Escapada gastro a Hondarribia: el 2.0 de la nueva cocina vasca
Los pupilos de Berasategui, Arzak o Subijana al frente de los fogones de muchos y buenos restaurantes en Hondarribia ejemplifican la evolución necesaria de la nueva cocina vasca

El viaje más sabroso a Hondarribia. Foto: Alameda.
Hondarribia (o Fuenterrabía) es una de las localidades más bonitas y seductoras del País Vasco. Eso no hay quien pueda ponerlo en duda. Además, con una personalidad dual y muy evidente en el urbanismo de sus dos barrios principales: el casco histórico y La Marina. Durante el otoño y el invierno, olvidado el bullicio de veraneantes, es cuando retoma el ritmo pausado del gran pueblo que es (aunque oficialmente sea villa), poniendo en valor su dimensión marinera, fronteriza, popular y, sobre todo, gastronómica.
En términos culinarios, hoy a Hondarribia se la puede considerar la versión 2.0 de la nueva cocina vasca. La evolución lógica y necesaria de esa culinaria que abanderaran desde hace décadas Berasategui, Arzak y Subijana, entre otros.
Pues bien, algunos de sus pupilos se han venido para este pueblo costero, poniéndose al frente de los fogones de sus muchos y buenos restaurantes.
Ruta gastro por Hondarribia
Entre los más destacados está Alameda, negocio familiar que presume de sus dos soles Repsol y su estrella Michelin y que, como la propia Hondarribia, ofrece dos personalidades diferentes: restaurante gastronómico y taberna. Un templo del buen producto local donde presumen de la comarca en que se encuentran, Bidasoa-Txingudi, aprovechándose de los muchos y buenos ingredientes de mar, huerta y granja que aquí se generan.
La propuesta de los hermanos Txapartegi (Gorka, Kepa y Mikel) es la evolución a alto nivel de esa cocina tradicional que practicaba su familia hace más de 80 años en este mismo negocio.
En el restaurante dejarse llevar por la creatividad de cualquiera de sus dos menús degustación, Hondarribia y Gartzinea, es siempre una buena opción (mucha atención al increíble carro de quesos).
Pero la experiencia tabernaria, con sus huevos rotos con txistorra, los tigres, las croquetas y los txipirones, es casi obligada en una primera visita a Hondarribia.
San Pedro: calle gastronómica por excelencia
También imprescindible es el paseo por su calle gastronómica por definición: San Pedro. Esta es la vía principal del barrio marinero de Hondarribia, La Marina, flanqueada por lo que antes eran las casas de pescadores, con sus coloreadas puertas y ventanas gracias a la pintura sobrante de los barcos.
Las plantas bajas de esas viviendas (a veces el edificio entero) ahora están ocupada por bares de pintxos y restaurantes, conformando todos ellos una ruta tan canalla y suculenta como inabarcable.
Entre las referencias hay locales tan recomendables como el Bar Gran Sol, siempre que las largas colas ante su puerta no disuadan del intento. Se entiende el éxito del negocio, sobre todo entre visitantes procedentes de las vecinas Landas francesas, por la autenticidad del local y porque algunos de sus pintxos son ya parte importante de la mitología gastronómica hondarribitarra.
Por ejemplo, el Jaizkibel (en referencia al monte que preside la localidad), que es un champiñón relleno de una mousse a base de jamón ibérico y queso y cubierto de alioli. O el llamado Hondarribia, que se trata de una tosta de bacalao ahumado acompañada de un pimiento del piquillo, foie y un toque de confitura de melocotón.
También merece parada La Hermandad de Pescadores, referente de la cocina tradicional vasca y marinera, que efectivamente es propiedad de la cofradía de pesca local.
Su comedor de mesas corridas es ideal para compartir conversaciones con propios y extraños en torno a generosas raciones de merluza, besugo, rodaballo, lenguado o de chuletón de buey. También de especialidades locales como el txangurro o la ensalada de txitxarro y, por supuesto, de la suculenta sopa de pescado, un emblema de la casa.
Si aún quedara hueco en el estómago son igualmente recomendables los postres tradicionales elaborados en sus cocinas. Por ejemplo, la pantxineta al horno.
Pintxos y más pintxos
Pero son muchas más las propuestas en torno a la calle San Pedro. Los muchos y suculentos pintxos que sirven en locales como Maite (San Pedro, 35) y Txantxangorri (San Pedro, 27) son buena muestra.
O los de Loretxu Jan & Edan (Itsasargi, 2): aquí la textura y el sabor de sus txipirones a la plancha con cebolla caramelizada despiertan hondas emociones imposibles de explicar con palabras. Como su taco de ternera o las croquetas.
Mención especial merece el restaurante Arraunlari Berri, en pleno paseo marítimo. Un local con terraza pero, sobre todo, con un comedor en el que disfrutar de esa maravillosa satisfacción que genera con su buen hacer un servicio de sala absolutamente profesional y atento a los gustos y necesidades del cliente. Eso para empezar.
Porque lo que viene a continuación, la cocina, es imposible que deje indiferente a nadie: producto, producto y mejor producto. También un gran gusto en las presentaciones. Aquí hay que probar cualquiera de sus propuestas de pescado de mercado, pero también platos como el hongo boletus, yema de huevo y crema de patata, las gambas rojas o blancas a la parrilla, el buey de mar a la donostiarra con emulsión de leche de oveja, las verduras de temporada o cualquiera de sus carnes a la brasa.
Un punto de creatividad
No solo de pescado y carne se alimentan los restaurantes de Hondarribia. También de vegetales, de creatividad y sentido común. Con esos tres ingredientes está conquistando paladares un restaurante, El Curry Verde, que a priori no lo tenía nada fácil en Hondarribia.
Primero, por su situación, junto al puerto y algo alejado del casco urbano. Segundo, por su atrevida propuesta vegetariana con algunos platos puramente veganos. Y tercero por su horario: solo abre para desayunos y comidas (hasta las 15:30 horas).
Desde luego su carta es de esas que derriban mitos entre los más “carnívoros”, con sorpresas a base de heura (el pollo no pollo), hamburguesas vegetales, o una deliciosa parmiggiana de berenjenas (lasaña de lo más convincente).
Los mejores desayunos de Hondarribia
Como decíamos, El Curry Verde es también un buen lugar para venir a desayunar. Sana costumbre que, por lo general, en Hondarribia se hace con tiempo y buen apetito. Hay varios “templos” que justifican esa devoción por la primera comida del día.
Uno de los clásicos es Gaxen (Zuloaga, 8), de vuelta a la zona de La Marina, pequeño negocio en el que se antoja que hay demasiadas mesas, pero donde elaboran una bollería tan convincente y una selección de tostadas, tostas, croissants rellenos, crêpes, batidos y bebidas calientes tan variada y bien servida que se entiende que esté atestado de clientes ya desde primeras horas de la mañana.
No menos recomendables son los desayunos que sirven en Kai-Alde (Bernat Etxepare, 3), panadería y pastelería familiar con obrador propio, cuyas delicias llevan convenciendo a la población local desde hace más de seis décadas.
Y, lo mejor, es que no solo es para tomar in situ, en la agradable cristalera de su terraza: el placer puede continuar tiempo después llevándote a casa cualquiera de sus deliciosas propuestas en materia de bollería y confitería. Por ejemplo, su pastel vasco de crema, su pantxineta o su tarta de manzana.
Hondarribia intramuros
Para compensar, solo en parte, tanto festín gastronómico, no está de más pasear por las empedradas calles, plazas y jardines de la parte alta de la ciudad intramuros. Es decir, el casco histórico. Porque la villa de Hondarribia es la única en Guipúzcoa que ha preservado, prácticamente íntegras, las murallas que ya la rodeaban y protegían en la Edad Media.
Allí, en lo más alto, como un cubo pétreo y firme, desafía al paso del tiempo el Castillo de Carlos V. Lleva ese nombre porque se reformó y se convirtió en parte en un palacio durante el gobierno de ese monarca, pero la realidad es que su origen está en el siglo X. Hoy alberga uno de los Paradores con más estilo de la red estatal.
Desde su terraza, además, se puede disfrutar de una de las vistas más completas de la desembocadura del Bidasoa, de la parte baja de la localidad y de la vecina y francesa Hendaya.
Otra buena opción de alojamiento en Hondarribia es Villa Magalean Hotel & Spa. Integrada en el reconocido listado de alojamientos rurales de Rusticae, ocupa una de las mansiones de estilo neo-vasco que fueron levantándose en la localidad desde los años 40-50 del siglo XX.
La reforma de este espacio, ya en el siglo XXI, lo ha convertido en un pequeño hotel-boutique con solo ocho habitaciones dobles, cada una con su propia decoración y ambiente.
Desde luego, es un buen lugar para descansar y tomar impulso entre visita y visita a los templos culinarios, nuevos y viejos, de Hondarribia. Una localidad que es una referencia fundamental en la (buena y nueva) gastronomía vasca.