Rivera sirve en bandeja la gran coalición a Sánchez y Casado

Ciudadanos, hundido en las encuestas, allana el camino para un gran acuerdo con PP y PSOE y se despoja de toda munición para criticar el bipartidismo

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Si no media una sorpresa, Albert Rivera será este domingo el rostro de la debacle. Las encuestas, todas ellas, coinciden en pronosticar que PP y Vox se van a repartir dos tercios del botín que Ciudadanos logró en abril (56 escaños), ya que la formación naranja tendrá enormes dificultades para retener unos 20 diputados.

Rivera, un dirigente que siempre ha mostrado una mandíbula de hierro, intenta mantener el tipo pese al terrible viento demoscópico en contra. Incluso sonreír durante la campaña. Pero todo resulta artificioso porque no hay candidato que aguante semejante desplome en las encuestas sin mudar el semblante.

El líder de Ciudadanos ha llegado en esta campaña electoral a la misma conclusión que alcanzaron los críticos de su partido hace dos meses: Cs debe jugar el papel de partido bisagra y, por tanto, debe permitir que gobierne el partido con posibilidades de hacerlo.

Rivera, que se mostró implacable con el veto al PSOE tras las elecciones de abril, se ha convertido a lo largo de esta semana en el profeta del desbloqueo. Con tanta convicción ha cambiado de sermón que ahora no solo predica la necesidad de llegar a acuerdos con el PSOE —si no hay una alternativa del PP—, sino que incluso se permite retar a Pablo Casado: «Si no ganas, ¿vas a bloquear el país otra vez?».

Rivera y el bipartidismo

La pregunta de Rivera encierra en muy pocas palabras todas las contradicciones de Ciudadanos. En primer lugar, porque esa misma cuestión se la pudo formular a sí mismo hace unas semanas y los electores se habrían ahorrado una visita a las urnas este domingo.

Y en segundo lugar, porque el desafío lanzado a Casado no es otra cosa que una llamada al bipartidismo, quizás el fenómeno que Cs ha combatido con mayor contundencia a lo largo de su existencia para hacerse hueco en el panorama nacional.

Con su reto a Casado, el profeta del desbloqueo sirvió en bandeja la gran coalición de PSOE y PP después de las elecciones de este domingo y, de paso, se despojó de las armas para criticar el entendimiento de los grandes partidos. Falta, claro, que se produzca ese gran acuerdo, pero llegado el caso se habrá quedado sin munición para atacarlo. 

Frases de Rivera no precisamente antiguas tales como «Ciudadanos va a descomponer el bipartidismo decadente» hoy resultan hallazgos arqueológicos. Y discursos construidos en torno a los males de una España de «rojos y azules» han perdido toda vigencia porque esa es precisamente la España por la que ahora clama. 

Sánchez, Casado y las terceras elecciones

PSOE y PP contemplan con satisfacción los giros de Rivera porque a ambos les convienen. Al PSOE porque de la noche a la mañana se ha quitado de encima el veto de Ciudadanos y, por tanto, tiene al alcance un posible socio. Y al PP porque ya no debe sufrir la obsesión de un partido empeñado en reemplazarlo como referencia del centro-derecha.

En realidad, los beneficios para el PP no acaban aquí, puesto que la súbita pasión desbloqueadora de Ciudadanos facilita un eventual acuerdo a tres con el PSOE y anula a Rivera como presunto jefe de la oposición. Despeja, eso sí, el camino para que Santiago Abascal (Vox) se ponga las botas con «el tricentrito cobarde».

Pero la gran coalición, hasta que se demuestre lo contrario, es todavía un anatema en la política española. Sánchez y Casado la han ahuyentado durante la campaña y, por tanto, nadie puede descartar unas terceras elecciones por mucha conjura contra este escenario que prometan los candidatos.

La campaña concluye este viernes con tantas preguntas como había al inicio. Puede, incluso, que con alguna más. ¿Hay alguien dispuesto a dar un paso al lado para facilitar el desbloqueo?

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