Carlos Gardel: quién era el hombre detrás del mito

‘Gardel’, del historiador argentino Felipe Pigna, analiza cómo un inmigrante francés se convirtió en el mejor cantante de tangos y una estrella de fama mundial

Una de las fotos más conocidas de Gardel. Foto Picryl

En el gigantesco cementerio de Chacarita, en Buenos Aires, hay una tumba siempre llena de flores frescas, con una estatua de bronce de un hombre que sonríe, con esa muesca ladeado que se convirtió en un símbolo. Y en sus dedos siempre, siempre, hay un cigarrillo encendido.

Es la tumba de Carlos Gardel, sin dudas el mejor cantante de tangos de la historia, un mito que trascendió al Río de la Plata y que alcanzó una fama que envidiarían muchas estrellas de rock.

Pero su figura siempre estuvo rodeada de misterios, muchos tejidos por el mismo cantante y actor, y algunos de ellos son aclarados por Felipe Pigna en Gardel (Planeta), una profunda investigación de dos años entre archivos, entrevistas y visitando los lugares que la voz de Mi Buenos Aires querido pisó en su vida y en su carrera.

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Quién era Gardel

Pigna es uno de los historiadores más reconocidos de Argentina, autor de más de 25 libros, además de dirigir documentales y ser columnista en varios medios de ese país.

Su intención, aclara en el prólogo, es hablar del hombre que cambió la historia del tango, el que lo llevó por los elegantes salones de París, Barcelona y Nueva York, el que lo cantó en los teatros de La Habana, Niza y Caracas, el que lograba que películas de guión más o menos aceptables sean un éxito rotundo, el que fascinaba al Príncipe de Gales y a Charles Chaplin.

Gardel fue quien llevó el tango por los elegantes salones de París y Nueva York mientras era resistido por la alta burguesía de Buenos Aires

Carlos Gardel jugando con un zorzal. Foto Picryl

El libro es una biografía de Gardel, sí, pero en paralelo Pigna analiza la evolución del tango y en un plano general detalla el contexto histórico de Argentina entre 1890 y 1935, entre su nacimiento en Toulouse y su trágica muerte en un accidente de aviación en Medellín.

Gardel no era uruguayo

Las dudas sobre la natalidad de Gardel son despejadas por Pigna con abundante documentación. Está más que probado era nació en esa ciudad francesa y no en la localidad uruguaya de Tacuarembó, como en otras décadas se insistía cada tanto.

El problema fue que Gardel firmó documentos certificando su nacimiento en el pequeño país sudamericano, pero según Pigna, fue una estrategia para evitar que Francia lo procese como desertor por negarse a ser llamado a filas en la Primera Guerra Mundial.

Además el artista siempre jugó al misterio. “Nací en Buenos Aires a los dos años y medio de edad”, bromeaba.

Despedida a Gardel antes de su gira de 1933. Nunca volvería a Buenos Aires. Foto Picryl

El crecimiento de Gardel

En un Buenos Aires que recibía cientos de miles de inmigrantes se crió un pequeño Charles Gardes que cuando inició su meteórica carrera artística se hizo llamar Carlos Gardel, que dejó atrás una delincuencia de escasa escolaridad y con coqueteos con la delincuencia, que desde adolescente supo que poseía un efecto de hechizo que desplegaba cada vez que cantaba.

Gardel solía bromear sobre su origen. “Nací en Buenos Aires a los dos años y medio de edad”, decía

Pero no solo era dueño de un carisma y una capacidad técnica única, sino que Gardel tenía una constante preocupación por contar con la última tecnología, tanto con los rudimentarios elementos de grabación como en el salto del cine mudo al sonoro.

Ante todo, un profesional

Era dueño de una profesionalidad tal que no dudaba en grabar desnudo en un estudio agobiado de calor con tal de terminar su trabajo.

Gardel pasó de interpretar canciones del folclore argentino al tango mientras este ritmo rioplatense salía de los barrios bajos y los burdeles para ser aceptado en la incipiente clase media. Y fue aplaudido por la alta burguesía de París y Nueva York antes que por la de Buenos Aires.

La última foto de Gardel, minutos antes del accidente. Foto Picryl

‘El mudo’, ‘el zorzal’

Apasionado por los caballos, amante de quién sabe cuántas mujeres, pésimo administrador de sus ganancias por una excesiva generosidad con amigos y desconocidos, compuso melodías que persisten un siglo después a pesar de que nunca aprendió a leer y escribir partituras.

En Argentina para alabar a alguien se dice “Fulano es Gardel”

En la cumbre de su carrera, en los años ’30, la asociación con el letrista Alfredo Le Pera lo llevó a crear algunas de las canciones más emblemáticas del tango como Volver, Mano a Mano o Cuesta Abajo. Y solo por nombrar tres entre las casi 1.000 grabaciones registradas.

La tumba de Gardel en Buenos Aires. Foto Wikipedia

No cualquiera puede ser Gardel

Pigna lleva al lector al ascenso de Gardel al Olimpo de la música popular hasta el fatídico choque de aviones del 24 de junio de 1935, cuando Gardel con Le Pera y sus músicos murieron y se creó el mito que perdura décadas después.

La histeria popular, los funerales multitudinarios, la congoja mundial dan una idea de la magnitud de su figura; en una época donde la fama se conseguía por talento y trabajo y no por clicks en redes sociales.

Se lo llamó (se lo llama) El zorzal, El bronce que sonríe, El mudo, El mago, el que ‘cada día canta mejor’. Y esa devoción es un camino de ida y vuelta, porque al día de hoy, para alabar a alguien en Argentina, se dice “Fulano es Gardel”. Y está todo dicho.

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