Un gobierno pato rengo

El Ejecutivo de Sánchez ya no es capaz de seguir el ritmo de la bandada y, por lo tanto, es blanco de todo tipo de depredadores políticos

Pato rengo es la denominación que se le da a alguien que se halla en un cargo electivo cuando se aproxima la fecha en que debe dejarlo. La expresión, en su literalidad, hace referencia a un pato que ya no es capaz de seguir el ritmo de la bandada y que, por consiguiente, es blanco de todo tipo de depredadores políticos.

En este estado ha quedado el presidente Pedro Sánchez y su Gobierno después de salvar por los pelos la convalidación de su cuarto Real Decreto-ley sobre la pandemia del Covid-19 en el Congreso de los Diputados. Ha debido recurrir al voto del grupo parlamentario de Ciudadanos para tapar las gruesas vías de agua abiertas por sus socios de moción de censura (al presidente Mariano Rajoy) y de investidura.

¿A quién se le ocurre confiar en ERC, en los Bildu, en los JxCat y otros enseres parecidos? Solo a un aventurero falto del rigor y del buen hacer gubernamental del PSOE de otros tiempos. Claro que, digámoslo todo, en el llamado “régimen 78”, bautizado así por su socio de gobierno, Pablo Iglesias, y su socio parlamentario, Gabriel Rufián, no se dio la memez y la simpleza que dominan hoy toda la política nacional.

No hay solvencia. La prueba está en los debates parlamentarios. Ni tampoco hay un mínimo de profesionalidad en el fondo y de decoro en las formas. Hablan, y hablan, y vuelven a hablar de la infección llegada de China, cuando no hay ni un solo experto en todo el mundo que sepa de qué va la cosa.

Debería empezarse por ahí: diciendo a los ciudadanos que Gobierno y oposición, todos, van a tientas y a ciegas, como el título de la novela de Marta Portal, con la diferencia que su libro distrae y educa, mientras el virus esparcido desde Wuhan infecta y mata.

No es necesario andar con rodeos. Una mayoría muy mayoritaria de la población española reclama saber la verdad. Y la única evidencia o certeza existente en todo el mundo –con la duda del régimen comunista de China, la gran callada– es el socrático “sólo sé que no sé nada”. Pero esto, siendo un axioma, parece que esté descartado del único diccionario del que beben los políticos españoles.

Estamos parados y aturdidos por tantas sandeces soltadas

Quizás por ello dominan el eufemismo y el barbarismo. Se están inventado palabras, como bien dijo la RAE, para silenciar la ignorancia que los acompaña. Su propósito común es confundir a la población y no asustarla en demasía. Para permanecer en el cargo ni que sea a costa de los 25.857 fallecidos y de los que vengan a incrementar este terrible número.

En el último número de la revista mEDium #4, del grupo editorial ED, Carlos Lareau se desgañitaba argumentalmente por mejorar la calidad institucional de nuestro país. Entre otras cosas de alto interés para los ciudadanos con sed de información de calidad, decía que “la provisionalidad política de los últimos años explica la tardanza en abordar los cambios necesarios”. Cierto.

Sin embargo, lo que no podía llegar siquiera a intuir mi compañero analista es que la institución alrededor de la cual gira toda nuestra democracia –las Cortes Generales– se convertiría en escenario de un inacabable ballet de estúpidos. Por algo decía Josep Pla que nuestra sociedad es infantiloide.

El escritor de Llofriu se refería a la sociedad catalana, por supuesto, pero todo mal tiende a escamparse. Ahí está el estupendo descorche realizado por algunos presidentes autónomos, con Quim Torra al frente de la gansada, contra el Gobierno de España y el menosprecio de este respecto de quienes también son Estado, las comunidades autónomas. Viaje de ida y vuelta a ninguna parte.

Estamos en periodo de pato rengo. Parados y aturdidos por tantas sandeces soltadas. La cojeante ave e incluso sus adversarios políticos temen la factura electoral. Llegará, seguro, a pesar de que el gran Giuliano Andreotti se nos fue habiéndonos legado un latigazo: En las novelas policíacas siempre se encuentra al culpable, en la vida real casi nunca ocurre”. Pero contrariando al general MacArthur, llegará.