La estrategia soberanista ante el Supremo: todo era un farol

La expresidenta Carme Forcadell esgrimirá en el juicio que la declaración unilateral de independencia solo fue un simulacro y que ella no tuvo nada que ver

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Quienes hacían creer que escribían en mayúsculas la historia de Cataluña ahora aseguran que todo eran anécdotas. El escrito de defensa que la expresidenta del Parlament Carme Forcadell ha presentado ante el Tribunal Supremo (TS) intenta convencer a los jueces de que el desafío rupturista de octubre fue inocuo y que la declaración unilateral de independencia (DUI) no fue más que un simulacro.

La expresidenta de la cámara pide en su escrito de defensa su absolución en el juicio que está previsto que arranque las próximas semanas. Forcadell es considerada por la fiscalía uno de las líderes de «la rebelión» que le imputa el ministerio público. Pide para ella 17 años de cárcel, la misma pena que para Jordi Sànchez o Jordi Cuixart, siendo la segunda más gravosa de las solicitadas tras la del exvicepresidente catalán Oriol Junqueras, para el que se piden 25 años de prisión.

Forcadell se lava las manos

En el escrito presentado por su abogada, Olga Arderiu, se defiende que tanto Forcadell como el resto de integrantes de la Mesa del Parlament  se ciñeron al reglamento de la cámara y que además ella no tuvo «voto decisorio» a la hora de admitir a trámite la la declaración unilateral de independencia, cuya aprobación propició la aplicación del artículo 155.

En ese sentido, el escrito presentado por la abogada de Forcadell ante el Tribunal Supremo explica que es la Junta de Portavoces la que establece el orden del día de los debates parlamentarios, no la Mesa ni la presidenta de la cámara, que no tiene potestad, dice, para vetar debates, argumento que utiliza también para justificar el papel de Forcadell en el pleno del 6 y el 7 de septiembre, durante el cual se aprobaron las llamadas leyes de desconexión. 

Impostura en sede parlamentaria

Pero además, la abogada de Forcadell también puntualiza que, en realidad, el Parlament no declaró formalmente la independencia, sino que se trató de un simulacro, porque la DUI en realidad figuraba en la exposicion de motivos de la resolución, y no en el contenido de la misma, que es lo que efectivamente se votaba.

La clave era que la DUI formaba parte del preámbulo o exposición de motivos, que se limitaba a recoger la declaración que el día 10 de aquel mismo mes de octubre habían firmado en el edificio del Parlament pero fuera del hemiciclo los diputados de Junts pel Sí y la CUP.

«Se procedió a la votación, no de ninguno de los extremos recogidos por el Ministerio Fiscal (…) que obran dentro del apartado ‘Declaració dels representants de Catalunya’, sino, exclusivamente, de parte contenida dentro del apartado ‘Proposta de resolució», precisa Arderiu.

La defensa también recuerda que la secretaria primera de la mesa del Parlament, Anna Simó, confirmó que solo era objeto de votación y aprobación la parte dispositiva, y pidió que constara en acta que las propostas de resolución que se aprobaran no tendrían efectos jurídicos. Arderiu añade por último que la resolución tampoco se llegó a publicar en el Diario Oficial de la Generalitat de Cataluña (DOGC), pese a que tanto Junts pel Sí como la CUP así lo solicitaron.

Junqueras y la unilateralidad

El planteamiento, en todo caso, choca con el esgrimido por la defensa del exvicepresidente catalán, Oriol Junqueras, y el conseller Raül Romeva, que no tenían ningún cargo en la Mesa del Parlament y, por tanto, a diferencia de Forcadell, ninguna responsabilidad respecto de la tramitación de una DUI.

Así, el abogado de ambos, Andreu Van den Eynde alega en su escrito de defensa que la declaración suscrita el 10 de octubre por los diputados independentistas fuera del hemiciclo sí fue objeto de una «posterior votación» el 27 de octubre en la cámara.

Eso sí, Van den Eynde reduce el texto en cuestión a la «una expresión más de la voluntad política, sustentada en una actuación pacífica, democrática, legítima y parlamentaria, de generar un escenario de negociación multilateral ineludible (entre Catalunya, España y la Unión Europea) basado en el respeto a los principios democráticos». Es decir, niega que, más allá de la retórica, fuera una herramienta al servicio de la unilateralidad.

La despedida de Forn

La tramitación por parte del Parlament de la DUI, o mejor dicho, de su simulacro, no afecta tampoco al resto de miembros del gobierno de Carles Puigdemont, a los que se les acusa por otros hechos.

Pero la defensa del exconseller Joaquim Forn pide incorporar al procedimiento una prueba que reafirmaría ese carácter de impostura que tuvo el anticlímax final del proceso independentista: una grabación, captada por una funcionaria con su móvil, de la despedida de Forn ante el personal del departamento de Interior el 26 de octubre, cuando Puigdemont aún no había decidido si convocaría elecciones o precipitaría, como finalmente hizo, la votación del día 27 en el Parlament. 

En dicha despedida, explica su abogado, Xavier Melero, Forn describió «un panorama en el que solo cabían dos alternativas: la convocatoria de elecciones autonómicas o la aplicación del artículo 155». Las distintas estrategias de defensa, coincidentes o no, lo que reflejan indefectiblemente es la vigencia de aquella confesión de la exconsellera Clara Ponsatí: la de que el independentismo institucional siempre fue de farol.

 

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