Una persona, un voto
«La actitud determina la elección, y la elección determina los resultados»
Jim Rohn
Escribo estas líneas unos días antes de las elecciones sin más información que lo que predicen los sondeos: una victoria de Junts pel Sí que probablemente sumará con los de la CUP más de 68 escaños en la cámara catalana, es decir, mayoría absoluta. Ese resultado será consecuencia de la ley electoral vigente, que premia con mayor representación a las circunscripciones menos pobladas (Tarragona, Lleida y Girona) en detrimento de Barcelona, donde reside más de la mitad del censo de Catalunya. Una ley electoral de ámbito estatal, por cierto, ya que es conocido que el Parlament ha sido incapaz de aprobar una norma electoral propia desde su restitución y la promulgación del primer Estatuto de Autonomía en 1979 (cuya Disposición Transitoria Cuarta sigue aún vigente).
Pero como también es público y notorio, esa mayoría absoluta en escaños no tiene por qué ir acompañada de una mayoría de votos, y así lo prevén todas las encuestas publicadas durante la campaña. Así que ya avanzo que si esa mayoría en votos se consiguiera, en mi opinión el Parlament estaría legitimado para iniciar un proceso hacia la secesión. En caso contrario, si el resultado no supera el 50% de los sufragios emitidos, creo que el proceso queda automáticamente desactivado. Por dos razones.
La primera, porque en un tema tan trascendente como este, mi voto (en Barcelona) no puede valer menos que el de un ampurdanés o alguien que reside en las Terres de l’Ebre. Ni más ni menos. Entiendo que a la hora de obtener representación, por mor de la ley electoral, un diputado de Lleida «cueste» menos votos que uno de Barcelona. Pero para decidir si nos vamos de España o no (al menos si lo intentamos), de ninguna de las maneras. Me niego a aceptarlo.
No me sirve la excusa de que no nos dejaron convocar un referéndum. No es un argumento para devaluar mi voto. El President de la Generalitat anticipó estas elecciones precisamente porque no le permitieron organizar una consulta legal. Y desde las filas independentistas se insiste en su valor plebiscitario. Y ya nadie duda de que el resultado servirá para contar apoyos a favor de una u otra causa. La CUP ha declarado varias veces, y eso le honra, que para que tengan validez como plebiscito habrá que conseguir más del 50% de los votos. Así que no nos vengan con historias ni antes ni después de conocer el resultado. Una persona, un voto. Así funcionan los plebiscitos en todo el mundo civilizado.
Y la segunda, entre otras, y así lo dejaron claro los corresponsales extranjeros en una comparecencia reciente con el candidato oficioso a presidir la Generalitat (que ocupa el número 4 de la lista), es que ningún Estado democrático extranjero reconocerá la legitimidad de estas elecciones como punto de partida para declarar la independencia si los votos emitidos no superan el 50%. Nadie entendería los cambalaches para justificar lo contrario. Defender esa tesis sería pervertir la democracia.
Y para finalizar, una postdata para la reflexión sobre lo que supone este proceso en Catalunya. Mi hijo pequeño, de 12 años, mente despierta donde las haya, me ha explicado un sueño que ha tenido esta noche. Estaba de fin de semana con la familia en una casa rural, en un lugar desconocido de la Catalunya profunda. De repente, se oye un gran estruendo. Se asoma a la ventana y ve decenas de tanques que se dirigen a Barcelona. Y siente la necesidad de llamar enseguida a todos sus amigos y familiares para avisarles del peligro que les acecha, para que huyan de sus casas… Como en un cuento de terror…