Las claves de la expansión de Parking Pizza
Su nuevo restaurante de la calle Valencia (Barcelona) repite la estética industrial y las recetas napolitanas de sus pizzas que juegan a la innovación

Parking Pizza apuesta por la preparación napolitana de la pizza. Foto: Parking Pizza
Parking Pizza pisa el acelerador y sigue su ritmo de aperturas a toda velocidad: hace poco más de un año inauguraron un local en la barcelonesa Gran Vía, en enero cortaron las citas de un restaurante en el Paseo de la Castellana en Madrid, y hace pocas semanas volvieron a la Barcelona que los vio nacer, para presentar en sociedad el nuevo local de Valencia 300.
En este restaurante, el quinto en la capital catalana y el séptimo contando los de Madrid, la compañía repite la receta que les está dando buenos réditos en ambas ciudades: pizzas elaboradas bajo la fermentación napolitana que le da un bienvenido toque crujiente, uso de ingredientes italianos para mantener la esencia, y apuesta por nuevos sabores sin dejar de lado las preparaciones clásicas.
Otros puntos a tener en cuenta son la amplitud de sus locales y sus precios accesibles, lo cual también explica que un sábado de diciembre quien no tenga reservas esté preparado para esperar un buen rato para conseguir lugar.
La estética industrial de Parking Pizza
Cabe aclarar que aquí uno no reserva mesa, sino asiento: las mesas son largas, o bien circulares con capacidad para 8 personas o rectangulares para recibir de 10 a 16 comensales. En Parking Pizza uno se sienta al lado de desconocidos, lo que para algunos no tiene importancia, pero para otros es un poco incómodo cuando se concurre de a dos y las conversaciones se entrecruzan.
Los precios de Parking Pizza son accesibles, con una carta a un precio medio de 20 a 25 euros
Tampoco hay sillas: todo el mundo se sienta en taburetes de cartón (por suerte, bien resistentes) que se destapan, y en su interior se pueden guardar abrigos y bolsos de mano; siguiendo la línea estética que desde 2015 trazó la propietaria Berta Bernat con Skye Mausnell Studio.
Ese concepto se repite en el interiorismo de aires industriales del restaurante, de 430 m²: paredes de ladrillo gris, cables a la vista y baños divididos por chapas metálicas. Más de uno diría que es bastante parecido -precisamente- a un parking.
El sabor de la pizza artesana
Pero el verdadero valor añadido de esta cadena no es su estética, sino sus pizzas, que los han llevado a ser finalistas en varios concursos y han sido alabadas por Ferran Adrià.
La carta (precio medio 25 euros) evita marear al cliente: una docena de pizzas, unos 10 entrantes, un puñado de ensaladas y tres tipos de focaccia. Punto. Generalmente, se pide una pizza por persona, pero lo sugerido es probar dos o tres entrantes, y en todo caso, compartir una o llevarla a casa, para tener una experiencia más completa.
Cada vez que abre un Parking Pizza presenta platos en exclusiva, que según la recepción que tenga entre los clientes, se puede exportar a los otros locales.
En el caso de la calle Valencia, son entrantes como el salmón ahumado con cebolla roja, lima, eneldo, mayonesa de pepinillos; la ensalada de berenjena caramelizada, tomates secados al sol, fontina, rúcula y la focaccia de cebolla y tomillo.
Pero en nuestro caso, nos habían recomendado la mortadela con crema de pistachos y limón, que mantiene la fidelidad a las recetas típicas de Emilia-Romagna, con ese punto crujiente de los frutos secos. Y otra pequeña gema es el Tomino del Boscaiolo, un pequeño queso piamontés donde la corteza exterior se dora y del interior sale una crema fundida acompañada de los pane carasau, galletas extremadamente finas de Cerdeña.
Otros entrantes a tener en cuenta son la stracciatella de burrata, las anchoas 00, el aguacate roto con cilantro y cebolla tierna, el salame Finocchiona con hinojo, y la bresaola (embutido lombardo) con virutas de apio y ralladura de piel de limón.
Lo recomendado es acompañar a los antipastos con focaccias como la de romero o la de cebolla y tomillo, pero atención que pueden llenar antes de llegar a lo importante: las pizzas.
Las pizzas que hay que probar
En las 13 variedades se encuentran clásicos como la Margherita, dos tipos de Marinara (con o sin anchoas, además de tomate, orégano y ajo laminado) y la Stracciatella (con tomate y orégano). Excepto estas, todas llevan el queso fior di latte, que a diferencia de la mozzarella, no lleva leche de búfala sino de vaca, lo que la hace más suave y menos ácida.
Por ello, si se llega por primera vez a este restaurante, lo mejor es probar las nuevas combinaciones de sabor, donde se arriesga sin perder de vista la tradición. En nuestro caso, fuimos por una exquisita pizza de trufa negra con fontina, huevo y parmesano, donde este hongo hace magia lo que toca. Y la de Prosciutto cotto alla griglia (jamón a la parrilla) con champiñones y queso scamorza, también muy buena.
Otras variedades, todos con su borde extra grueso, son la de sobrasada picante de Mallorca, con queso taleggio y tomillo; la de butifarra con huevo, brócoli y fontina; o la de speck (embutido de Tirol del Sur) con scamorza, parmesano y rúcula, entre otros.
Entre los postres, el tiramisú es casi obligatorio, con un mascarpone sumamente suave. Otras alternativas son el brownie con helado de vainilla, los helados artesanales o el affogato (café con helado de vainilla).
En Parking Pizza hay ocho referencias de vino y unas 10 de cervezas. Pero la razón es que, a diferencias de otros locales, aquí proponen comer con cócteles (que también sirven para amenizar la espera). Las creaciones son las clásicas, como el Aperol Spritz, el Bloody Parking (relectura del bloody mary), el Daiquiri, el Passion Mare (lo hacen muy bien), el Moscow Mule o la Mora Margarita.