Ni ni a la catalana

El mundo de Puigdemont ofrece pureza y una vía muerta para llegar a la secesión, puesto que para ganar solo queda alimentar el engaño

Ni independencia ni soberanía. Ni unilateralidad ni reconocimiento de consulta alguna sobre el tema. Ni vía Puigdemont ni vía Junqueras. ¿Quién engaña más a sus votantes?

Antes de responder hay que plantear otra cuestión, más difícil de formular y aún de interpretar: ¿qué votantes independentistas desean ser más engañados? ¿Los que se mantienen fieles a ERC a pesar de su ‘claudicación’, tal vez más interesada y fingida que real? ¿Los que prefieren una confrontación permanente con el estado, aunque sea de boquilla y sin efectos prácticos más allá de gestos y palabras destinados, no a tocar el cielo con los dientes sino a mantener la fe de la parroquia?

Tercera pregunta. ¿Qué ocurriría a nivel electoral si uno de los dos empezara a decir verdades? Por ejemplo, reconociendo que la independencia no estará más cerca durante los próximos tiempos aunque el conjunto del independentismo supere por primera vez el 50% de los votos en unas elecciones al Parlament.

Por ejemplo, y sigue yendo por la Crida, JxCat o como se acabe llamando el nuevo partido de Puigdemont, que sus cargos electos o de la administración, si llegan a nombrar altos cargos como es su deseo, van a mostrarse tan obedientes en la Generalitat como lo son en las diputaciones.

Aún así, casi consiguen adueñarse de la aureola de la persecución y el martirio, que tanto benefició a los primeros cristianos, cuando lo cierto es que lo sufren ambos bandos.

Según sus fanes, tanto la sentencia de inhabilitación a Quim Torra por no obedecer a su debido tiempo como la imputación a Laura Borràs por la sospechosa reiteración de actuaciones administrativas irregulares acompañadas de mensajes no menos inquietantes, demuestran que la persecución judicial se ceba con ellos con la única finalidad de ayudar a los ‘botiflers’ de ERC.

La competencia colaboracionista, por su parte, no niega que ha entendido los contundentes mensajes emitidos por la autoridad competente ni que en los próximos tiempos se trata de rehacer puentes, en primer lugar de confianza, y de tantear otras vías de mejora de la situación.

Sin embargo, a saber si yerra o acierta al presentar el diálogo como algo parecido a la solución. A saber si acierta o yerra cuando sus portavoces sostienen falsedades evidentes, como que la existencia misma de la mesa supone un reconocimiento y una negociación “de igual a igual”, y de ahí que los resultados vayan a ser óptimos.

No disponemos, por desgracia, de encuestas que pregunten por las preferencias de los votantes independentistas sobre los engaños. A falta, pues, de datos cabe suponer que los partidarios de Puigdemont saben que no por mucho que el barman agite la coctelera tras la barra del exilio ni un solo parroquiano va a disfrutar de un solo sorbo del preciado néctar de la independencia. Lo saben pero disimulan en atención a los demás feligreses, que también lo saben pero disimulan por la misma razón.

Pureza y ortodoxia como bandera

De modo que, los puigdemontistas están dispuestos a sufrir tanta sed como sea menester a condición de que su rival tope con un espejismo en vez de abrevar la suya en un, por supuesto que putrefacto, oasis del desierto.

Boicotear la Mesa de Diálogo se ha convertido pues en objetivo fundamental. Pero como en los meses venideros no habrá modo de demostrar que el oasis es espejismo, pues para eso, o para lo contrario, se requiere mucho más tiempo, ni Puigdemont ni mucho menos su vicario saben cómo hacerlo sin quedarse al descubierto como boicoteadores de la otra vía.

Cuanto menos tiene para ofrecer a sus votantes a nivel práctico, más va Puigdemont a por todas en su empeño de erigirse en símbolo de las actitudes resistencialistas. Por eso debe arriesgarse a desprenderse de los tibios aunque sea a costa de trocear o hundir para siempre el espacio post convergente.

Porque su objetivo, volver a ganar, no puede cumplirse si no encarna la pureza y la ortodoxia sin sombra de duda. Porque resulta imposible revestirse con el doble manto de César y de la Virgen sin alejarse para siempre y renunciar a las malignas pompas del 3%.

Aunque consiguiera su objetivo de una nueva victoria, algo que parece ya rayano en lo imposible, nadie se inquietaría por ello. Aunque consiga alargarse, la de Puigdemont es vía muerta.

Aunque consiguiera su objetivo de una nueva victoria, la de Puigdemont es vía muerta

¿Y la otra? Pues lo mismo mientras se mantenga el objetivo y promesa de llegar a un acuerdo satisfactorio para los independentistas. Con posible recorrido, en cambio, si se contenta con el levantamiento de los castigos y mejoras en términos de autonomía, infraestructuras y financiación.

O sea que ni lo uno ni lo otro pero ya veremos si lo que no parece pero puede ser todo lo contrario.