Origen del dinero oculto de los Pujol, el clan de la frontera

Entre Queralbs y Bourg-Madame, los Pujol se mueven entre muros de piedra y húmedas vaguadas. A la sombra del abuelo Florenci, el pecado original de la fortuna secreta se agranda con la sospecha de un botín mucho mayor, fruto de prevaricaciones continuadas

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«¿Qué quiere ser Andorra? ¿Un paraíso fiscal o un supermercado?» La pregunta fue formulada al final de los noventa por el reformista Jaume Bertomeu, abogado y político andorrano. Y ahora vuelve a tener vigencia cuando los Pujol utilizan, como estrategia de defensa, la vulneración del secreto bancario. Sin secreto, no hay paraíso. En su momento, Andorra optó por especializarse en la opacidad fiscal; promulgó una nueva Constitución (elaborada por expertos en geopolítica, como el profesor Pere Vilanova) y reforzó su poder ejecutivo propiciado por el paso atrás de los copríncipes: el obispo de la Seu d’Urgell y el presidente de República francesa.

Los Pujol, magos del pretexto, se exculpan sobre las brasas del derecho internacional. Ante la Audiencia y el juzgado número 31 de Barcelona, el primogénito Jordi Pujol Ferrusola ha puesto su caso en el rastro de Hervé Falciani, el ladrón de identidades del HSBC para el que Suiza pide la extradición, mientras Francia, Inglaterra, Italia y España lo cuidan como oro en paño. En la lista española de Falciani estaban los Pujol. Y de aquel principio hemos llegado al nudo gordiano de la ruta del blanqueo.

Para esclarecer los hechos, España ha enviado a Andorra dos comisiones rogatorias, pero en el Principado no existe el delito fiscal. La estrategia judicial de los Pujol funciona, de momento. Su abogado, el penalista Cristóbal Martell, es de los que se mueven mejor fuera de la sala que dentro. El antecedente del caso se remonta a 1984, cuando otro penalista, Joan Piqué Vidal, impidió que Jordi Pujol viera el banquillo por el caso Banca Catalana. Pero los tiempos han cambiado y los tejemanejes de Piqué no valdrían hoy lo que vale la prestigiosa venia de Cristóbal. En cualquier caso, mientras el letrado gana tiempo, el juzgado de Barcelona ha pedido la herencia referida por el president y la documentación de su aceptación para comprobar si el dinero oculto durante 30 años procede del abuelo Florenci.

Origen de la fortuna familiar

En los años de la dirección general de transacciones exteriores, Andorra concentró la mirada de una España vigilada. Algunos de los grandes nombres de la industria (Vila Reyes o Castell Lastortras, por ejemplo) fueron pasto de la fuga de capitales, aquel pomposo delito de cuello blanco que practicaban los importadores. Ahí encaja la figura de Florenci Pujol, traficante de divisas, arbitrajista (en su denominación eufemística), con una carrera forjada en la ciudad marroquí de Tánger gracias al Banco Inmobiliario, que fue propiedad del político republicano Josep Andreu Abelló y de su amigo Antonio Pedrol Rius, reusense universal. La herencia de los Pujol, la herencia regularizada en el regazo de Montoro, viene de allí, de Tánger, la ciudad blanca de Haro Tecglen (fue director de Le Matin en Marruecos), de Paul Bowles o de Gide.

Casablanca tiene en su haber el cine de Bogart, pero la ciudad marroquí verdaderamente excitante fue Tánger. Con los años, la plaza franca de Tánger ha sido barrida por la cercana Gibraltar (nido de filibusteros británicos) lo que explica en parte el renacimiento andorrano de las últimas décadas. Por su enclave pirenaico, Andorra es nuestro pequeño Liechtenstein, sobre todo desde que Iberia suprimió el vuelo diario Barcelona-Ginebra, una barra libre de encuentros barceloneses con caras conocidas como los Cuatrecasas, Xercavins, Lara, Godó, Godia, Sagnier y tantos otros.

Antes del euro, Andorra vivió la emergencia de las fichas bancarias galas (BNP o Crèdit Agricole) y la pérdida de peso de las segundas marcas españolas tradicionales, como Banca Mora (BBVA) o Crèdit Andorrà, participado por La Caixa. Sin embargo, en la primera década del 2000, hubo reacción española. La banca andorrana vivió un proceso de concentración que se ha hecho muy visible a través de Andbank, producto de la fusión entre Banca Reig y Banc Agrícol Andorrà, con un reparto accionarial entre los Ribas Reig y Cerqueda, las dos familias más ricas de Andorra.

Resurgimiento de Andorra

Paralelamente, se ha producido el ascenso de Banca Privada d’Andorra (BPA), controlada por los hermanos Ramon e Higini Cierco, otra de las familias adineradas del Principado. 

La transición constitucional andorrana coincidió con la presidencia de Óscar Ribas Reig en la casa de la Vall. Ribas ha sido presidente del Principado, banquero y también tendero (¿Se acuerdan de los puritos Reig?), en un país pinzado entre montañas. La sede del gobierno andorrano está ubicada en la avenida Meritxell de Andorra la Vella, el boulevard de los bancos, un rosario de cuentas cifradas, muy concurrido por los representantes de los principales family office catalanes. Pese a mover grandes sumas en dinero caliente, los family se presentan como bastiones de la tradición fabril de su antepasados; ennoblecen su naturaleza de fondos buitre detrás de los gentilicios de la revolución del Vapor.

Palanca financiera de los Pujol

Andbank, la palanca financiera de los Pujol, tiene de presidente de honor a Óscar Ribas Reig, mientras que su hijo Oriol Ribas Duró desempeña la vicepresidencia. Los Ribas son además los dueños de Diari d’Andorra, la principal plataforma mediática del principado, cuyas editoriales han revelado estos días (en alusión a Valenzuela) la existencia de un «ciudadano sospechoso de vender los datos de los Pujol». Por su parte, el sindicato Manos Limpias ha aprovechado para querellarse contra la familia y contra todo lo que suene a segregacionismo.

Detrás de estas denuncias asoma la orla de Miguel Bernad, un gran demócrata de Fuerza Nueva, escorado ahora hacia el constitucionalismo más conspicuo. En sus mejores épocas, los policías andorranos denunciaban a los evasores a cambio de dinero; «bagatelas, poca cosa, apenas la pólvora del rey», recuerdan todavía los funcionarios de los puestos fronterizos. Ahora, un portavoz autorizado de la casa de la Vall afirma que estas prácticas «pertenecen al pasado», un argumento que parece haber olvidado el querellante Bernad, nostálgico de los años del hierro.

Leyenda oscura de Andbank

Los otros accionistas de Adbank, los Cerqueda, cuentan con una historia nítida y una leyenda oscura basada en los empleados supuestamente desleales que trabajan en las sucursales del banco. Los andorranos guardan su dinero en el principado y dirimen sus negocios en Barcelona, su patio de operaciones. Hace apenas un año, los Cerqueda y los Cierco se enzarzaron en la captura de Inversis.Entre los vehículos inversores de capital andorrano destaca hoy el caso de María Reig, una rama de la familia Ribas Reig y asidua al ranking de Forbes. La sociedad patrimonial de la Reig está instalada en negocios visibles, como el hotel Mandarín del paseo de Gracia, un enclave que cubre la fachada del viejo del Banco Central de diseño italo-fascista sobre las ruinas del antiguo Círculo Ecuestre.

Frente a la visibilidad de la Reig o de los Cierco, los Cerqueda mantienen una clara opacidad. Cuentan con emblemas casi ocultos, como el palacete Malagrida, un edificio situado también en paseo de Gracia (frente al mismo Mandarín), que fue sede del Banco Urquijo y cobijó el despacho del profesor y político nacionalista Trias Fargas. Es una muestra del modernismo tardío, obra de Joaquim Codina, levantado por el indiano Manel Malagrida, quien a su vuelta de ultramar construyó el ensanche de Olot, su ciudad natal. La pieza Malagrida no llama la atención. Su belleza implícita –su escalera marmórea, sus bellos artesonados o la cúpula del edificio pintada por Antoni Clavé– habla de una de las fortunas europeas clandestinas levantadas al amparo de los paraísos.

Lazos Cerqueda-Pujol

Las relaciones entre los hermanos Cerqueda y los hijos de Jordi Pujol son bien conocidas. Los depósitos cifrados, procedentes de herencias o fruto de negocios de nuevo cuño, se acomodan bien en la caja fuerte de Andbank. Pero sus fondos pronto se habrán disipado en la nebulosa del blanqueo al que no alcanzan las lentas rogatorias del juez Pablo Ruz. Durante tres décadas, Jordi Pujol protegió su secreto en un silencio tectónico, y cuando abrió el melón sucesorio de su padre Florenci recibió una lluvia expiatoria de su hermana y de su cuñado, el veterano profesor de Historia, Francesc Cabana: «que Dios te ayude».

En un mundo en el que Falciani se jacta de haber sido él el origen de la investigación del caso Pujol, la complejidad está asegurada. Mientras tejen su vía de escape, Pujol y su esposa Marta Ferrusola se mueven entre las paredes de Queralb, los aguafuertes de Bourg-Madame (la mansión de Pujol Jr) y las dulces laderas de la Vall de Núria, todo muy cerca de la aduana andorrana. Estos días, acompañada solo de los más fieles, la familia mueve sus hilos a base de conversaciones, retracciones, apostasías, abjuraciones y excomuniones. Son los espasmos de un soberanismo pragmático, de raíz calvinista y colegio alemán. Los últimos lamentos de los Pujol, el clan de la frontera.

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