Virus: desatinos y perspectivas

La falta de control de los rebrotes tiene varias causas, como la mala gestión gubernamental y la falta de responsabilidad individual

Vaya por delante, a fin de tranquilizar a los que advierten de una segunda ola igual o peor a la primera, que aunque aumentaran los contagios hasta un nivel parecido, algo muy improbable debido al mayor cuidad en la higiene y al uso de mascarillas, el sistema sanitario estará mejor preparado par asumir la emergencia.

O sea, que de nuevo y severo confinamiento, no hay que hablar ni oír hablar. Ni la economía lo resistiría ni muy probablemente será necesario. A mayor número de infectados, más prevenida se volverá la población en sus rutinas diarias.

Según la OMS, falta todavía un largo año para que tengamos acceso a la vacuna que acabe con la pesadilla. Se va ha hacer largo mientras dure, pero hay que irse preparando para la explosión de euforia propia de la salida de cualquier túnel. Generará oportunidades incluso para los más perjudicados.

De manera que es mejor levantar un poco la mirada, planificar a unos cuantos meses vista e intentar ser de los primeros tanto en resarcirse de las privaciones antes de que se disparen los precios, como en planificar el propio futuro en un panorama que puede estar en las antípodas del presente.

Dicho esto, es innegable que el presente está ahí, que debemos afrontarlo y que las administraciones no están preparadas como era de esperar para controlar y aislar los nuevos brotes. Que en Cataluña se desconozca cómo y dónde se contagiaron tres de cada cuatro nuevos infectados, es un dato espeluznante que revela la casi total falta de preparación.

Es todavía peor que en vez de Sanidad, sea el PROSICAT (Protección Civil), dependiente de Interior, el organismo al mando de las nuevas restricciones, que las tome al buen tuntún y luego rectifique según la intensidad de las protestas y no según criterios objetivos.

Que en España no esté disponible una app como en los países que sí pueden dar lecciones de actuar con ejemplaridad frente al virus o que no puedan rastrearse los contactos de los infectados para testarlos y rodear cada brote es asimismo y por completo criticable.

Que en España no esté disponible una app como en los países que sí pueden dar lecciones es asimismo y por completo criticable

En fin, que por si fuerea poco nos estamos adentrando de nueva en las cifras como mínimo misteriosas. La más llamativa, denunciada por eminentes e independientes virólogos, que en Madrid el número de contagios, por lo menos el oficial, sea muy inferior al de Barcelona pero que sin embargo haya más ingresados críticos por Covid-19 en la comunidad de Madrid que en toda Cataluña.

Dos datos que, además de no cuadrar, parece ser que a estas alturas ya no importan a nadie. Con razón o sin ella, la ciudadanía desconecta de las batallas ocultas o a la luz pública que se dan en las supuestas alturas (no precisamente de miras) y va a lo suyo, que es pasar el verano con los mínimos quebraderos de cabeza y saboreando en cada caso los escasos placeres que puedan estar a su alcance.

Hacinamiento: palabra clave del rebrote de Lleida y L’Hospitalet

La lista de desatinos e improvisaciones, fruto de las imprevisiones y la mala preparación, es mucho más larga pero hay que evitar teñir los discursos con tonos lúgubres.

Los brotes más preocupantes, en Lleida y L’Hospitalet, tienen una clave en común. El hacinamiento. Ya sea de temporeros para la recogida de fruta, obligados a apretujarse para dormir en condiciones poco menos que infrahumanas, ya sea en los pisos patera de La Torrassa donde se acumulan los que no pueden pagar unos salvadores pocos metros cuadrados para sí y sus familias.

Algo muy parecido, según contaba el científico Salvador Macip, allí docente, investigador y residente, sucede en la asimismo dos veces confinada Leicester. Hacinamiento de trabajadores inmigrantes en condiciones de insoportable salubridad.

Fuera de estas tan lamentables y puntuales como previsibles situaciones, el virus debería de estar mucho más controlado. Culpa de un montón de desaprensivos irresponsables pero también de las autoridades. Si alguien espera que mejoren los comportamientos de tipo gamberril o el de las administraciones y sus dirigentes es que todavía no ha aprendido nada, y cuidado que llevamos meses con estas evidencias delante de las narices.

Por lo tanto, y además de elaborar cuidadosos planes para dentro de un año aproximadamente, no nos queda otro remedio que seguir con las precauciones o en su caso extremarlas. Disciplinarse y no relajarse en ningún momento es lo único que nos queda y eso sí está al alcance de cada cual.

Parece ser, parece, que como sucede en muchas epidemias sufridas por animales de granja y sugieren la escasa proporción de casos graves, el virus va perdiendo virulencia, valga la contraredundancia.

Es mejor no fiarse a nivel individual y confiar en ello a nivel colectivo. Porque no contagiarse está en las propias manos. En cambio, parar los rebrotes e incluso evitar una segunda ola no está en manos de quienes deberían y podrían hacerlo.