Antes y después del Mobile

El Mobile World Congress se ha convertido en un elemento de disputa que el consistorio de Barcelona no está sabiendo aprovechar al máximo

Hace unos años se celebraba en Barcelona la Feria de moda Bread and Butter. En 2012 marchó a Berlin, luego quebró y el año pasado la ha relanzado Zalando. Con independencia de este azaroso recorrido cuando el evento dejó, con cierta polémica, Barcelona, apareció The Branderry, que no logró superar las tres ediciones.

La pregunta que debemos hacernos es simple: ¿supo la moda de Barcelona aprovechar las potencialidades de un evento internacional de primer nivel?  En realidad, salvo Pronovias, Barcelona no tiene una presencia internacional relevante en éste sector, de lo cual adolece por razones obvias la industria local. Debemos preguntarnos algo similar en el caso del Mobile.

El Mobile puede ser un punto de economía extractiva o un umbral de desarrollo tecnológico

Aunque el independentismo de Junts per Catalunya  y ERC y la CUP tiene poco que ver, con demasiada frecuencia suman estrategias a la hora de escenificar sus posiciones mediáticas, especialmente cuando el referente es el Estado Español. Todos sabemos que un evento de la naturaleza del Mobile World Congress comporta ocupación precaria, problemas de movilidad, encarecimiento exagerado de alquileres, hoteles y restaurantes, pero este tipo de problemas duran 10 días frente a las potencialidades que genera para la ciudad a lo largo de todo el año.

El Mobile puede ser un punto de economía extractiva o un umbral de desarrollo tecnológico y un posicionamiento local para la innovación y la nueva economía digital. Dependerá de las políticas propias más que de las aportaciones directas que provengan del evento.

Blanco o negro pues, la realidad es que el Mobile ha sido durante los últimos años motivo de alegría municipal, elemento de disputa política, negocio para decenas de pequeñas y medianas empresas locales de servicios, banco de pruebas de negociaciones sindicales, slogan pesimista de los antisistema y ahora escenario para poner a prueba la paciencia del monarca.

Lo que no está tan claro es que el Mobile haya puesto definitivamente en marcha una industria local sostenible y un programa público de desarrollo tecnológico. Habrá tiempo para ello quizá, pero empieza a ser habitual que los consensos locales se construyan alrededor de la crítica y no de un constructo común.

L’Hospitalet hace una gestión desinhibida del Mobile y lo convierte en un signo de orgullo y normalización social

El Mobile es una paradoja de la Barcelona actual; un tanto ausente, más bien acomplejada, convencida que merece aprobación por historia y méritos sin saber muy bien como recibirlos ni administrarlos. Es curioso que la principal abanderada local del Mobile y la receptora directa de los mejores cariños de la organización sea la Alcaldesa de l’Hospitalet.

No lo digo por el diferencial político o económico de ambas ciudades sino por la gestión desinhibida que ella hace de un acontecimiento mayúsculo que deja en nuestro entorno millones de euros y toneladas de oportunidades.

Para el ciudadano de l’Hospitalet el Mobile es un articulador de identidad, un signo de orgullo y normalización social. Para Barcelona, ahora, una excusa para guerras mayores o menores, pero de otra índole. Como en el conflicto de Mr. Marshall solo cabe acoger el Mobile con dos expectativas posibles: o lo exprimo a golpe de rentas subidas de tono a corto plazo, o lo mimo con dulzura para convertirlo en un tutor preferente de mi transformación socioeconómica.

El término medio no existe: el Mobile dura todo el año o, en realidad, no existe.

El móvil es la piedra filosofal de las modernas industrias creativas

Pónganos encima de la mesa un dato. Hasta el presente no existe en la ciudad un programa integral que reconozca y apoye el valor real de la industria cultural. Diría más, el concepto en multitud de departamentos crea angustia descriptiva. Sin embargo el móvil no es únicamente un vector industrial y tecnológico porqué para comunicarnos de voz a oreja teníamos más que suficiente con los maravillosos Nokias de ese antaño tan próximo.

El móvil es la piedra filosofal de las modernas industrias creativas en la misma medida que el diseño, la moda o la arquitectura son sus adláteres inseparables. Que asociar la palabra cultura a todo ello esté mal visto es, sin duda, un anacronismo.

El Mobile sigue siendo una oportunidad que nos obliga a repensar como gestionamos nuestra transformación como ciudad y como sociedad. Y hace falta asumirlo políticamente para administrar nuestro futuro democráticamente  sin convertirnos únicamente en una ubicación geográfica para que otros se enriquezcan y decidan, despóticamente, que quieren hacer con nuestras vidas.

En la actualidad la dilación paga un precio extremadamente caro: el de ser inconscientemente colonizado por las  nuevas plataformas digitales