España, ¿puede salir como un cohete de la crisis?

Antón Costas, flamante presidente del Cercle d’Economia pronostica un efecto rebote, ante el escepticismo de otros expertos que se fijan en aspectos como la demografía y la deuda

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Resignación, sudor, dolor, pero la crisis pasará. Con estas palabras se podría resumir el mensaje de la mayoría de responsables políticos, del Gobierno central, pero también de gobiernos autonómicos, como el catalán, que no ofrecen ninguna receta que pueda ilusionar a la ciudadanía, salvo el sueño independentista. En cualquier caso, prima ese latiguillo: de todas las crisis se sale. ¿Pero cómo, cuándo, y en qué condiciones?

Los pronósticos sombríos también se conocen. La enorme deuda pública y privada de España es el argumento principal que se exhibe para constatar que quedan muchos años por delante para poder sacar la cabeza.

Sin embargo, hay novedades, hay otros mensajes. Antón Costas, flamante presidente del Cercle d’Economia, asegura que están pasando cosas de una enorme importancia y que los agoreros deberían tenerlas en cuenta. Lo indicó esta semana, en el programa El Debat, de la 1, y lo ha escrito en los medios de comunicación. Costas asegura que España “está en las mejores condiciones, en el grupo de las economías europeas, para experimentar un efecto rebote que permita un crecimiento económico con más brío del esperado”.

Escepticismo

Pero, con distintos matices, economistas como Miquel Puig, César Molinas, David Taguas, o Jorge Fabra, desde visiones ideológicas diferentes, ven otra realidad. Y, precisamente, esa es la circunstancia que obliga a decir que las crisis no se superan porque un día sale de nuevo el sol, sino porque se ha luchado en una determinada dirección para salir. ¿Se está haciendo?

Antón Costas llama la atención sobre el “extraordinario buen comportamiento de las exportaciones”, y sobre los beneficios empresariales. Sabe, y lo constata, que esos beneficios se deben a la caída de salarios, y a un aumento del paro. Pero considera que esos beneficios se convertirán en breve en inversiones y en empleo. Siempre, claro está, que la Comisión Europea no ponga más trabas, y que el Banco Central Europeo mantenga su política monetaria y Alemania deje hacer al presidente del BCE, Mario Draghi, incluso apostando, además, por incentivar su demanda interna.

El beneficio, anticipo de la inversión

El presidente del Cercle d’Economia se basa en un trabajo interno del Departamento de Estudios Económicos de la Cambra de Comerç, que dirige el economista Joan Ramon Rovira. Y, con datos Ameco, de la Comisión Europea, destaca la evolución, antes y después de la crisis, de la capitalización, la deuda, el excedente bruto, los márgenes y los beneficios de las empresas no financieras españolas.

Los compara con los de EEUU, Reino Unido, Francia, Italia, Alemania y Japón. ¿Y qué sucede? Que los beneficios son mucho más grandes, y que las empresas españolas mejoran su capitalización, y hacen posible la sostenibilidad de su endeudamiento. Costas asegura que la restricción crediticia no está siendo un problema tan importante como se apunta, y que se podría dar una circunstancia atípica: es posible desendeudarse y crecer.

En el documento del servicio de estudios de la Cambra se señala que “el escenario más plausible contemplaría una cierta recuperación de la propensión a invertir, progresivamente complementada por una oferta de nuevo crédito que volverá a fluir estimulada por el retorno de demanda solvente”.

Y se añade que si ese escenario se materializa, “el impacto multiplicador de la inversión empresarial sobre el nivel de actividad y sobre la ocupación podría generar tasas de crecimiento del PIB superiores a las que ahora descuentan la mayoría de analistas”. De forma paralela, el mercado laboral podría experimentar un mejor comportamiento al anunciado.

El Estado se come el potencial crédito

Es decir, beneficios, para recuperar la inversión, con la recuperación del crédito, y mejoría notable del mercado laboral.
¿Está Costas en lo cierto?

El economista Miquel Puig discrepa abiertamente. Puig asegura que él se fija en gran medida en factores como la demografía, y no ve cercano ese efecto rebote. “No estamos en 1985”, sentencia, para recordar el caldo de cultivo que provoca un salto económico. Entonces la población española era joven, España estaba a punto de entrar en la Unión Europea, y los inversores querían entrar en el país como locos, para encontrar una mano de obra barata, y, en realidad, para entrar en todos los sectores.

Puig considera que España ha perdido una industria, la de la construcción, que no volverá, y que los trabajadores de esa industria difícilmente se podrán reconvertir. No llegan inmigrantes, más bien se van con lo que la demanda de viviendas nunca podrá ser como la de antes de la crisis.

Y, aunque admite esos beneficios empresariales, y el esfuerzo exportador de las empresas españolas, Puig destaca que el Estado drena cada año 70.000 millones de euros del sistema financiero, que no van a créditos para empresas o familias. Van a pegar deuda, y a financiar al conjunto de administraciones públicas.

Las exportaciones, un hecho duradero

La alternativa, la inversión de la banca extranjera, tampoco será la misma que la de antes de la crisis, por lo que Puig sólo ve “una recuperación lenta, basada en el sector exterior, cuyo trabajo, para ganar nuevos mercados, siempre es lento, aunque después sea sólido”.

El economista y consultor financiero, César Molinas, tampoco ve el rebote. O sí lo ve, pero aplicando otras medidas. Molinas destaca que, efectivamente, “el sector exportador está haciendo un gran esfuerzo, y eso es vital, porque lo que gane ahora, los mercados que alcance, son para el futuro, son para quedarse”. Pero señala también las características de ese sector en España: «¿Qué vendemos?, coches, un sector donde se ha hecho un ajuste bestial, para vender con precios más bajos que la competencia”. El esfuerzo exportador, en todo caso, “va a tener consecuencias positivas, de cambio de mentalidad, con más empresas exportando”.

Reforma de la Administración

Pero el problema de España, para Molinas, es el largo plazo. Es la posición que quiera ocupar a largo plazo. Y advierte que si el interés de la deuda es del 3,5%, y la economía no crece por encima de ese tipo de interés, existe un problema grande. España se sigue endeudando para pagar los intereses de su deuda. Eso se podría compensar con una mayor inflación, pero el BCE no está por la labor, todavía.

¿Solución? Molinas coincide con las recetas de David Taguas, director del Instituto de Macroeconomía de la Universidad Camilo José Cela, y ex jefe de la oficina económica de Rodríguez Zapatero. “Recorte brutal del gasto, bajada de impuestos y políticas que incentiven el ahorro”, aseguró Taguas en los encuentros económicos de S’Agaró hace una semana.

Clase media machacada

Molinas se explica: “es cierto, hay que bajar el gasto público, no de una forma horizontal, como está planteando el ministro Montoro, sino de manera inteligente, porque hay 23.400 organismos públicos y creo que algunos se podrían suprimir”.

La reforma de la administración, por tanto, debería ser una de las prioridades, según César Molinas. Respecto a la bajada de impuestos, “pasar del 57% al 45% en el tipo marginal del IRPF costaría al Estado 2.000 millones, y creo que es asumible, porque generaría demanda interna, porque quien paga impuestos es la clase media, que está totalmente machacada”, sentencia.

En cambio, quien también se muestra escéptico respecto a las tesis de Costas, pero desde un enfoque muy distinto, es Jorge Fabra, presidente de Economistas frente a la crisis. Fabra rechaza las políticas de contención del gasto que ha dictado la Comisión Europea, y señala, con especial rechazo, la política adoptada por el Gobierno en sectores como la energía renovable, cambiando las reglas del juego a los inversores, lo que se ha considerado como una quita encubierta. Fabra entiende que los recortes sólo han perjudicado todavía más la economía española, dejando su demanda interna herida de muerte.

Reforma fiscal

Para que España pueda salir como un cohete, por tanto, o, al menos, para abandonar esa resignación del dolor, Fabra apunta en dos direcciones: en Europa, caminar rápidamente hacia la “unión bancaria y poner en marcha con toda urgencia los mecanismos que sean necesarios para que la actividad bancaria se asiente en la economía real y no en la especulación financiera”.

Y, a nivel interno, “desarrollar una activa política industrial que identifique los sectores en los que disponemos de ventajas comparativas con objeto de remover los obstáculos financieros que dificultan su despegue, y una reforma fiscal que aumente la capacidad recaudatoria hasta niveles homologables con nuestro entorno financiero para restaurar la capacidad de gasto del Estado y sus instituciones”.

¿Y quién dijo quitas?

Con todos estos escenarios, con las reflexiones de expertos que analizan desde distintos ángulos, se dibujan tres posibles caminos, aunque el último, apuntado por todos ellos, pero siempre en voz muy baja, no aparezca con todas las letras:

1-España sale como un cohete, una especie de happy end, después de la crisis, convertida en una nueva Alemania exportadora.

2-España suda, sigue sufriendo, con un crecimiento débil, luchando, aguantando.

3-Y España dice basta, por motivos sociales y políticos, y se plantea una quita.

Es verdad que ese tercer escenario nadie lo quiere, pero….

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