¿España avanza sola en la merma de las libertades?

La consigna no es preocuparse por la maltrecha imagen de España y esmerarse en rehacerla, sino todo lo contrario

Banderas a media asta, aborrecibles cantos legionarios a la muerte entonados por ministros… Parece que hemos vuelto al “España y yo somos así”.

Se diría que la consigna no es preocuparse por la maltrecha imagen de España y esmerarse en rehacerla, sino todo lo contrario: enorgullecerse del casticismo, de las tradiciones aparejadas al ordeno y mando, de la represión sin cuartel al rapero faltón y al díscolo catalán.

Ladran, luego cabalgamos. Lo que dicen en el extranjero vuelve a ser leyenda negra.

Acelerón de Semana Santa

El desparpajo exhibicionista responde a un ADN ancestral, mucho más antiguo que el franquismo al que Ian Gibson lo atribuye. Es una manera oblicua de tirar de ideología retrógrada sin riesgo de pasar por poco demócrata. Responde también a un cálculo electoralista.

El rancio acelerón de Semana Santa es un intento del PP de avanzar a Ciudadanos como representante de la España auténtica. El PP es la España eterna y Ciudadanos un atajo de sobrevenidos con ínfulas de modernidad. Veremos como reaccionan los sondeos.

Abramos el foco al máximo. Tras la caída del Muro de Berlín (1989) y el final de la Guerra Fría, centenares de millones de seres humanos pasaron de regímenes dictatoriales a estrenar democracia.

Tanto triunfaron los valores liberales que, incluso antes de completarse las reconversiones, Francis Fukuyama lanzó su célebre tesis del fin de la historia (1992).

China enseña al mundo que la democracia dista mucho de ser imprescindible para convertir un país en gran potencia

¿Exceso de optimismo? Al año siguiente, Samuel Huntington lanzaba su no menos famosa idea del choque de civilizaciones.

El mundo llegó pronto a la conclusión de que los 10.000 masacrados de la plaza Tiananmén, en el mismo 1989, poco antes de la caída del muro, no era una piedra en el zapato de la imparable democracia, sino la firme e inconmovible otra cara de la moneda del avance democrático.

Lo que China enseñó al mundo es que la democracia dista mucho de ser imprescindible para convertir un país en gran potencia. Dicho de otro modo, a la contra de las doctrinas liberales, dictadura y progreso son perfectamente compatibles en la práctica. Por mucho que duela, así es.

A grandes pero firmes rasgos, después de un muy serio avance de la democracia a finales del siglo XX, los dos primeros decenios del XXI han comportado un lento pero sostenido reflujo de las libertades. Nuestro siglo nace bajo el signo del triunfo del movimiento neocon, aupado por George W Bush, que accedió a la presidencia en 2001.

Una de las más interesantes características ideológicas del movimiento neocon es la consideración de la religión como portadora de valores que influyen de modo determinante en la sociedad y en la política.

Así lo entendió y puso en práctica Vladimir Putin, y bien que le fue. Así le imitó, en su contexto, Recep Tayyip Erdogan, que de alcalde de la cosmopolita Estambul en los primarios noventa ha llegado a dictador con manto demócrata por la vía de los valores religiosos y tradicionales del antiguo imperio turco.

A diferencia de Rusia, cuya economía depende de los hidrocarburos, Turquía sigue avanzando por la senda del crecimiento y la competitividad.

La merma de las libertades no afecta al crecimiento: sólo al reparto de los beneficios

En el interior de la Unión Europea, Hungría y Polonia capitanean asimismo la reacción conservadora de los valores religiosos en contra de la modernidad y sus fastidiosas libertades.

España, que se adhirió al movimiento neocon en 2008 por mandato de José María Aznar, avanza por la misma senda pero con mayor tiento y menor descaro, más que nada por temor a una reacción popular no prevista como la que llevó a José Luís Rodríguez Zapatero a la Moncloa.

Arturo Pérez Reverte es un ejemplo de desasosiego por la mala imagen de España en el mundo. Es tal vez el escritor actual que mas ha contribuido a ensalzar una historia que conduce al presente antiliberal. 

Ahora que ha caído el maquillaje con que la presentaba, al ver lastimada su imagen de cosmopolita ejemplar, levanta un dedo protestón. No debe preocuparse. El pluralismo no es made in Spain.

La ola en la que España está encaramada es de ancho mundial. La merma de las libertades no afecta al crecimiento. Sólo al reparto de los beneficios, que es aún menos equitativo.