¿Y si el patrimonio de El Corte Inglés no vale 10.000 millones?
Que El Corte Inglés haya hecho público el inicio de negociaciones con sus bancos acreedores para reestructurar su deuda financiera de unos 5.000 millones, con vistas a alargar los plazos de vencimiento, ha sorprendido a no pocos, y ha dado pie a algunos para elucubrar sobre el alcance real de sus finanzas.
Hasta aquí hemos llegado. Ni la para la sacrosanta empresa española más emblemática, al margen de las multinacionales, hay miramiento alguno a la hora de mantener las líneas de crédito. Si lo necesita, como los demás, tendrá que salir al mercado a buscarlo, y ofreciendo todas las garantías habidas y por haber.
Todo muy sorprendente para un grupo, el presidido por Isidoro Álvarez, acostumbrado a envolverse en la opacidad informativa más absoluta –la que le permite no tener que rendir cuentas trimestrales a la CNMV– al estar fuera del mercado bursátil.
En esta ocasión, la cosa ha cambiado, y la necesidad de superar su tradicional financiación a corto plazo para, como el resto de grandes grupos empresariales, hacerlo a largo aprovechando las bondades que ofrecen las emisiones de deuda a unos costes bajos, le ha llevado a, saltándose su normal proceder cauteloso, anunciar tal eventualidad, e incluso hacer público que había contratado a Morgan Stanley para que se encargara de coordinar el tema con todas las entidades financieras.
Activos no le van a faltar para ofrecer garantías adicionales a las entidades financieras. Los tiene a mansalva. Tarjetas, seguros, viajes, plataformas logísticas, centros comerciales y múltiples inversiones en los negocios más diversos. De todo, y todo en propiedad. Y, si la cosa se enreda, ahí están los 100.000 trabajadores directos e indirectos para cualquier ajuste laboral que pudiera plantearse. Algunos empleados se temen que alguna medida, en este sentido, se tome más pronto que tarde.
En esta inusual comunicación corporativa, el grupo presidido por Isidoro Álvarez se ha apresurado a alardear de que cuenta con unos fondos propios de 7.450 millones de euros y un extenso patrimonio inmobiliario, cuyo valor supera con creces los 10.000 millones, para hacer valer su posición negociadora frente a las entidades. “El portafolio de activos inmobiliarios, situados en lugares irrepetibles, tiene un valor de mercado varias veces superior al importe de refinanciación”, comentan.
Seguramente sea así, pero habrá que analizar con detalle cada uno de estos activos para comprobarlo. Actualizarlos, vamos, como han hecho todas las empresas y los propios bancos para asumir notables minusvalías derivadas de la nueva realidad del mercado.
En primer lugar, esos 7.450 millones de fondos propios responden al valor de éstos a 28 de febrero de 2012, la fecha en la que cerró el grupo distribuidor sus últimas cuentas. Habrá que ver a cuánto asciende el valor de dichos fondos un año después. El próximo verano saldremos de dudas.
Y en lo de que su patrimonio inmobiliario supera con creces los 10.000 millones de euros, pues lo mismo. Un ejemplo significativo de la devaluación de estos activos es la antigua torre Windsor –ahora rebautizada como Titania–, el edificio de oficinas y espacio comercial levantado en el solar del antiguo inmueble que fue pasto de las llamas en febrero de 2005.
Ha llovido mucho ya desde aquel semestre, entre diciembre de 2006 y julio de 2007, cuando El Corte Inglés adquirió, por casi 500 millones de euros, la sociedad Ason Inmobiliaria de Arriendos, de la familia Reyzábal, propietaria del solar de la torre Windsor y del 20% de la torre Picasso, ambas situadas en Madrid, además del edificio Marbella y varios locales, también en la capital, y de diversos inmuebles en Castellón, Murcia y Vizcaya.
Solo seis meses después, El Corte Inglés hizo caja y vendió ese 20% de Torre Picasso a FCC por 170 millones, valorando así entonces este edificio en 850 millones. Cifras mareantes que ya nada tienen que ver con lo que ahora estarían dispuestos a pagar potenciales compradores por inmuebles de estas características.
Bankia lo está pudiendo comprobar con su edificio del complejo de las Cuatro Torres, por el que pagó 815 millones a Mapfre y hoy nadie daría mucho más de 300 millones. O la misma FCC que, con sus deudas galopantes, tuvo que vender Torre Picasso a Amancio Ortega por 400 millones de euros a finales de 2011, un precio que suponía valorar el edificio por menos de la mitad de lo que se había contabilizado cuatro años antes cuando compró el 20% del inmueble a El Corte Inglés.
Así pues, todos los bancos acreedores están ávidos por conocer el verdadero valor al que El Corte Inglés tiene contabilizados sus inmuebles, para saber si supera con creces los 10.000 millones de euros, como dicen, o si por el contrario, esa cantidad resulta inferior. Muy inferior. Y, con ello, saber a qué atenerse en las negociaciones abiertas para llegar a un acuerdo sobre la refinanciación de la deuda.