Pedro Sánchez gana el centro y las elecciones

Pedro Sánchez debe resolver un dilema: pactar con Ciudadanos o con la amalgama de Podemos, PNV y tal vez una ERC moderada

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Y Pedro Sánchez volvió a acertar. No presentó un brillante programa, ni fue el ganador en ninguno de los dos debates electorales que se celebraron. Pero los supervivientes tienen otras virtudes. Y este hombre las reúne todas y en dosis suficientes. Aprovechó de manera sobresaliente los errores de sus adversarios y manejó sin escrúpulos los recursos que proporciona la presidencia del Gobierno y el miedo a esa filial del populismo europeo que es Vox para ganar las elecciones.

Para ello se limitó a ponerse la piel de cordero pintada con los colores del diálogo, la moderación, el rechazo a los extremismos, la luchas contra las injusticias, las de verdad y las figuradas… Con este ropaje se hizo el amo y señor del centro, desguarnecido tras la incomparecencia de su principal oponente, Pablo Casado, y se hizo con una victoria que le mantendrá en La Moncloa al menos durante los próximos cuatro años.

Antes, deberá resolver un dilema: pactar con Ciudadanos o con la amalgama de Podemos, PNV y tal vez una ERC moderada, vencedora en Cataluña. El partido de Albert Rivera le garantiza un gobierno estable, con mayoría absoluta y un programa de coalición centrado y al gusto de los líderes de la economía española. El otro acuerdo presenta más aristas y daría al PSOE un perfil más izquierdista que no está necesariamente en el ADN de Pedro Sánchez.

Resuelta esta disyuntiva, Pedro Sánchez se instalará de nuevo en la presidencia del Gobierno, esta vez con todas las de la ley, y verá desde la barrera las luchas intestinas que se abrirán en una buena parte de sus “enemigos” políticos. El estrepitoso fracaso de Pablo Casado dificulta enormemente su proyecto de liderazgo en el PP. Y la fuerte pérdida de votos y escaños de su socio a veces, Pablo Iglesias, le incapacita para ser algo más que una voz respondona, salvo que Pedro Sánchez decida acudir en su auxilio.

Casado situó a Vox como el enemigo a batir

Pablo Casado se ha equivocado de principio a fin. Adoptó un lenguaje belicoso, ajeno por completo a la moderación de la que había hecho gala su antecesor, Mariano Rajoy, sobreactuó y eligió mal sus peones. Situó a Vox como el enemigo a batir, sin darse cuenta de que lo que tenía que hacer era ocupar el centro político que los devaneos de Sánchez con Podemos y los soberanistas habían abandonado. Quiso rectificar a mitad de campaña y lo único que consiguió fue perder aún más la poca credibilidad con la que arrancaba. En consecuencia, fue de más a menos y su resultado es uno de los peores en la historia del PP.

La supuesta victoria de la izquierda, así en genérico, no debe ocultar el mal resultado de Pablo Iglesias y Podemos. Las guerras internas de clanes, la ausencia de resultados concretos en sus políticas y el cesarismo de su líder máximo, pone en modo cuesta abajo a la formación morada.

Y ahora vienen las municipales y europeas. Qué fácil se le han puesto las cosas a Pedro Sánchez, ganador indiscutible de esta noche electoral.

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