Una coreografía ministerial para Miquel Iceta

Como el nuevo ministro de Política Territorial y Función Pública, Miquel Iceta no dejará desencantado a nadie

El líder del PSC, Miquel Iceta, y la líder de En Comú Podem, Jéssica Albiach, durante el pleno del Parlament del 12 de noviembre de 2019. Foto: EFE/QG
El líder del PSC, Miquel Iceta, y la líder de En Comú Podem, Jéssica Albiach, durante el pleno del Parlament del 12 de noviembre de 2019. Foto: EFE/QG/Archivo

Un baile catapulta o hunde. Una danza discotequera en un escenario público y junto a un candidato, que después se convirtió en presidente, puede anular la carrera de un político o impulsarla.

Y es que ese día, Miquel Iceta pasó a convertirse en un político simpaticón, natural y divertido por encima de un político negociador, algo Maquiavelo, capaz de buscar el resquicio más diminuto para acercarse al objetivo.

En la historia de los últimos 40 años, tanto del PSC como del PSOE, Iceta ha estado en todas. Desde la Joventut Socialista que liderara un olvidado Xavier Soto, o la secretaría de formación en la época de Josep Maria Sala en los primeros años 80, hasta convertirse ahora en ministro de España.

Su sentido del humor y las ganas de extraer al otro una sonrisa sólo son una forma de utilizar la empatía en una negociación cualquiera. Eso, junto a sus horas de vuelo, hacen de Iceta un animal político en su máxima expresión.

Estuvo cuatro años, que no son pocos, analizando desde Moncloa una sociedad cambiante y convulsa. Eran los tiempos de Narcís Serra vicepresidente y de todo tipo de corrupciones gubernativas.

Encontró fórmulas para mantenerse en primera fila cuando el PSOE se quedó en una oposición muy incómoda al no encontrar a un líder sólido. Durante aquellos días de Joaquim Almunia y la posterior gestora presidida por Manuel Chaves, Iceta decidió salir del armario y convertirse en el primer político que reconocía su homosexualidad.

Después llegaron las tensiones con la maquinaria del PSOE para situar a José Montilla dentro de la dirección socialista de Ferraz y, posteriormente, aquel pacto para que nadie de la gestora, presidida por Javier Fernández, asistiera al congreso de los socialistas catalanes. “No es el momento adecuado”, declaraba Iceta.

Así que el nuevo ministro es un portento en encontrar flecos por donde convertir y anclar su mensaje como el bueno. Un bálsamo, entre otras muchas cosas, con los compañeros gubernamentales en el consejo de ministros del partido de Pablo Iglesias.

¿Valentía o ingenuidad? De lo segundo, el ministro Iceta tiene cero

Son muchos los socialistas catalanes que consideran que ha sido su generosidad la que ha provocado el cambio de candidato presidencial a la Generalitat. Pero lo cierto es que la atracción que siempre ha tenido hacia lo institucional, hacia la alta administración pública, lo debió convencer rápido.

Ya tuvo una oportunidad, frustrada por ERC, para llegar al mayor rango del Estado. Fue la propuesta realizada para convertirse en presidente del Senado. De aquello se habló mucho, pero durante poco tiempo. Cosas de la política. De esa operación siguen latiendo ciertos enfados muy marcados. Sobre todo, el de Oriol Junqueras al nuevo ministro.

Son justamente los indultos, un pastel que Iceta abrió en el peor momento, el espacio más resbaladizo que tiene por delante el político catalán. Una excesiva torpeza llena de valentía lo ha conducido, en demasiadas ocasiones, a caminos con curvas.

¿Valentía o ingenuidad? Pues de lo segundo, el ministro Iceta tiene cero. Pero nadie puede negar que demasiada sinceridad puede acabar siendo el enemigo número uno para el que utiliza la cercanía y el buen rollo como herramienta política.

Como ministro de Política Territorial no dejará desencantado a nadie. Tendrá la oportunidad de poner en práctica algunas de las ideas que ha ido desarrollando durante sus años de diputado en el Congreso y en el Parlament: encajar las autonomías en España, con el hecho diferenciador de las consideradas históricas.

De entrada, eso casa mal. La política española se basa en una tensión declarativa que sustentan la mayoría de los mensajes políticos. Los de derecha, los de izquierda, los periféricos y los centralizados. Y así seguirá siendo, de momento, porque no hay nadie que plantee algo diferente. Es lo que hay. Una trifulca continua que se balancea según quién esté gobernando.