Un otoño negro

El desconfinamiento, las vacaciones y los ERTE han generado una sensación de cierta calma a nivel social que poco tiene que ver con la realidad

El Gobierno pecó de imprudente cuando, a finales del pasado mes de junio, levantó el estado de alarma y alardeó de haber vencido a la pandemia, al tiempo que anunciaba una rápida recuperación económica en forma de V, lo cual, por desgracia, no se va a producir.

Tanto es así que el presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, reconoció la semana pasada que España tardará, al menos, tres años en recuperar el nivel de riqueza previo a la crisis del coronavirus.

Por el momento, el largo y duro confinamiento decretado en marzo se ha traducido en una caída del PIB del 18,5% en el segundo trimestre con respecto al primero y del 22,1% en comparación con el mismo período de 2019.

Nunca antes en tiempos de paz se había producido un desplome semejante, pero es que se tuvo que paralizar, literalmente, el grueso de la actividad productiva para poder frenar los contagios y, de este modo, evitar un colapso sanitario cuyas consecuencias serían devastadoras.

Todos los países afectados por la Covid-19 han sufrido, en mayor o menor medida, a nivel económico, pero, a diferencia de España, muchos se recuperarán antes.

El problema aquí, es que, por un lado, todavía no se ha logrado mantener bajo control la enfermedad, de modo que las restricciones continúan y, por tanto, la actividad de numerosos sectores se resiente, mientras que, por otro, buena parte de la economía depende del turismo, siendo ésta la actividad más golpeada por el coronavirus.

En otoño, la crisis económica empezará a mostrar su verdadero rostro

España es el segundo país más visitado del mundo, tan sólo superado por Francia. El pasado año, recibió un total de 84 millones de turistas internacionales, cuyo gasto superó los 92.000 millones de euros. El turismo representa cerca del 12% del PIB nacional y emplea a más del 13% de la fuerza laboral si se incluye la industria del ocio y el transporte de pasajeros.

Y, aunque en los últimos años se ha diversificado la llegada de visitantes gracias al auge de China, Rusia y otros países emergentes, los principales emisores siguen siendo Reino Unido, Alemania y Francia, con el 44% del turismo internacional que recibe España.

El sector confiaba en que la reapertura lograría salvar al menos parte de la campaña veraniega de julio y, especialmente, agosto, pero el aumento de los contagios ha vuelto a situar a España a la cabeza de los países afectados, colocándolo así en la lista negra de lugares a evitar, con lo que la ansiada llegada de extranjeros, finalmente, no se producirá.

Su efecto sobre el PIB y el empleo será relevante y duradero, sobre todo en las regiones más dependientes del turismo internacional, como es el caso de Baleares, Canarias, Cataluña, Comunidad Valenciana y Andalucía. Casi el 30% del empleo de las islas, por ejemplo, está vinculado a este sector, con lo que el golpe será dramático.

El fin del confinamiento, el disfrute de las vacaciones y la anestesia inducida gracias a la prolongación de los ERTE ha generado una sensación de cierta calma a nivel social que poco o nada tiene que ver con la realidad.

Se avecina un otoño negro y será entonces cuando la crisis económica empiece a mostrar su verdadero rostro.