Los gobiernos activan la vigilancia masiva para frenar el coronavirus

China, Israel y otro grupo de países ponen en marcha programas de vigilancia masiva de sus ciudadanos. ¿Qué hará España?

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Parece que la pandemia del coronavirus, con 235.000 positivos detectados en todo el mundo, ha enterrado el debate entre seguridad y libertad. La necesidad de controlar los focos y frenar su propagación ha llevado a los gobiernos de distintos países a poner en marcha controles masivos de vigilancia de la población, sin que se cuestione el uso que se hace de la información sensible de los ciudadanos. 

China no dudó en poner a prueba su Gran Hermano digital. Con más de 81.000 casos de infectados, el país gobernado por el Partido Comunista Chino (PCCh) puso su sistema de vigilancia y control de la población al servicio de la salud pública. 

Una de las prácticas fue el uso de códigos QR en los teléfonos móviles para rastrear todos los movimientos de los ciudadanos. Este método, que sustituyó a las tarjetas de cartón expedidas por los comités vecinales, determina si la persona es peligrosa para el resto de la comunidad.

Funciona como un semáforo. La combinación de información guardada en las bases de datos de transporte público y de otros departamentos gubernamentales, junto al posicionamiento recogido por las operadoras de telefonía y el propio GPS del móvil, dan como resultado un código QR de tres posibles colores.

China usó una aplicación que segmentaba población en función de su riesgo de contagio

El primero es el verde, que abre las puertas de todos los servicios. Se concede solo a quienes en los últimos 14 días no han visitado ninguna zona de riesgo.

El segundo color es el amarillo. Este nivel restringe el acceso a servicios no esenciales y lo reciben aquellos que se han movido en las últimas dos semanas aunque no hayan visitado las regiones más afectadas.

El tercer y último color, el rojo, indica que el usuario debe permanecer en cuarentena. Saltársela puede ser castigado a través del código penal, una medida sancionadora que está al nivel de Rusia, que ha fijado esta misma sanción en hasta 5 años de cárcel.

El coronavirus en China.

Pese a haber conseguido frenar el crecimiento del coronavirus —ya no hay casos detectados de contagios intracomunitarios—, el país no se ha librado de las críticas por sus dudosas prácticas. El profesor estadounidense Zeynep Tufekci explicaba en The Atlantic que las conocidas condiciones de vigilancia y censura masivas que se han desarrollado bajo el yugo de Xi Jinping han provocado, paradójicamente, que el gobierno central tuviera «pocas señales o ninguna» de las «conversaciones públicas en línea sobre la misteriosa neumonía».

Más vigilancia: Estados Unidos, Rusia, Tailandia e Irán

El Gobierno de Estados Unidos, que también se debate entre subestimar el coronavirus o hacer saltar las alarmas, no renuncia a estrictas medidas de control y vigilancia. The Washington Post publicó que la administración Trump estaba en conversaciones con gigantes tecnológicos como Google y Facebok.

Su objetivo: encontrar la fórmula que permita usar los datos de ubicación obtenidos de los teléfonos de los estadounidenses de forma agregada y anónima. Entre esta información se añadirían otros detalles, como el seguimiento para saber si las personas mantienen entre ellas la distancia de seguridad recomendada.

Rusia tampoco ha desaprovechado la ocasión. El gobierno del Kremlin, que asegura actualmente que su número de contagiados no es ni el 1% de los que ha detectado España, ha puesto a trabajar sus máquinas de vigilancia para detectar quién se salta la cuarentena.

En Moscú, donde se concentran el grueso de infectados, la administración ha tejido una de las redes de videovigilancia más grandes del mundo, con hasta 200.000 cámaras en la ciudad. De momento, su sistema de reconocimiento facial ya ha servido al gobierno para detectar a ciudadanos rusos que han querido saltarse la ley.

Estados Unidos está en contacto con gigantes como Google y Facebook 

Países como Tailandia han concentrado sus esfuerzos en las fronteras y los accesos. Medios locales informaron de que el país, vecino de China a solo 100 kilómetros de distancia, desarrolló una aplicación para los aeropuertos para tener controlados a los viajeros que llegaban desde otros territorios.

Otro de los países que también se ha sido señalado ha sido Irán, cuya situación por la pandemia dibuja uno de los peores escenarios. El investigador iraní Nariman Gharib publicó en su cuenta de Twitter que el Ministerio de Salud estaba utilizando la aplicación oficial del gobierno para los iraníes como una herramienta para espiar. 

Israel encarga la supervisión a su CNI

Israel ha sido uno de los últimos países que ha dado a conocer su estrategia. El Gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu, actualmente en funciones, aprobó la madrugada del pasado martes un decreto por la vía de urgencia para regular el acceso a los datos de los infectados.

La autoridad competente para llevar a cabo esta tarea es la agencia de espionaje interior, la Shin Bet. Su misión no es otra que hacer un seguimiento de los pacientes.

El diario Haaretz dio más detalles y explicó que los datos de geolocalización recopilados serán utilizados por la policía, con el objetivo de que puedan tener información también de aquellas personas que han estado en contacto con los infectados. Este grupo debe someterse a una cuarentena de dos semanas. 

El Gobierno dice que se aprovecharán de estos datos para afrontar la emergencia sanitaria y que serán borrados 30 días, momento en el que está previsto que expire la vigencia del decreto. Sin embargo, el Ministerio de Sanidad se guarda una carta: poder seguir utilizando esos datos para “análisis internos” durante otros dos meses.

España busca un modelo

La gravedad de la situación en España por el coronavirus también es extrema. Es el cuarto país de todo el mundo por número de contagios y el segundo a nivel europeo, solo superado por Italia. A esta situación, a la que se une una orden de confinamiento durante mínimo 15 días — el Gobierno podría conseguir una prórroga adicional en el Congreso de los Diputados— , le urge la necesidad de segmentar a la población para poder contener los focos de contagio.

Madrid, la ciudad de España que concentra casi la mitad de todos los positivos por coronavirus detectados, ya ha desarrollado una aplicación. Desde la administración han puesto énfasis en que el objetivo primordial es descongestionar los servicios oficiales de emergencias, pero lo cierto es que esta herramienta permite trazar datos de contagiados y gente sintomática y tenerla geolocalizada.

Covidapp, como así se llama, es un test de autodiagnóstico, pero solicita datos personales como el DNI y la geolocalización. Una solicitud de información que, según la opinión de varios juristas, no queda suficientemente justificada en su política de privacidad, en la que se afirma que dicha información se podrá compartir con sus «proveedores y colaboradores, así como a las empresas que estos subcontraten».

Los responsables de haber desarrollado este proyecto en tiempo récord, entre los que se encuentra la empresa Carto y Telefónica, dicen haberse guiado por la experiencia de Corea del Sur, un país que ha conseguido allanar la curva gracias al uso de su tecnología, además de haber llevado a la práctica test masivos entre la población para detectar contagiados asintomáticos. 

Corea del Sur utilizó el sistema de alertas nacionales en teléfonos móviles para avisar a los habitantes de distritos o localidades en el momento en el que detectara un brote en su zona. Esa información persigue varios objetivos: que la gente evite pasear por estos lugares, que las autoridades vayan a desinfectarlo y que aquellos que los hayan visitado estén atentos por si detectan síntomas.

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Cristian Reche

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