Mañana cambia el mundo

Cuatro años más de Donald Trump pueden convertir a los Estados Unidos en una democracia fallida e iliberal

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Pocas veces puede hacerse una afirmación tan rotunda como la del titular de este artículo en la seguridad de que uno no se va a equivocar. Mañana, martes, 3 de noviembre, se producirá un evento de importancia trascendental para el mundo: la continuidad, o no, de Donald Trump en la presidencia del país (todavía) más poderoso de la tierra.

Del resultado de las elecciones presidenciales depende no solo el futuro de 331 millones de norteamericanos sino el de buena parte de la población mundial. Si Trump logra permanecer cuatro años más en la Casa Blanca consolidará una gobernanza basada en la mentira, en la negación del multilateralismo –consistente en que ningún país se comporte sin tener en cuenta a los demás— y en una deriva autoritaria. Estados Unidos es ya una democracia “defectuosa”, según el ‘Democracy Index’ de The Economist. Cuatro años más de Trump, y de un Partido Republicano sometido a sus deseos, pueden convertirlo en una democracia “fallida” y abiertamente iliberal.

Estremece contemplar el deterioro de los últimos cuatro años. La esperanza de que esa rápida caída pueda detenerse la representa un político que nunca hubiera sido nominado para competir por la presidencia si no fuera porque es el que más posibilidades tiene de erigirse el anti-Trump. A sus 77 años, Joe Biden tiene más pasado que futuro. No es ni demasiado moderado ni excesivamente progresista y su carrera política destaca sobre todo porque ha durado medio siglo. Pero Biden es único candidato sobre el que todas las familias del Partido Demócrata se han puesto de acuerdo en apoyar porque transmite los dos atributos de los que más carece el actual presidente: la empatía y la decencia.

Nadie da por vencido a Trump

Del impacto que ha tenido Trump en la sociedad norteamericana da idea que, pese a ser el gobernante mas incompetente y deshonesto desde James Buchanan (1857-1861), pese a tener casi todos los sondeos en su contra y pese a la inaudita movilización del electorado (más de 93 millones de ciudadanos, el 68% del total de los que votaron en las últimas presidenciales lo han hecho ya por adelantado), nadie que se atreve a asegurar que no vaya repetir el vuelco que le dio la presidencia en 2016.

Detallar los efectos sobre la política interna norteamericana de un segundo mandato de Trump, particularmente si el Partido Republicano logra retener el control del Senado, requeriría de un ensayo en lugar de un artículo. Es relevante, sin embargo, esbozar solo alguna de las que tendría sobre el resto de la comunidad mundial.

Afectaría, ante todo, a la manera en que se aborde el ataque a la pandemia que nos asola. La filosofía del America First influiría sobre cómo se aprueban, fabrican y distribuyen las vacunas que, previsiblemente, lograrán contener la enfermedad. Paralelamente, las manipulaciones y mentiras de Trump y su entorno contribuirían a intensificar la otra epidemia que se extiende por el mundo: la de la desconfianza en la ciencia, del negacionismo y del pensamiento mágico.

Más peligro para la seguridad

​La seguridad internacional empeoraría a medida que una segunda administración Trump aceleraría el desacoplamiento de Estados Unidos de las instituciones multilaterales. Eso significaría más debilitamiento de las Naciones Unidas, más alejamiento de la OTAN (e, incluso, una salida norteamericana de la Alianza) y, sobre todo, un estímulo para líderes con designios expansionistas: Putin, Erdogan y Xi, por solo mencionar a tres.

Al igual que el equilibrio de poderes en EE.UU. se rige por los checks and balances (muy deteriorados, como se ha evidenciado con la confirmación exprés para el Tribunal Supremo de la ultraconservadora Amy Coney Barrett), la geopolítica mundial depende también de que los países en los que impera el estado de derecho sirvan de freno y contrapeso a los que no practican una política basada en reglas.

Y, obviamente, la lucha contra las amenazas existenciales a las que se enfrenta la humanidad, empezando por el cambio climático y la necesidad de abandonar una economía basada en los combustibles fósiles, sufrirían un revés difícilmente reparable.

Todas esas contingencias, y muchas más, experimentarán una alteración en función de quien gane las elecciones. Es probable que el resultado definitivo tarde días o semanas en conocerse. Es posible, incluso, que un resultado desfavorable desencadene episodios de violencia y hasta la negativa del presidente a ceder el poder. Lo impensable es posible en la America de Trump.

Lo que sí es seguro es que, a partir de mañana, el mundo alterará su rumbo. A mejor, si gana Biden, aunque sea solo para comenzar el difícil proceso de revertir las políticas más tóxicas de los últimos años. O a peor si Donald Trump obtiene un segundo mandato para seguir comportándose como el hombre más peligroso del mundo.

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