Vindicación de la madurez

La innovación, como pone de manifiesto el mundo de las ideas, no es un patrimonio exclusivo de las edades tempranas

Hoy parece que el mundo pertenezca únicamente a los jóvenes. Todo es start, innovación, emprendimiento… actividades que consideraríamos más indicadas para las personas que comienzan, como si empezar fuese únicamente una exigencia de las edades tempranas.

Desde esta privilegiada tribuna quisiera aportar tres ejemplos, traídos del mundo de las ideas, de ese tipo de concepciones que, una vez enunciadas, se convierten en un bien común, sabiamente explotado por los incipientes. En un momento donde internet nos ha facilitado casi todo así como puesto al alcance de la mano, a poder ser gratuito y con el menor gasto posible, meros dispositivo y conexión, casi sin más, pareciera que los logros intelectuales no sean propiedad de nadie y cualquiera pueda usarlos y usurparlos sin rubor alguno.

Modernidad líquida”, concepto germen nacido del rico imaginario del filósofo y sociólogo polaco Zygmunt Bauman, quien recientemente falleció a la edad de 91 años. Para este esencial pensador, la modernidad líquida define la actualidad como un momento de la historia en el que las realidades sólidas legadas por nuestros mayores, como pueden ser el trabajo o el matrimonio para toda la vida, se desvanecen y dan paso a un mundo más precario, provisional, repleto de novedades y ansiedades que nos resulta, con frecuencia, agotador. Antiguo combatiente en el ejército polaco, recibió la Cruz Militar del Valor, fue obligado al exilio en el año 1968, siendo docente universitario en países como Israel, Estados Unidos, Canadá o Inglaterra y galardonado con el Premio Príncipe de Asturias entre otros reconocimientos.

¡Indígnate!”, imperativo usado ya como moneda de cambio muy habitual y que fue enunciado por Stephane Hessel en su obra “’¡Indignaos!” escrita y publicada a la provecta edad de 90 años. Apuntar que Hessel es un ex diplomático francés (fue embajador de Francia en la ONU), combatiente de la resistencia francesa internado en campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, habiendo sido en su día uno de los redactores de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1946. Es considerado el padre intelectual de los movimientos de indignados que menudearon en numerosos países durante estos primeros años del presente siglo.

Y finalmente, un término que data del año 1974 pero que hoy se nos presenta con una actualidad lacerante así como se nos revela enormemente ilustrativo: Ineptocracia”. Para su autor, Jean D´Ormesson, quien hoy ya roza los 93 años, ineptocracia representa aquel “sistema de gobierno donde los menos capaces para gobernar son elegidos por los menos capaces de producir y donde los demás miembros de la sociedad menos capaces de mantenerse a sí mismos o tener éxito, son recompensados con bienes y servicios que han sido pagados por la confiscación de la riqueza y el trabajo de un número de productores en continuo descenso”. D´Ormesson, quien se define “hombre de derechas con creencias de izquierdas”, fue catedrático de Filosofía, secretario general del Consejo Internacional en la Unesco así como director del reconocido diario Le Figaro, entre otras distinciones.

Ya el clásico contraponía rotundamente la idea cabal frente a la ocurrencia. Manosear conceptos como los anteriormente enunciados no vuelve a quien los utiliza más juicioso o profundo, sobre todo si sabemos que fueron concebidos hace ya un largo tiempo y por mentes ajenas. Quizás estemos olvidando que para parecer, hay que ser o, al menos, haber sido… algo. Hoy en día, se puede parecer no siendo o habiendo sido nada relevante e, incluso, vanagloriarse de ello. Pulula desde hace tiempo un perfil de nula hondura que se arroga el derecho e incluso el deber de opinar con un fundamento ya caduco, sin más amparo que la propia ignorancia; y, además, haciendo gala de ello.

Para finalizar, dos curiosidades: los tres intelectuales citados nacen en el primer cuarto del siglo pasado así como todos ellos han tenido vidas plenas y llenas de acontecimientos relevantes demostrables; en definitiva, parecen lo que son, muy a diferencia de los supuestos “creadores de ideas” que nos rodean en la actualidad. Quizás porque estos últimos resulten presos de un tergiversado y ya manido ideario nacido a raíz de mayo del 68 y sobre el cual avanzaron muy poco. Si se nos permite una rijosa ironía, apenas un año.