Aires anglosajones para las universidades catalanas

La crisis obliga a buscar financiación privada, que exigirá más flexibilidad a los centros educativos

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El dinero circula, pero busca buenos proyectos. También se dirige hacia inversiones que aporten valor. Y las administraciones públicas quieren aprovechar esos recursos, en un momento de extrema gravedad económica.

El conseller de Economía, Andreu Mas-Colell, ha lanzado una idea que, de hecho, ha defendido siempre y ha practicado con éxito. Y ha invitado a las universidades a que busquen financiación privada.

La prioridad, en esta coyuntura económica, se centrará en “pensiones y sanidad e incluso educación infantil”, ha asegurado, antes que en inversiones públicas en las universidades. El mensaje ha sido contundente. Los rectores de las universidades lo saben, pero piden que, por ahora, no se reduzcan más las partidas públicas.

Invertir en patrimonio

Al margen del aumento de las tasas universitarias, el rector de la Universitat Rovira i Virgili (URV) y presidente de turno de la Associació Catalana d’Universitats Públiques (Acup). Francesc Xavier Grau, le reclamó a Mas-Colell esta semana que no acometa nuevos recortes en los nuevos presupuestos del 2013. Pero la situación es complicada.

En el otro extremo, o con condiciones muy diferentes, está la Barcelona Graduate School, que se constituyó, amparada por el propio Andreu Mas-Colell en 2006, como fundación privada, impulsada por la UAB, la UPF, el IAE y el CREI. Es una escuela de economía, que ofrece másters y postgrados en inglés y que obtiene financiación privada.

El director general de la Barcelona GSE, Eduard Vallory, recuerda que en el 2006 y 2007, cuando se negocia cómo recibir financiación privada, no se vivía en una situación de crisis, peró se optó por una fórmula “que permite la inversión privada, pero también que exige flexibilidad”.

Una de las fórmulas es el “endowment”, o fondo patrimonial. Algunas empresas, o particulares aportan recursos que se destinan a un fondo que, a su vez, puede invertir en actividades financieras con mayor o menor riesgo. Las instituciones que lo reciben pueden jugar con los intereses, pero no con el capital inicial. Es el modelo de la GSE y de muchas universidades norteamericanas. Es el modelo anglosajón.

Independencia y poder

Javier Faus, presidente del fondo de inversiones Meridia Capital, y vicepresidente económico del F.C.Barcelona, tiene una grata experiencia en las inversiones de las universidades.

Faus estudió en Georgetown y eso fue determinante, porque después trabajó en Patron Capital, una empresa de capital riesgo, de la cual es socio de honor, vinculada a universidades de EEUU. “Las universidades quieren rentabilidad por sus recursos, los que pueden ir recibiendo, y eso les da independencia y poder”, asegura.

Algunas universidades arriesgan mucho, otras son más conservadoras en sus inversiones, en función de la cartera de valores y de los recursos que reciben.

Havard, por ejemplo, puede tener, a juicio de Faus, unos 24.000 millones de dólares, y ha llegado a perder algún año hasta 350 millones de dólares tras inversiones en fondos de capital riesgo.

Buenos investigadores

Aquí, en Catalunya y España, las cosas son más modestas, pese a los guiños de Mas-Colell hacia el modelo norteamericano. La GSE ha recibido, siguiendo esa fórmula de ‘endowment’, 1,25 millones de euros del fondo del Axa Research Fund, para la cátedra de riesgos macroeconómicos que dirige Albert Marcet.

Esa inversión entra de lleno en la filosofía de Axa: buscar un buen proyecto y un buen investigador, que permitió que Marcet, profesor en la London School of Economics viniera a Barcelona, a la GSE.

Josep Alfonso Caro, director de comunicación de Axa en España, recuerda que la aseguradora creó el fondo en 2007, con 100 millones de euros de recursos, y que invierte en aquellos proyectos de investigación relacionados con los riesgos, sean macroeconómicos o relacionados con la vida y la salud.

En España también ha invertido en el proyecto del profesor Mariano Barbacid, en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas. Caro, sin embargo, advierte que si se quiere generalizar ese método, para complementar la inversión pública en los centros de investigación y universitarios, “debe cambiar el marco legal, porque España está en la cola de los países europeos”. Se refiere al sistema fiscal y a la ley de mecenazgo.

Mejorar el marco legal

Vallory también hace referencia a ese problema. La Barcelona GSE ha recibido partidas de los presupuestos del Estado, pero no las podía destinar a sus proyectos de inversión, porque no había un marco legal. “Querían que destináramos esos recursos a gasto corriente”, recuerda Vallory, y añade que pudieron resolverlo a través de un convenio.

Pero esa financiación privada, tiene un pilar fundamental: los propios exalumnos de los centros universitarios. Faus explica con claridad la cuestión: “Si un profesional que ha estudiado en una determinada universidad quiere que su currículum mantenga el valor a lo largo de su vida le interesará que funcione bien, que tenga prestigio y, por tanto, no le importará aportar recursos”.

Ese es el pan de cada día de los profesionales norteamericanos a lo largo de sus vidas profesionales.

Inversiones conservadoras

Germán Castejón, miembro del patronato de Esade, está convencido de la importancia de los exalumnos y busca ahora con determinación nuevos ingresos para la escuela de negocios radicada en Barcelona.

“Nosotros necesitamos recursos para becas, para inversiones y para el funcionamiento de la escuela”, asegura Castejón, que añade un factor decisivo en estos momentos en Catalunya y España.

“Nuestras inversiones, las que dependen de esa fórmula del ‘endowment’, son conservadoras, porque todo depende de la cartera de la que dispongas”. Es decir, si se reciben muchos recursos, la capacidad para tomar riesgos en activos financieros se incrementa.

Castejón concluye que, efectivamente, los centros universitarios han de buscar financiación privada.

Vallory, sin embargo, consciente de las dificultades del mundo universitario catalán, deja claro que esa financiación privada no sirve para todos. “Las inversiones se centrarán en aquellos proyectos que se consideren más dinámicos o más competitivos”, y el peligro es que se descuiden estudios menos conectados con la actividad económica, con el mercado, pero que también «aportan valor y son necesarios».

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