Ucrania: algo más que gas
La crisis de Ucrania y la intervención de Rusia en el conflicto ha mantenido en vilo a medio planeta por unos días. Pero han bastado unas palabras de Putin para que los mercados recuperaran en un día casi todo lo perdido el día anterior.
Los mercados apuestan por una crisis que al final no terminará en guerra y por el diálogo directo entre las nuevas autoridades de Ucrania y Rusia, así como el referéndum sobre Crimea que se celebrará antes de que finalice marzo y que traerá la calma a esa histórica y convulsa región.
Dicen los estadistas que tras todo conflicto subyace una cuestión económica. En este caso, los observadores se inclinaron, con una inusitada rapidez, a apuntar al sector energético como causa y desencadenante de los problemas que el conflicto traería consigo.
Lo cierto es que las importaciones de gas natural de la Unión Europea (UE) a Rusia han ido reduciéndose, aunque siguen sumando más del 30% del total. El gas natural ruso llega hasta la UE a través de diferentes gasoductos: tres directos a Finlandia, Estonia y Letonia, cuatro a través de Bielorrusia y cinco a través de Ucrania.
La importancia de Ucrania ha disminuido desde la crisis del invierno de 2009, cuando cortó el tránsito de sus gasoductos durante 13 días, creándose diferentes alternativas como son el Nord Stream, gasoducto que va directo a Alemania a través del Báltico y el South Stream, gasoducto que, a través del mar Negro, llega a Turquía. Entre ambos podrían suplir toda la corriente de gas que llega desde Ucrania.
Con todo, de mantenerse la tensión, podría afectar parcialmente al suministro y al precio. En este sentido, los países más expuestos, dada su mayor dependencia al gas ruso proveniente de los gasoductos ucranianos, serían los del sureste de la Unión, especialmente Bulgaria, Eslovaquia, Grecia, Austria y la República Checa.
Sin embargo, la crisis ucraniana esconde un problema de mucha mayor dimensión que, sorprendentemente, los expertos no han reflejado en los medios de comunicación y que tiene que ver con la creciente relevancia internacional del Mar Negro como nuevo centro del comercio de cereales en un momento en que el cereal ha adquirido un nuevo protagonismo estratégico, económico y político en las relaciones internacionales. Y, al tiempo, la casi nula presencia portuaria hoy de Rusia en el Mar Negro.
La tesis es del que fuera ministro de Agricultura con UCD, Lamo de Espinosa, quien hace más de cinco años –octubre de 2008– publicaba en la tercera de ABC un artículo titulado “Otra visión del conflicto entre Rusia y Georgia” en donde se analizaba esta cuestión agraria poco tratada y cuyo último párrafo decía lo siguiente:
“Comprenderán los lectores que mi pensamiento vaya hoy, no por los cauces que se leen en la prensa cotidiana (petróleo, gas, reservas de crudo, etc), sino por estas otras razones agrarias y bioenergéticas (biocombustibles) que pueden ser altamente interesantes para Rusia y que, de ser ciertas, confirmarían una amenaza creciente sobre Ucrania por sus puertos profundos y sus enormes producciones agrarias actuales y, más aún, potenciales. Y en tal sentido, lo de Georgia y Abjasia sería simplemente eso que llamamos en términos teatrales “un ensayo general con todo”. Mal haría la UE en esa su no-política exterior, casi inexistente y siempre algo vergonzante, si no fuera capaz, ante este envite de Rusia, de reaccionar con firmeza. Y esa firmeza no admite más que una solución: integrar cuanto antes a Georgia y sobre todo a Ucrania en la UE. Esa es la solución que habría que instrumentar cuanto antes. Lo demás serán paños calientes y no harán sino alimentar al monstruo dormido. Y no olvidemos que una inacción semejante respecto a Checoslovaquia y los Sudetes fue lo que, a la postre, condujo a la II Guerra Mundial”.
Sea como sea, la realidad es que la situación de Ucrania es un factor desestabilizador para los mercados emergentes que vienen acusando las muestras de enfriamiento en China y la retirada de liquidez por parte de la Fed.
El ahorro global sigue buscando destinos más seguros, lo que ha provocado que el yen se haya apreciado con respecto al dólar más de un 1,0% y el franco suizo cotice en máximos desde octubre de 2011. También el oro reafirma su papel de activo refugio.