo. Sin más méritos que ser la mujer del presidente Daniel Ortega. La Chayo”, como se la conoce popularmente, se ha convertido en vicepresidenta para el cuarto gobierno de cinco años de su marido, ya como mandataria de facto, dejando a un lado su mero papel de primera dama. Todo queda en casa.

No importa ni la orientación política, ni el origen social ni las condiciones de acceso al rango de gobierno para que se produzcan actuaciones de corte nepótico. Hay teorías sobre el nepotismo de corte biológico que estiman que este tipo de comportamientos tienen una raíz socio-biológica, es decir, que se producen por cuestiones de preservación genética; nos caen mejor y confiamos más en aquellos que llevan genes afines o con quienes compartimos inquietudes. Será. Pero en un ámbito público, este tipo de compartimientos son, sin duda, reproblables.

Pero el trampantojo puede volverse más complejo y alambicado; y el trumpantojo todavía más. No contento con adornar sus bufonadas con la oxigenada presencia de su hija Ivanka, Trump nos obsequia ahora con la llegada de un vástago nuevo para conservar la genética paterna. Llega Donny, el halcón más bronco de la dinastía e hijo mayor de Donald, quien ya acuñó su propia doctrina: “pongamos fin a la agenda de lo políticamente correcto”. Pues procedamos y sigamos así su ejemplo: la presidencia de un país democrático no es heredable ni trasladable familiarmente, majaderos.

 

Manuel Carneiro Caneda es consejero delegado IFFE Business School