Vacunarse de las expectativas

El anuncio de vacunar a todos los españoles se saldará nuevamente con más confusión y ruido político

Una de las enfermedades de nuestro tiempo es la resignación ante la acción política. Aceptar con paciencia las adversidades parece más práctico que rebelarse contra ellas.

Una buena parte de la sociedad española se siente conducida por un coche sin control al volante y solo esperan llegar hasta sus hogares lo antes posible, tras un largo día de trabajo; los ciudadanos solo miran si llevan bien puesto el cinturón sin prestar ya la más mínima atención a intentar cambiar el sentido de la dirección.

Han perdido el interés por intentar frenar o evitar hacer el parte del seguro; lo único que desean es llegar a su casa y cerrar la puerta lo antes posible para que ninguna otra fatalidad política les alcance.

Es tal la resignación ante la impotencia política que cuando Pedro Sánchez pronunció solemnemente su discurso/vacuna en el que garantizaba que todos los españoles recibirían su dosis en enero, nadie le creyó. No le creyeron, no por considerarlo mentiroso, sino porque saben que el país no está preparado para tal gesta organizativa, médica y logística.

Antes de que lleguen las vacunas, empiezan a haber dudas de que lleguen en los plazos previstos. Tampoco nadie ha visto el planning, que permitiría poder analizar si es realmente factible realizar las vacunaciones. Los científicos no se ponen de acuerdo sobre cuáles deben ser los primeros grupos a vacunar.

Alguien podría señalar que todo lo que anuncia Sánchez es un intento, a través del engaño, para recuperar la confianza perdida de los ciudadanos en relación a sus instituciones, pero yo creo que simplemente busca tensionar a los suyos para conseguir algún éxito político.

Los ciudadanos lo único que persiguen ahora es una vacuna que les salve del engaño político

El anuncio de vacunar a todos los españoles se saldará nuevamente con más confusión y ruido político. La idea de ilusionar a los españoles con la vacuna que muy pocos quieren ser los primeros en probar es poco realista. La resignación es más poderosa que la expectativa. Con las vacunas está pasando como con las ayudas europeas, que se oficializaron en junio pero que, al parecer, nunca llegan.

Los ciudadanos sienten que su ilusión frente a la expectativa ha quedado truncada; lo único que persiguen ahora es una vacuna que les salve del engaño político. Las encuestas que siguen mostrando que la representatividad política sigue estable no acaban de detectar que los ciudadanos cada vez están más al margen de la gestión política.

El Gobierno español debería hacer todo lo posible para cumplir con la expectativa de la vacunación masiva, si quieren recuperar la confianza de la ciudadanía y evitar que su actual resignación se convierta en ira.