Francesc de Carreras: «No sé aún qué quiere decir España suma»

El jurista, enfrentado a Rivera, reclama un acuerdo entre fuerzas constitucionalistas y advierte que unas nuevas elecciones "complicarán más la situación"

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Francesc de Carreras (Barcelona, 1943) es uno de los intelectuales catalanes que más se ha significado en la defensa del constitucionalismo. Esa pelea es la que le llevó a convertirse en 2006 en uno de los fundadores de Ciudadanos (Cs) y de los principales valedores que auparon a Albert Rivera al frente de la formación. De ahí que, entre la sangría de los últimos meses de cargos e históricos del partido, su ruptura con Rivera sobresalga como una de las más significadas. El desencuentro entre el catedrático de Derecho Constitucional y su antiguo protegido empezó a cocerse con el acuerdo a tres bandas entre Cs, PP y Vox en Andalucía y culminó con su baja del partido la primavera pasada. Ahora, sigue pidiendo una entente entre partidos constitucionalistas y advierte que sus formaciones están «más divididas», en realidad, que las independentistas.

¿Cree que esta Diada de Cataluña ha marcado un punto de inflexión debido a la caída de asistencia? 

—Falta perspectiva todavía para saberlo. Sí la hay para concluir que hay un cierto cansancio, y es relativamente normal que el entusiasmo normal de 2012 se haya rebajado. Pero la traducción en votos de todo esto es incierta.

ERC parece haber rebajado su discurso en el sentido de haber renunciado, aparentemente, a la vía unilateral. ¿Las cosas han mejorado o, en realidad, están donde estaban?

—Sustancialmente, las cosas están donde estaban. En elogio de ERC hay que decir que es el partido que desde siempre, o al menos desde principios de los años 90, ha dicho que la única solución es la independencia de Cataluña. Y no se ha movido de ahí. Por tanto, el cambio es puramente táctico, para nada estratégico. Pensar que ERC será un partido que pasará a la moderación es estar profundamente equivocado.

«El PSC desde hace años favorece el independentismo. No se alinea con él de manera clara, pero lo favorece»

Los partidos independentistas no consiguen, en todo caso, trazar una estrategia conjunta respecto a la sentencia del Tribunal Supremo, pero tampoco parece que la tengan los partidos constitucionalistas.

—El constitucionalismo tiene que tener una estrategia conjunta no solo respecto de la sentencia, sino en general. Y no la tiene, desde luego. De hecho, está más dividido el constitucionalismo que el independentismo. Y además, no hay perspectivas porque el PSC prefiere pactar con independentistas, concretamente con ERC, y con los comunes —que están siempre en un terreno ambiguo— que con Ciudadanos y con el PP.

Ciertamente, tras las elecciones municipales, el PSC cerró numerosos acuerdos con ERC y con Junts per Catalunya (JxCat) en ayuntamientos e incluso en la Diputación de Barcelona. 

—Es un gravísimo problema. El PSC desde hace años favorece el independentismo. No se alinea con él de manera clara, pero lo favorece. Y, en todo caso, siempre tiende más a pactar con ERC o con Junts per Catalunya —o como se llamen ahora los exconvergentes— que con Cs o el PP. Y aunque el PSC es un partido independiente, el PSOE tendría que opinar sobre esto que están haciendo sus compañeros en Cataluña. Porque el PSOE en Cataluña no existe y esto no es un problema de ahora, sino desde el principio de la democracia. El PSC siempre se ha mostrado acomplejado frente a los nacionalistas, eso cuando parte sus miembros no han sido claramente nacionalistas. Ernest Maragall está ahora en ERC  y otros que han sido altos dirigentes del PSC, también. Es una demostración de lo dañino que ha sido el PSC en Cataluña desde el año 80.

«No hay ninguna razón para aplicar el 155. Decir eso es un error, y casi diría que un ridículo»

PP y Cs insisten en la conveniencia de volver a aplicar el artículo 155 en Cataluña. ¿Lo ve oportuno?

—En este momento no hay ninguna razón para volver a aplicar el artículo 155, que es un artículo que se debe aplicar en situaciones extraordinarias. Por tanto, decir eso es un error, y casi diría que un ridículo.

El PP también subraya la conveniencia de reunificar el centro-derecha con su proyecto de España Suma. ¿La parece una buena idea?

—La verdad es que no tengo opinión sobre si es buena o mala idea, porque no sé exactamente qué es España Suma. Se pone el ejemplo de Navarra, donde quizá sí tenía una cierta razón de ser, pero no sé si implica o no ir en listas conjuntas PP y Cs. Y me da la impresión, ya digo, sin tener una opinión definida, que si se trata de eso, no, no creo que haya que ir en listas conjuntas.

Por decirlo de forma coloquial: ¿el PP le ha tirado la caña para integrarlo en España Suma?

—No, en absoluto. Nadie me ha dicho nada, como es natural.

Esta semana El Mundo publicó varios nombres que quería captar y uno era el suyo.

—A mí nadie me ha dicho nada. Si quieren captar personas que han estado en el proyecto de Cs es normal que salga mi nombre, pero no hay nada.

Y si le llamaran, ¿les escucharía?

—Pero, ¿qué me dirían? Ya he dicho que no sé qué quiere decir España Suma. Yo nunca he optado a cargos políticos y, por tanto, no me presentaré a ningunas elecciones. Mi papel, modestamente, está reflexionando, escribiendo o dando conferencias. Y desde luego estoy abierto a participar en cualquier cosa que tenga un sentido a favor de la democracia en España y de que la verdad se imponga en Cataluña. Pero nada más.

«Nadie, en este escenario, puede sacar mayoría. Hay que pactar. Pero pactar es renunciar, y nadie quiere»

Usted ha abogado por un pacto entre PSOE y Cs, algo a lo que Albert Rivera se ha negado una y otra vez. ¿Cree que eso puede cambiar si hay una repetición electoral?

—No lo sé. Lo que sí creo es que se ha desaprovechado una gran ocasión. PSOE y Cs suman 180 diputados, una mayoría suficiente, y tienen afinidades estratégicas e ideológicas. Si se hubiera podido formar gobierno hace tres o cuatro meses, eso hubiera sido bueno para el país. No he entendido y he creído profundamente equivocada la posición de Cs, como he dicho en varios artículos. Unas nuevas elecciones, a las que estoy convencido de que vamos, complicarán todavía más la situación, y después podemos encontrarnos con lo mismo.

Realmente, la decepción es grande con los partidos políticos. No solo con Cs, sino también con el teatrillo de PSOE y Podemos. Es obvio que el PSOE no quiere pactar con Podemos. Lo que pasa es que Pedro Sánchez se había comprometido al ser elegido secretario general del PSOE a pactar con Podemos, y se mueve  dentro de su laberinto de contradicciones. Pero no me parece nada serio todo lo que se está haciendo en la política española desde hace cuatro años. Es grave y repercute en la sociedad, en la economía, en el prestigio internacional… Tendríamos que tomar lecciones del exterior. De Italia, de Alemania.

¿Por qué cree que se va a «complicar más la situación»? La situación que maneja ahora Sánchez tampoco parece sencilla porque teme que un gobierno de coalición con Podemos dure poco y se vea condenado a unas elecciones de manera forzosa. Ante esa perspectiva, ¿no es lógico acudir de nuevo a las urnas con la perspectiva de salir reforzado?

—Seguramente, lo más lógico —aunque la lógica en política falla con frecuencia— es que el PSOE saliera más reforzado, pero no creo que tanto como para tener una mayoría absoluta, o casi. Los partidos no han entendido que hemos pasado de un bipartidismo imperfecto a un cuatripartidismo impefecto o, mejor dicho, a un quintapartidismo contando a Vox. Y con la complicación que supone que hay muchos partidos independentistas. Nadie, en este escenario, puede sacar mayoría. Hay que pactar. Pero pactar es renunciar y nadie quiere renunciar, ni decir sinceramente con quién quiere pactar. Están dando un penosísimo espectáculo de muy poca altura política, estratégica e ideológica.

Llama la atención que esa incapacidad para asumir el paso al multipartidismo se produzca también en Cs, que no formaba parte del sistema bipartidista.

—Claro. La función política de Cs en España era ayudar a hacer mayorías con los partidos constitucionalistas sin que estos tuvieran que acudir a Podemos, a Vox o a los partidos nacionalistas. Pero ha dejado de cumplir esa función y dice que no, que no está para pactar con el PSOE o el PP sino que quiere encabezar la derecha. Por tanto, sustituir al PP. Y encima, para más contradicción todavía, forma gobiernos en comunidades y en municipios preferentemente con el PP. Entonces, ¿cuál es la función de Cs en España? ¿No solucionar lo que debería haber solucionado?

Usted le pidió a Rivera un cambio de rumbo, pero no lo ha habido. Y a Rivera le avalan los resultados de las generales y le hemos oído decir que si avalara a Sánchez tendríamos a Sánchez en la Moncloa para «una década».

Bueno, no sé, estas facultades adivinatorias sobre la próxima década son supuestas. Pero si hay una década de Sánchez será porque habrá ido ganando elecciones, y eso es la democracia. En todo caso, si Cs hubiera pactado un gobierno con el PSOE, los gobiernos de comunidades autónomas y grandes municipios habrían ido de otra manera. Y ambos partidos ya pactaron un programa común en el 2016 que fue muy fácil hacerlo porque tenían posiciones muy aproximadas. Si eso se hubiera repetido ahora no estaríamos en la penosa situación en la que estamos.

«Que la gente se vaya descolgando debería preocupar a la dirección de Cs. Pero, más que ponerle remedio, echa más leña al fuego»

Si Rivera sigue en esa línea, ¿cual es la opción para esos muchos que dice usted que “no desean que a Ciudadanos les una solo un melancólico recuerdo»? ¿Manuel Valls, por ejemplo?

—No sé. Cada uno pensará a quién tiene que votar en unas próximas elecciones, si es que las hay. No puedo interpretar qué hará cada uno. Bastante me cuesta interpretar qué haré yo. Aún no lo sé.

¿Usted cree que Cs está dejando políticamente huérfanos a una parte de antiguos votantes suyos?

—Por lo que hablo con gente de todo tipo, en los dos o tres últimos meses sí, hay muchos que están huérfanos.

De hecho, ya son varios los cargos de Cs que se han ido en este tiempo. Y no son figuras menores. ¿Se está debilitando el proyecto de Cs?

—Eso debería de preocupar a la dirección de Cs. No sé si le preocupa. Quizá sí, supongo que sí. Pero luego, más que ponerle remedio, más bien echa leña al fuego.

Repasemos otras alternativas a la de una alianza entre PSOE y Cs. ¿El PP debería contemplar la abstención para estabilizar un gobierno del PSOE?

—Pues quizá sí. Desde luego, si vamos a otras elecciones, lo que no puede ser es estar sin gobierno perpetuamente. Es una obligación de los políticos formar gobierno. Vamos a votar por dos razones: para elegir representantes en el Parlamento y para que se forme un gobierno. En 2016 incumplieron lo segundo y ahora lo han vuelto a incumplir. Que lo piensen, porque el resultado puede ser acabar con la paciencia de los votantes y que dejen de ir a votar, que vaya aumentando la abstención.

¿Qué futuro le augura a Vox? ¿Ha venido para quedarse o es una moda pasajera?

—Aún no tengo un criterio formado sobre eso. Está empezando, obtuvo un buen resultado, porque irrumpir por primera vez en el Parlamento con 24 diputados es mucho, y habrá que ver cómo evoluciona, qué posiciones mantiene.  Y, como Vox capta votantes de todo tipo de partidos, de derecha y de izquierda, se refuerza en tanto los demás partidos no acierten en su actividad política. Sin duda.

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