¿Ya echas de menos el neoliberalismo? 

Los aranceles podrían conducir a un aumento de los precios para los consumidores y una desaceleración del crecimiento económico global

El mal llamado Día de la Liberación, la imposición de aranceles sobre las importaciones estadounidenses por parte de la administración Trump y la escalada de la guerra comercial con China marcan un cambio significativo en la dirección que ha tomado la economía mundial.

Este viraje hacia el proteccionismo erosiona el sistema económico global basado en el libre comercio y las reglas de las instituciones multilaterales, y posiblemente acarreará daños permanentes en la confianza empresarial e inversora. 

Durante tres semanas de julio de 1944, en la Conferencia de Bretton Woods, en New Hampshire, se sentaron las bases de un nuevo orden económico mundial que perduró a lo largo de 80 años.

Delegados de 44 países diseñaron una arquitectura internacional sustentada en tres pilares: la integración de las economías nacionales mediante un sistema común de flujos de capital, bienes y servicios; la cooperación institucional entre Estados, articulada a través del Fondo Monetario Internacional y otros organismos multilaterales; y un liderazgo claro, aunque implícito, por parte de Estados Unidos.

Este orden ha perdurado, en sus líneas generales, hasta hoy, proporcionando prosperidad a una gran parte de la población mundial. También a los estadounidenses. Se estima que, en 1950, más del 61% de la población mundial vivía en condiciones de pobreza extrema. Hoy esa cifra ha caído por debajo del 13% y sigue en descenso.  

Hace diez años, en una situación como la actual, la decisión del mandatario republicano no hubiera tenido mucho recorrido. Cualquier Estado o empresa afectada llevaría esa propuesta al mecanismo de resolución de conflictos de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Pero Trump ya dejó claro en su primer paso por la Casa Blanca nadie se entrometería en su camino.  

Los aranceles no solo son la manifestación de un proteccionismo creciente, sino que representan una confusión sobre cómo funcionan realmente el comercio y la economía. La burda fórmula utilizada por Trump se reduce al cociente entre el déficit comercial —es decir, la diferencia entre las exportaciones y las importaciones— y las importaciones por cada uno de los países.

La pretensión que no debe existir déficit comercial con ningún país es evidentemente contraria a toda lógica sobre los beneficios recíprocos que nos aporta el intercambio de bienes y servicios, y supone no entender la teoría de la ventaja comparativa. Las cadenas de valor globales que vehiculan el comercio internacional contemporáneo implican una red interconectada de producción y suministro. 

Donald Trump, candidato a la presidencia de Estados Unidos
Donald Trump. Foto: Europa Press

Además, cabe señalar que el déficit comercial que tanto se critica no es inherentemente negativo. En realidad, es un reflejo de una economía que invierte más de lo que ahorra, lo que indica que la economía está en expansión y que los consumidores tienen acceso a bienes y servicios de mejor calidad y menor precio. Hace casi tres siglos, Adam Smith ya teorizó que acumular oro no es la clave para medir el bienestar económico, sino más bien el acceso de la población a una amplia variedad de bienes. 

Los aranceles podrían conducir a un aumento de los precios para los consumidores y una desaceleración del crecimiento económico global. Las tensiones comerciales también tienen el potencial de desestabilizar las cadenas de suministro, afectando no solo a las economías directamente implicadas, sino también a aquellas que dependen de ellas. Finalmente, al elevar los precios de los bienes importados, los aranceles socavarían gravemente otra promesa electoral: que Trump reduciría la inflación.  

Las tarifas impuestas por el presidente norteamericano, ya en su primera legislatura, lejos de ser una solución a la pérdida de empleos en la manufactura, terminaron exacerbando el problema. Por ejemplo, se estima que su política sobre el acero generó solo 1,000 empleos en la producción de este metal, mientras que se perdieron alrededor de 75,000 puestos de trabajo en otras industrias que dependían de él.  

«Las tensiones comerciales también tienen el potencial de desestabilizar las cadenas de suministro, afectando no solo a las economías directamente implicadas, sino también a aquellas que dependen de ellas»

El impacto negativo de los aranceles se puede mitigar hasta cierto punto mediante ajustes en el tipo de cambio. Cuando un país impone aranceles elevados, su moneda tiende a apreciarse debido a la disminución en la demanda de monedas extranjeras.

Esto abarata las importaciones, compensando parcialmente los efectos del arancel. Sin embargo, en términos generales, los aranceles afectarán negativamente a la manufactura estadounidense al privar a los productores nacionales de insumos intermedios (materiales, piezas, etc.), incrementando así sus costes. 

La era Biden, al perpetuar algunas de las políticas arancelarias de Trump, ya apuntaba a crear un paradigma posneoliberal. Sin embargo, hoy muchas voces, incluidos algunos economistas de izquierdas que durante años criticaron la globalización económica, ya reconocen el peligro del nuevo rearme arancelario.

En las encuestas más recientes, la mayoría de los estadounidenses ya no se muestran favorables a aranceles más altos. Esto indica un reconocimiento de que las medidas proteccionistas pueden tener efectos adversos en el largo plazo. 

El auge del nacionalismo económico ha suscitado un análisis más profundo sobre las consecuencias de un orden internacional sin reglas. El comercio mundial no es un juego de suma cero. En las próximas semanas, seremos testigos de un reconocimiento —más explícito en algunos casos, más implícito en otros— de que un sistema basado en la apertura y la cooperación económica es el sustento del progreso material experimentado en el último medio siglo. 

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