Ya tenemos bonzos

En mi artículo Recortes que matan indicaba que solo nos faltaba algún bonzo para parecernos a Grecia (por no hablar de Túnez y otros países de la llamada ‘primavera árabe’) y se cumpliese el vaticinio que nos hicieron nuestros vecinos helenos. Desgraciadamente, y no creo que mi artículo hiciese de efecto llamada, ya tenemos dos ciudadanos españoles que se han inmolado, quemándose vivos a lo bonzo, ante su situación límite.

En los currículums se suele recoger lo más destacado o reseñable de nuestro devenir y la historia viene a ser, en este sentido, algo así como un repaso o currículum a escala social. Así, a Fernando VII se le recuerda por su despotismo y por habernos dejado sin Constitución y sin Reforma. A Franco por ser el dictador que sometió a España a 40 años de miedo, ostracismo y a una aniquilación ideológica que se llama genocidio. A Suárez por ser el artífice de la transición, a Felipe González por el cambio, a Aznar por la foto en las Azores, a Zapatero por el buenismo arrollado por la crisis, etc. En el caso de Rajoy, personalmente puede tener a bien haber llegado a ser registrador, ministro y presidente del gobierno, pero social e históricamente, además de por los hilillos de plastilina, para mi en su memoria figurará el haber hecho que en la España democrática llegase a haber gente tan desesperada como para quemarse viva.

Los medios de comunicación han pasado de puntillas sobre ello, quizás en base al código no escrito de no dar difusión a hechos como los suicidios por el posible efecto llamada, o quizá por intereses políticos o de imagen. La cuestión es que, según entiendo, estas desgracias marcan un punto de inflexión en nuestra historia o curriculum como país y sociedad española. En esta crisis ya hubo suicidios y a ellos aludía en mi anterior artículo, pero creo que el quemarse a lo bonzo marca cualitativa y gráficamente un estado muy significativo de la desesperación y desprotección sociales en nuestro territorio.

Y esas desgracias en buena parte se deben y están sobre la conciencia de nuestros dirigentes y poderes fácticos.