Vida, fulgor y muerte de Catalunya Caixa

El jueves de esta semana post vacaciones, si se cumple el calendario previsto, Catalunya Caixa pondrá punto y final a su largo recorrido como entidad financiera independiente. El Frob decidirá con toda seguridad en su reunión de ese día iniciar el proceso de venta del 89,7 por ciento que posee de la caja al mejor postor. Una compra en la que trabajan el Banco de Santander, Bankia y algunos otros menos señalados en los medios de información.

Será, como decíamos, el final de una entidad que nació hace 86 años como Caja de Ahorros Provincial de la Diputació de Barcelona y que bajo la República pasó a ser Caixa d’Estalvis de la Generalitat de Catalunya, presidida por Francesc Macià, para volver a manos de la Diputación Provincial con la dictadura de Franco. Nacionalizada el 30 de septiembre del pasado año, cuando el Frob se quedó con el citado paquete de acciones a cambio de las ayudas públicas que la entidad necesitaba para sobrevivir, antes del verano tendrá nuevos dueños.

La que fuera hasta hace poco la tercera caja de ahorros española, detrás de La Caixa y Caja Madrid, y la segunda en Catalunya, pasará a nuevas manos cuya estrategia hoy por hoy se desconoce y que podría optar por mantener la marca o no, dotarla de una cierta autonomía o integrarla sencillamente en su red o cualquier otra vía para rentabilizar su adquisición.

Lo que ya parece seguro al cien por cien es que el nuevo destino de la caja que hoy preside Adolf Todó no tendrá nada que ver con el que intentó imponer a machamartillo el conseller de finanzas del tripartito, Antoni Castells. El socialista soñaba con una solución en clave catalana en el sector de las cajas y que hoy debe observar, no sé con qué sensación, como de todas las entidades con sede en Catalunya sólo sigue autónomamente en pie La Caixa.

El resto –Penedès, Sabadell, Terrassa, Tarragona, Manresa, Girona, Laietana y Manlleu– han sido engullidas o juegan un papel de escaso protagonismo en otras entidades mayores.

¿Cómo se ha llegado hasta aquí? La crisis, por supuesto, pero ésta ha afectado a todos por igual; la mala gestión… ¿de sus directivos, de sus consejos, de la Generalitat que las tutelaba gracias a sus competencias estatutarias? En cualquier caso, sólo desde la óptica del oasis, esa especie de pacto tácito entre las fuerzas vivas del país que dice que los trapos sucios deben lavarse en casa o, mejor aún, ni lavarse, se puede entender una falta tan absoluta de exigencia de responsabilidades como se ha dado en Catalunya. Ninguna explicación, ningún reproche, ningún debate en el Parlament. Nada de nada. Pero de las pujantes 10 cajas existentes antes de la crisis, sólo quedará una después del verano: La Caixa.

Fue el 30 de septiembre de 2011 cuando Catalunya Caixa fue nacionalizada y la Diputació de Barcelona perdió su posición de control. Ese año, las pérdidas de la entidad financiera estarán por encima de los 1.300 millones de euros, pero la Dipu no ha dedicado ni un minuto de su precioso tiempo a analizar qué ha pasado con su joya financiera. Ni un minuto, ni una sola iniciativa de alguno de los partidos que la pueblan y disfrutan para ver si se hubiera podido hacer de otra manera.

Por recordar una anécdota que ilustre la negligencia de la Diputació en la gestión de su caja bastaría con rememorar la traumática y sorprendente dimisión en 2008 del entonces director general, Josep Maria Loza, principal cargo de la caja, a cuya explicación ante los medios no consideró necesario asistir quien era en aquel momento su presidente, Narcís Serra. Ante la que la Diputació no dijo nunca nada, como si la cosa no fuera con ella.

¿Sólo Catalunya Caixa? No. Recordemos que las respectivas diputaciones de Girona y Tarragona eran asimismo las fundadoras y propietarias, por tanto, de las respectivas cajas provinciales. Otras dos perlas, absorbidas en las primeras horas del tsunami financiero catalán sin que nadie, ni sus propietarios, derramaran una sola lágrima. Y, lo que es peor, sin un debate como dios manda en sus órganos de gobierno.

No deja de resultar curioso que esta Catalunya tan celosa de todas y cada una de sus competencias, de sus símbolos, de sus diferencias… tan dispuesta a armar la marimorena por cualquier supuesta invasión de su territorio de poder, real o imaginario, no tenga un Parlament que lleve a cabo una detallada investigación para analizar los errores políticos que han borrado de su mapa financiero unas cajas que se presentaron en su momento como de las más eficientes en el escenario español y casi europeo. Salvo las honrosas y más que dignas excepciones de la ya citada La Caixa y el Banc Sabadell, el resto es puro páramo financiero.

En fin, pura historia, y más a partir de este jueves, en el que Catalunya Caixa entrará en su fase final, a pesar de los buenos oficios mostrados en la gestión por el equipo que lideran Adolf Todó y Jaume Masana. Otro día, espero, deberemos escribir el punto y final de la Diputació, comedero y aparcamiento de políticos, que, sin que nadie se avergüence, reconoce en sus opacos presupuestos que gasta un 37 por ciento de sus ingresos en salarios. No está mal.